Por Luis Reyes
Entre las causas por las que el FMLN perdiĂł un caudal importante de votantes y seguidores está el haber permitido y encubierto casos de corrupciĂłn en su primer gobierno.Â
La diáspora jugĂł un papel importante en el arribo al poder en 2009. Pero luego, el gobierno se fue alejando del pueblo y sumiĂ©ndose en el sistema, un sistema creado por los gobiernos de ARENA, diseñado para lucrarse del Estado.Â
Para colmo, un par de años despuĂ©s de haber iniciado la tan ansiada transformaciĂłn cometen otro error: involucrarse en un pacto entre pandillas.Â

Cabe señalar que en los dos gobiernos del FMLN sĂ hubo cambios sustanciales, en el área social, en el de transparencia. TambiĂ©n, hubo una mĂnima reducciĂłn de la brecha de la pobreza y otras obras importantes, que no supieron informar asertivamente y que al final les pasĂł factura.Â
Pero no vimos los ansiados cambios estructurales que el pueblo esperaba.
Con la llegada del nuevo gobierno al poder en 2019, muchos de los avances democráticos se han ido al basurero.Â
El desmantelamiento de mecanismos de control de transparencia y anticorrupciĂłn, como lo es la SecretarĂa de Transparencia o el Instituto de Acceso a la InformaciĂłn PĂşblica se han visto menguados por el constante bloqueo a la informaciĂłn y los ataques a la prensa, que dicho sea de paso, son opacados con una propaganda gubernamental y cortinas de humo nunca antes vistas.Â
Durante el primer año, son muchos los casos de corrupciĂłn que se le achacan al gobierno de turno. Lo que nos hace recordar no solo los tiempos de ARENA y recientemente al FMLN; sino tambiĂ©n, la piñata en la que NapoleĂłn Duarte convirtiĂł al Estado salvadoreño.Â
El Ejecutivo enfrenta, tempranamente, una acusaciĂłn no menos grave que las de corrupciĂłn: un supuesto pacto con los grupos de pandilleros que tanto dolor y luto han causado a nuestro paĂs.Â
Los que vivimos fuera de El Salvador hemos estado siempre en contra de cualquier negociaciĂłn con las pandillas. Ya que, hemos sufrido extorsiones que emplazan nuestras aspiraciones de regresar o de invertir en nuestro querido paĂs.Â
El gobierno, en lugar de tomar las denuncias y la preocupación de muchos salvadoreños sobre dichas negociaciones de forma seria y responsable, las desacredita. Y más inquietante, minimiza la preocupación de congresistas tanto demócratas como republicanos, que subrayan estos señalamientos y que además, apuntan el acoso a la prensa incómoda.
Los ataques a la prensa o contra todo aquel que disiente de las polĂticas oficiales, representan una agresiĂłn a los derechos fundamentales de acceso a la informaciĂłn, de libertad de prensa o de libertad de expresiĂłn, reconocidos en todo el mundo.
La verdad, en la diáspora debemos reconocer que nos engatusaron nuevamente con promesas de campaña, que se quedarán como promesas incumplidas. Además, hay que aceptar que nos llenaron de sueños y esperanzas, pero ahora nos damos cuenta que fuimos engañados.
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La desilusiĂłn en grande, porque muchos trabajamos incansablemente para lograr esos sueños e ilusiones de ver un paĂs mejor del que dejamos. Hoy estamos descubriendo que los que nos dieron esa nueva esperanza actĂşan como los mismos de siempre.Â
Hemos sido presa fácil del engaño por el amor que sentimos por nuestro querido paĂs. Los polĂticos toman la ventaja de nuestra humildad y sencillez, cuando realmente lo que buscan es el poder polĂtico o el dinero; y luego, se olvidan del verdadero pueblo que fue quien les dio la confianza con votos y esfuerzos, y no para que nos gobiernen como los mismos de siempre.Â
Es urgente que los otros dos poderes del Estado, que son un pilar importante, estĂ©n vigilantes ante las acciones errĂłneas que cometen quienes quieren socavar nuestra imperfecta pero importante democracia.Â
TambiĂ©n, humildemente hacemos un llamado como diáspora al señor fiscal general. Su honor, su legado y su compromiso con la justicia están en juego. Usted tiene la oportunidad de servir valientemente a un pueblo que lo necesita y asegurarse asĂ, un lugar inolvidable en la historia de nuestro paĂs.