Mi reflejo siempre es el otro

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› Por El Lector Americano

(Burke, 22 de febrero de 2025)

Reviso y ordeno, y es imposible encontrar algo en mi biblioteca: hasta que veo en un rincón, El Periodista Deportivo, la novela de Richard Ford. Allí se relata el encuentro entre el protagonista, Frank Bascombe, con un viejo amigo de su infancia:

-“Cuánto tiempo”- le dice el amigo después

de un gran abrazo.

-“Treinta años” -calcula Frank Bascombe.

-“Tú estás igual… exactamente igual”- le dice el amigo.

-“¿Igual?” -le grita Frank Bascombe, con cierta desesperación-. ¿”Estoy igual que hace treinta años”?- termina diciendo.

Un encuentro novelesco, que nos sirve de postal para entender de cómo el hombre no puede detener el tiempo, y entonces congela a las personas. De cómo la existencia de una vida, se traslada a la existencia del otro: la congela. Una «la verdad» única e inasible, donde la coherencia tiene siempre una virtud circular.

Todo es historia. Coherencia y virtud circular, según los historiadores, es la que tuvo Adolf Hitler, porque quería matar a todos los judíos, gitanos, comunistas y homosexuales de Europa, y su convencimiento nunca lo pudo -o no quiso- cambiarlo.

Por eso cuando el personaje del libro de El Periodista Deportivo, lo ven igual después de treinta años, se da cuenta que la vida a veces funciona en proyecciones y borradores, donde si estás fijado, serás un tipo coherente.

Cuando alguien te define, entras indefectiblemente en la estabilidad del otro: ya saben quién eres, por eso te marcan, te encajan, y te dan una forma y un final.

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Amor…

«Siempre te voy a amar, pero no se te ocurra cambiar, solo quédate así».

«Te desconozco. Antes eras diferente».

«¿Cuándo vas a empezar a cambiar?»

(Es decir: «¿Por qué quieres ser tú todo el tiempo?»).

«Yo todo lo hago por ti».

«Yo tengo muy claro lo que tú tienes que hacer».

Existe una contradicción en la posibilidades de cambio: vives algunos años, eres jovencito, adulto, maduro… estás en el ciclo de la vida.

Pero hoy, la resistencia al cambio es una de las típicas anomalías del mundo. Hay un desfase entre lo que somos y lo que queremos ser; una cierta simulación del hecho de creer que somos lo que queremos ser, pero al final no es tan así.

En Occidente.

hoy siempre ES HOY…

¿Occidente, aún es sinónimo del mundo libre?

¿La democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno?

¿El libre mercado es nuestro estilo de vida o es solo una posibilidad solo para los que lo pueden pagar?

Desde afuera

Desde Túnez, se piensa que en esta parte del mundo se vive en el Mejor de los mundos.

Desde Mozambique, en el África profunda, los latinoamericanos son vistos como los Genios de la Improvisación.

Desde una esquina de Kiev o Cisjordania, se cree que en El País de las Maravillas, donde vive una chica llamada Alicia, las mañanas son constantes, la presencia extranjera es permanente, y el deseo es un pretérito nunca consumado.

Anímales políticos

En la política real del universo cercano toda reacción al cambio fue siempre la cuna del autoritarismo fascista. 

¿Por qué estos tipos no son tan católicos como yo creo que tienen que ser?

¿Por qué no entienden que la libertad y la fe, desde mi razón -la única- sostenida desde la Torá y el Corán, te abre la mente?   

¿Quién dijo que antes de Cristóbal Colón todos los esclavos en Europa eran blancos?

¿Como describirán los franceses a fecha de hoy a François Mitterrand?

¿Y los ingleses, qué opinión tendrían de Margaret Thatcher?

¿Y los estadounidenses, seguirían bautizando  a las escuelas con el nombre John F. Kennedy?

