Lo triste y el ránking

Por El Lector Americano 

Túnez, 7 de junio 2022.- Cuando necesito un descanso, entre un texto y otro en que estoy enchufado, busco y busco data por Internet. Me ayuda a despejar la cabeza, mis dudas gatunas, y a generarme la cuota efectiva de sinapsis para sobrevivir tanta angustia de ir y venir en la red. Así fue como encontré una noticia, intitulada desde World’s Saddest Animal, o sea “El animal más triste del mundo”. Y esta nota, que data del año 2016, da cuenta de una campaña de los defensores de los animales para que un oso polar de veintinueve años –muy viejo, en el promedio de vida de los osos– que vivió en el Zoológico de Mendoza, Argentina.

El oso se llamaba Arturo y, según el artículo, estuvo deprimido por mucho tiempo por la muerte de su pareja Pelusa, ocurrida dos años antes. La nota destaca las malas condiciones del cautiverio de Arturo: Mendoza es calurosa y seca, y el oso no contaba con nieve, ni mar helado. Apenas tenía una piscina, que le echaban hielo para mantenerlo fresco.

Viendo imágenes de Arturo, la verdad da pena. La noticia subrayó una campaña internacional para enviar a Arturo a Canadá. E incluye una foto del oso, inmensamente deprimido, y un poco aburrido, ya que estamos. Lo particular de toda esta data, es que una de las personas que participó activamente para salvar al oso Arturo, fue Newt Gingrich, un expresidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Gingrich fue uno de los hombres fuertes del Partido Republicano durante las presidencias de Bush Junior. Y si miramos con distancia esta noticia, cuesta creer que un republicano se sensibilice hasta el oso, digo, el corazón, con un animal extranjero aquí y allá. No porque el oso no mereciera ser ayudado, sino porque todos sabemos cuán compasivos fueron estos muchachos cuando gobernó Trump. Y si queremos buscarle la vuelta a estas notas, oye, Newt, si lo miras en las fotos de la red, hasta se parece un poco a un oso polar. Incluso el artículo y la foto se prestan a confusión, porque alguien puede entender que el más triste no es Arturo sino Gingrich. Un auténtico conservador de la especie. De los animales, no se confundan.

También se cuenta que se hizo una petición con doscientas mil firmas, enviada a la expresidenta Cristina Kirchner. También se sugiere que la expresidenta se demoró en dar una respuesta. También se dice que el silencio de Cristina K, indignó a Cher, quien en su cuenta dijo: “Sus manos (señora presidenta) estarán manchadas c/su sangre si Arturo muere”.

Pues bien, el oso Arturo murió dos meses después, en Mendoza. Y allí viene la disyuntiva:
¿Sería capaz Cher de escribir una carta al FMI o Banco Mundial, para prevenir la mortandad de chicos por hambre, en caso de que la guerra entre ucranianos y rusos se siga agrandando y alargando? ¿Haría ese tipo de presión? Probablemente no. Cher es simpática, pero su arte está más cerca de la cirugía plástica, sus novios niños que de la filosofía de Kierkegaard. Oye, porque para emitir juicio sobre asuntos de vida o muerte conviene leer algo más que titulares en la red. Preguntarse si Arturo, en su edad oso, ¿hubiese sobrevivido a la anestesia necesaria para emprender un viaje de miles de kilómetros?; ¿Si habría tenido energías para adaptarse a un nuevo hábitat? Lo cierto es, que las consecuencias de la muerte de Arturo fue una cadena de fallas más cercanas a un punto de vista veterinario, que a una voluntad política. Al final la campaña pro Arturo creo más problemas que soluciones prácticas. Los canadienses nunca fueron claros con su traslado.

