Por Guillermo Henao
Ella no gusta de la historia, “afición pueril de ancianos
que temen todavía morir.” Yo le confería relatos claudianos
o, mejor, le ubicaba la ubicuidad de sus súbditos.
Como púlpitos que no son púlpitos
donde se amonesta al amonestador,
donde se afana al afanador,
erigía sus ojos para mirar con los míos.
Pero no pude incendiar astillitas de ascuas en sus fríos
propósitos,
depósitos
de viejos y reiterados ardores juveniles.
Entendí como si ella quisiese liberarme en los rediles
de las frescas manos sin límites del porvenir que toda vía
lo es; y me habría
sus prietos labios circun-dando los míos in-decisos.
Si no quiso
precisar mi su misión,
si prefirió sus hábitos favoritos danzar y danzar, su don
aire de todo ritmo,
su istmo
de agradable franqueza, no reprocho. Sólo la veo cuando ella me re-cuerda
y viene a esculcar cuál cuerda
floja peligra
en mis confusas marionetas. No denigra
de mí. Me espera.
Ignoro si comprende que aún no soy el que era.
Guillermo Henao escribe esde Medellín, Colombia.
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