Si le preguntas a dos mexicanos quién fue Pancho Villa: El de izquierda dirá que fue un hombre del pueblo. El de derecha dirá que fue un bandolero y degenerado. Y el pueblo llano dirá que fue un viejo zorro y caudillo extranjero -el primero y el único- en invadir Estados Unidos.

Por eso en México los psicólogos son un imposible, porque adoran a Villa, lo fijan a Villa, y lo definen en la historia mexicana siempre, pero siempre, con un final abierto.

La fama

Cuando suenan las palmas, las personas públicas deben transformarse en personajes. Y si se niegan a hacerlo, el público las hará una máscara.

¡Ey, entérate: nosotros te nombramos sincero porque ya no estás haciendo un personaje!

¡Y ahora que sueñas de noche y duermes de día, y nada es urgente! … ¿ya sabes que eres nuestro pan de cada día?

¡Caramba!  Todos sabemos que ningún personaje honesto y sincero puede ser un hombre de verdad.

¿Mmmm… así que este es tu corazón? Sí, pero ahora que me quedo en la cama y nadie me reclama, y llueve sobre mojado, sabrán reconocer mi corazón.

Las personas públicas tienen claro el miedo porque saben que los límites estaban mucho más allá de ellos.

Al final pensar cansa, da bajón espiritual, y te dice que tienes que ser siempre lo que otros creen que eres.

Y si no -y esto es peor- tienes que ser lo que creo que fuiste, porque la definición del otro es dueña de tu pasado.

Envidia e ingratitud

Te tienen Envidia”, me dijeron una vez.

Y yo respondí: “¿Justo ahora que tengo piojos?” (…).

Envidia: dícese de cierta inclinación incurable a mirar para los costados, patear hacia abajo, y darse cuenta, tarde, que la vida siempre te pide que mires hacia adelante.

Ingratitud: recibir algo por creer que el otro tiene obligación de dártelo. Al final, puros gestos de indiferencia. El único pecado capital por el cual no vale la pena pelearse, porque el ingrato nunca se animará a reconocer un atisbo de generosidad en ti.

Por eso la vida del envidioso y el ingrato transcurre su existencia en gerundios.

Ellos están siempre: Siendo, Llorando, Estando, Comiendo, Creyendo, Copiando, Huyendo, Buscando; Borrando, Retrocediendo y Avanzando hacia el costado del camino.

El otro

¿Tendré que ponerle nombres propios a cada una de estas oraciones? Mmm…

Camino por las calles de Virginia, y cuando me encuentro con un chico latinoamericano en las calles, sé que le pasan algunas cosas, porque a mí también me pasan.

Allí descubro que para ser más libre, a veces, debes pelearte contigo mismo.

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Al final del día

Tarde, busco de nuevo en mi biblioteca, y me doy cuenta que tampoco encontré las citas de Jorge Luis Borges sobre Heráclito, el preSocrático del río que va y viene, como una ola… con todas las posibilidades del tiempo. Ahora me doy cuenta que debí haber pasado menos tiempo en el Starbucks de la calle Horacio, y más tiempo en la Biblioteca Vasconcelos en la Ciudad de México.

Así no me costaría recordar la idea de «perseverarme en el ser». De que vivir en libertad, y entender la evolución de mi sola vida, siempre fue por el reflejo de otras.

El periódico de ayer

Hoy vivimos en un mundo de negocios y tráfico de influencias. De momentos frívolos y dogmáticos. Hoy Heráclito sería un empresario asquerosamente rico, dueño de una empresa de cohetes intergalácticos -Empresas Río Bajando- y sería asesor del Emperador del Mundo del Revés, para achicar los gastos de un país cercado por una convocatoria de acreedores.

Pero peor lo tienen los que ven pasar un avión negro y macabro, lleno de misiles, en la esquina 3 y 4 del barrio norte de Kiev. Y después ves por Netflix un nuevo capítulo de “American Murder: Gabby Petito”, y te da horrores.

Bueno, así estoy yo cuando alguien me dice que estoy igual que hace 35 años, mientras veo un desfile de patos en Burke.

Fin

 

 

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