Vuelvo a la web. Y leo que los expresidentes: Mauricio Macri, Sebastián Piñera, y Mario Vargas Llosa, en un foro de liberales por el money, insisten en que hay que acatar la autoridad de los organismos internacionales de crédito. O sea, hay que pagar para pertenecer al mundo real. Me cuestiono con bronca desde dónde hablan —o firman una declaración— estos tipos que nunca trabajaron (el caso de Macri es potente), y a los otros dos solo les interesan los negocios, para justificar tanta miopía política. Y me pregunto qué es más triste, si el pobre de Arturo o esa claudicación de la inteligencia que supone la falta de empatía, la imposibilidad de imaginarte en el lugar del Otro. Pero, en fin, los expresidentes liberales y un Nobel, al final siempre estuvieron más cerca de Cher que del Arzobispo Romero, por ejemplo. Y yo, que no tengo idea de los hashtag para hacer campañas del “uno por todos”, me pregunto si podré iniciar una campaña bajo el hashtag#paguenlaustedes. Porque así estos dos expresidentes, un Nobel con cuero de elefante, y sus amigos millonetes, quizás harían una colecta y le pagarían al Fondo Monetario Internacional, no en nombre de los Estados nacionales sino como Empresarios Amigos de Latinoamérica, deudas y usuras, y así descubriríamos por primera vez que su opción por la política tuvo algo que ver con el bien común, y no por ellos mismos.

Una pausa y vuelvo. Sigo metiéndole mano a la red, y vuelvo a World’s Saddest, así a secas, y aparece un artículo de la edición internacional de la revista Forbes hablando de los países más felices e infelices.
(Siempre me pregunto si es prudente aparecer, en el caso de que seas rico, en este tipo de revista. Digo allí sabrían si el cálculo de tus impuesto es el que es).
Y la lista de los más felices está llena de países nórdicos. La de los infelices, de africanos. Y algunos latinoamericanos, bueno, uno: Haití, como cíclico merecedor de estar en la lista.

Yanko Farias

Pero aquí un punto aparte. En esta lista de felices e infelices, aparece veladamente Palestina, pero no como país, porque aunque califique en muchos sentidos, claro, no es un país en estricto sentido, pero sí un Estado/nación. Esto también apunta precisamente a la raíz de todas sus tristezas, pasadas y presentes. Y reconozco que este es un tema complejo y se presta a pugnas –porque hay más gente dedicada a complicar el tema palestino que a despejarlo–, y aquí siempre me gusta decir la única forma de entender este conflicto expansionista (como lo es hoy la guerra rusa/ucraniana) la única luz que no admite réplicas es: las mejores razones del mundo (históricas, geopolíticas) quedan invalidadas cuando su puesta en práctica resulta en el sufrimiento de civiles que resisten al invasor, como lo hacen hoy los ucranianos.

Claro, si hasta cuando tú eliges leer una nota en la red estás ejerciendo una decisión política. Y ya sabemos, después de esta dura pandemia, y los graves problemas inmigratorios en América y Europa, ¿Qué culpa también le cabe al sistema económico en el que vivimos? ¿Por qué idearon una política que no implique necesariamente hambrear y expulsar gente de sus países? O sea, menos enemigos del mundo real, y no seguir avergonzándonos de nuestra especie, con respecto a los animales, nuestros hermanos menores.

Y así, después de pasar una hora leyendo, mi cabeza se queda reverberando con ejemplos de banalidad, falta de empatía, crueldad y perversión de la inteligencia humana para fines mal intencionados, que para entenderlo cocinado, no hace falta que Forbes nos arme un ránking de mierda de los buenos y los malos. Oye, no se trata de desmerecer el sufrimiento del pobre oso Arturo, porque si buscan sus fotos, el puesto número uno del Top Ten de él es indiscutible: no hubo animal más triste en esta Tierra, ni más dedicado a la producción de tristeza, que los indolentes seres humanos.

Bien. Mejor sigo escribiendo un relato erótico que me tiene encapsulado. Con un poco de suerte, me sale bien. Este mundo necesita toda la belleza que podamos conjurar. Incluso aquella que tú miras con eterna cadencia.

 

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