Nos están matando

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Por Teresa Gurza

Salen coches, vuelven coches; que estos hologramas sí y que aquellos no y al revés; que habrá fase uno, que siempre no; que ya no importa si es uno, cero o doble cero y que vuelve a importar; que verificentrados sí y verificentrados no, porque desde julio sólo son buenos los verificados con computadora; que tenencia ya no y que tenencia otra vez.

Mientras dejan de hacerse bolas, meten en cintura a los verificadores corruptos y no se ponen de acuerdo en dar explicaciones convincentes, continúa el aire malo.
Los bebés pasan enfermos; la salud de todos se resiente con lo que eso significa en un país al que faltan camas, medicinas y médicos; las autoridades pierden votos en la antes radiante y transparente Ciudad de México, donde Mancera se queja de que antes de él la norma era más baja; pero declara de todos modos, que su candidatura para el 2018, “está firme”.
¿Será? Lo dudo.

Pero en lo que no tengo dudas es que eso es lo que más le importa; en tanto que en los demás aumenta la preocupación porque la contaminación crece y las medidas tomadas no la resuelven; y afuera y adentro, se incrementan investigaciones y alertas sobre sus repercusiones.

Un estudio publicado este tres de este junio en la revista «The Lancet Neurology», y reproducido por El Mercurio de Chile, informa que acaba de descubrirse que la contaminación es uno de los principales factores de riesgo de los accidentes cerebrovasculares (ACV), sobre todo en los países en desarrollo.

Dirigida por el Valery L. Feigin, profesor de la Universidad Tecnológica de Auckland (Nueva Zelanda), la investigación se realizó en 188 países entre 1990 y 2013; y sus resultados sorprendieron a los científicos, “nos dimos darse cuenta de que una proporción asombrosamente alta de los ACV, se podría atribuir a la contaminación atmosférica”

Al respecto los investigadores Vladimir Hachinski, de la universidad canadiense de Western Ontario, y Mahmud Reza Azarpazhooh, de Mashhad (Irán) advirtieron:
«Sabíamos que la contaminación daña los pulmones, el corazón, el cerebro, pero habíamos subestimado la magnitud de esta amenaza, en los accidentes cardiovasculares».

Eso es grave en todas partes porque anualmente 15 millones de personas sufren algún accidente cerebrovascular y de ellos seis millones mueren y el resto sobrevive con secuelas permanentes, pero más en la ciudad de México por su altura y densidad de población.

Hay 17 factores de riesgo “evitables” para accidentes cerebrales y se podrían reducir las cifras de los ACV a la tercera parte, dejando de fumar, cambiando la dieta para consumir menos alcohol, refrescos, azúcar, sal y grasas y más verduras y frutas y haciendo ejercicio.

Pero hay otros, como la contaminación, que son más difíciles de combatir; por los gastos que representan y la desidia de quienes deben hacerlo.

Ya desde hace tiempo, médicos de la UNAM, han estado refiriéndose al tema y alertado que la contaminación de la Ciudad de México, está incrementando el número de muertes de adultos mayores con padecimientos respiratorios.

Y ahora, a través de su boletín de vinculación con los egresados, informó que investigaciones hechas por la doctora Ana Rosa Moreno Sánchez, indican que los niños son la población más vulnerable; seguidos de las personas de la tercera edad, sobre todo si padecen enfermedades respiratorias crónicas y de quienes trabajan en la calle y en la construcción.

La doctora señala, que la norma establecida por la Organización Mundial de la Salud es de 20 microgramos por metro cúbico de partículas respirables; que cada 10 microgramos por metro cúbico por encima de ella, aumenta un cuatro por ciento la mortalidad general; y que en la Ciudad de México, el promedio anual es de 50 microgramos y en los días de contingencia llega a 60.
Es decir, tres veces arriba de la norma.

Moreno Sánchez, académica de la Facultad de Medicina de la UNAM, precisa que ha encontrado evidencia de la relación entre contaminación y padecimientos como arritmia ventricular, isquemia cardiaca, infartos, exacerbación de insuficiencia cardiaca, ataque fulminante al corazón, cansancio, dolor de cabeza, deshidratación, males oculares como conjuntivitis y daño significativo a las vías respiratorias.

Y que incluso los altos niveles de contaminantes, se han asociado a epilepsia, partos prematuros, mortalidad infantil, y bajo peso al nacer; y recordó que desde octubre de 2013, la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer de la Organización Mundial de la Salud, (OMS) clasificó la contaminación atmosférica como definitivo carcinógeno humano.

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