Mafias, delincuencia transnacional y narcopolítica

Por Gastón Pardo
Las organizaciones criminales contemporáneas manejan los mercados negros, o sea las actividades comerciales que las leyes consideran ilegales, como las drogas, la prostitución, la inmigración clandestina, la falsificación de moneda, el tráfico de armas, de especies protegidas, de marcas falsificadas y de órganos listos a ser trasplantados.
Las organizaciones específicamente como mafias son la siciliana estadounidense, la ’Ndrangheta y la Camorra italianas; los cárteles colombianos, la Organizatsiya rusa, los clanes yakuzas japoneses y las triadas chinas. Según los organismos internacionales, las ganancias anuales de las organizaciones criminales sobrepasan los dos billones de dólares estadounidenses.
No es muy convincente la catalogación de todos los grupos criminales como mafias. Estas, las mafiosas, se basan en estructuras clánicas preexistentes, mientras que los grupos criminales transnacionales son lde reciente aparición formando estructuras visibles, a diferencia de las mafiosas que son invisibles.
Paradójicamente, los estados combaten a las organizaciones criminales, en las que ven una autoridad rival, pero esas formaciones sólo prosperan a la sombra de los propios estados que, al prohibir ciertas actividades económicas, les conceden el monopolio sobre ellas. Es evidente que, ante los métodos modernos de vigilancia, las organizaciones criminales sólo pueden perdurar y extenderse gracias a las complicidades dentro de los aparatos estatales que logran penetrar y corromper.
La oscuridad en la que se mueven y su presencia en los aparatos estatales hacen de las organizaciones criminales herramientas perfectas para la realización de acciones políticas y militares de carácter secreto. Por ejemplo, Estados Unidos apeló a la colaboración de la Cosa Nostra durante la preparación del desembarco aliado en Sicilia y recurrió a los clanes yakuzas para pacificar Japón.
Siguiendo esa línea, Estados Unidos armó a los cárteles colombianos de la droga contra las guerrillas latinoamericanas y utilizaró la Organizatsiya para acelerar la descomposición de la ex URSS. Más recientemente, también armó y pagó las organizaciones criminales en Irak para erradicar la resistencia en ese país.
Los estados imperiales utilizan a las mafias en la aplicación de sus propias narcopolíticas. Durante la primera guerra del opio (de 1839 a 1842), el Reino Unido organizó en la India el cultivo de la amapola del opio e impuso su consumo en China; un consumo que se amplió al obligar los ingleses a China a legalizar el consumo de estupefacientes tras la segunda guerra del opio en 1868. Francia, Estados Unidos y Rusia se asociaron a aquella política como medio de garantizar su propia expansión colonial.
Hoy en día, los anglosajones están reproduciendo nuevamente aquel modelo de dominación económica. Para ello, explotan el cultivo de la amapola en Asia Central y el de la coca en los Andes, a través de gobiernos títeres, y utilizan el Pacto de Viena para justificar la represión contra los productores rivales y contra las insurrecciones rurales.
En estos momentos los agentes sionistas al servicio del imperio británico, realizan una intensa campaña en favor de la legalización de las drogas en América Latina.
Fuente: ARGENPRESS.Info

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