Roma, quella città aperta

Foto cortesía

Por El Lector Americano

Roma/Túnez, 3 de abril 2023.- Llegando al aeropuerto —entre idas y vueltas por el mundo— y en mi fuero personal siempre pienso en (re)flexionar sobre este asunto de viajar. Eso de Ser o no Ser transhumante. O en el inexacto comentario sobre uno: “tú eres ciudadano del mundo”. Y la verdad, hoy, ayer, estando en Roma, me doy cuenta que del mundo na! … porque cuando caminas por una de las culturas más antiguas de Europa, voy como pueblerino, entonces eso es lo que soy… y para los metafísicos; “Roma es una gran nación que vibra, porque lo es, y segundo porque es propiedad de los que allí viven”.

Y pienso en Fellini, De Sica, esos hombres/orquestas que nunca fueron Césares ni emperadores, o gente de estado, sino artistas que hacían política, pero desde los bordes eternos de un presente sin igual. Porque caminando por acá, y más allá de la mano de obra esclava que pobló este mundo, lo que sientes es que hasta un finlandés quiera ser romano.

¡¡¿Ma… cosa stai dicendo?!!

Pero como estamos acá (con la patota chileno/puertorriqueña/estadounidense), y estamos andando para adelante sin perdernos nada. Porque Roma es adictiva, fundamental y plañidera. Que —como rimó y cantó Domenico Modugno—, ni siquiera es una sino dos: una pasando necesidad y recibiendo inmigrantes y la otra bostezando de sobredosis de pasta carbonara. Y listos para, según la que te toque o elijas, te encuentres con una Loren en la próxima esquina para hervirte el corazón…

El Coliseo de Roma. Foto cortesía.

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O incendiarte el cerebro escuchando —otra vez Modugno— “Volaré oh oh oh… ” y con su espíritu burlón y soñador eterno, también le de una patada a la ciudad. Y yo —absorbiendo cada hora que pasa y bostezando mi trasnoche romano, con mi corazón pipiripí— veo que sin saberlo, Roma ha cambiado y todo es tan cosmogónico, pero con forma romana. Y allí mismo pienso que esto es obra de los chinos y sus diseños con baterías doble AA, a su vez revendidas por africanos subsaharianos que, desesperados, esperan ganar un euro, o micromecenazgo (financiación de numerosos individuos a través de pequeñas aportaciones), y claro, yo que ni idea tengo de ese neo-socialismo, que no se si es una buena idea o una forma del clásico “págame el copete que estoy sin crédito, ¿sí?”… Merchandising que son lindos “recuerditos” para celebrar, en mi casa tunecina con un “coliseíto” histórico de mi conquista romana. O la decadencia de occidente de un país en constante y sólida disolución, que me pone latinoamericano antes que europeo o extraterrestre. ¿O acaso Roma siempre fue una caja de Pandora?

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Y así voy caminando, mirando, y la música de Paolo Conte sobresalta mi musicalidad interior… “Alle prese con una verde milonga”… ese homenaje a Sudamérica con una letra sintética (o sensual), como un slogan claro (perto tan preciso) que cuenta de una verde frontera. Y mi fijación política de acordarme del “Roma va bien” de Gullio Andreotti, cuando mataron a Aldo Moro, y la Roma multi-cultura de Etore Scola como una “nación de barrios”. O la Roma de “Ciudad abierta” de Rosselini y de la “Vía con me”, otra vez de Paolo Conte.

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La Ciudad eterna. Foto cortesía.

Roma en cada esquina rota

Por ahí se me ocurre la Roma que quieren reconquistar los tunecinos (desde Cartago salió Aníbal Barca, y sitió a Roma en la segunda guerra púnica).

La Roma de turistas cada vez más numerosos que entienden a la “ciudad eterna” como un parque temático…

O la Roma blanca y la Roma multicolor, de los prostíbulos en la Vía Apia, o de las tabernas de la Strada.

La Roma de Curzio Malaparte, Pasolini, y la exactriz porno Cicciolina, que ofreció una noche de sexo a Putin para que acabe la Guerra de Ucrania.

O la Roma pagana o la católica que goza de buena salud cortesía del dinero público.

La Roma que aguantó cuarenta años de posguerra, y partidos de ultraderecha creciendo como el huevo de la serpiente.

La Roma de la “recuperación económica” y los contratos basura.

La Roma de almuerzos largos y tendidos, o la Roma insomne y sonámbula de los travestis cerca de El Vaticano.

La Roma del Dante y de Ornella Mutti. La Roma de Fellini/De Sica/Rosellini donde se filmaron los mejores spaghetti-westerns. La Roma que según Bush junior (o “bust”, según Cicciolina), “es un país muy histórico”.

O la Roma que no acoge refugiados pero repartió exiliados, sobretodo a la Argentina, en su mayoría pobres y analfabetos, hasta ayer, 1980.

La Roma que ahora padece dolor/irritación/preocupación de/por la rota y bipolar sociedad italiana.

La Roma del Coliseo for export de Sergio Leone deviniendo en Coliseo real y, ahí, el eco de las palabras espectrales pero vivísimas del gladiador Russell Crowe diciendo: “Me gusta Roma porque tiene los mismos defectos que yo”.

Foto cortesía.

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Ahora, mañana 20 de marzo, el romano, y nosotros turistas latinos en la bella señora, pensamos a solas —con mi familia rejunta caminando— de que es rara esta gran marcha para llegar a Roma. Digo, antes de que los Romanos no se cabreen más de los turistas faltos de historia. Pero aquí estamos, y vinimos aquí por el recóndito amor de conocer, y no los defectos de una sociedad, por eso de adelantarse a los prejuicios. Y es que uno no tiene ganas de irse a ninguna parte si estás en Roma.

Mientras tanto, después de ver el Coliseo en vivo, te das cuenta que allí murió mucha gente, con Romanos gozando pérfidamente, de un acto entre el espanto y la locura, porque así se vivían las cosas en Roma …

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Repito… Hay cosas extraordinarias aquí. O no tanto dirá otro. Porque cuando conversas el tema de la crisis económica con la chica del bar, ella habla. De lo caro que está todo, que te aprisiona, o la fuga de capitales de los que tienen mucho, y de lo qué puede pasar si se llenan de extranjeros. Y por ahí un memorioso, en un apagón emocional, da cuenta que Roma se construyó y constituyó con mano esclava (en esa época los esclavos eran blancos) que hicieron tantos monumentos, y murieron con sus sueños rotos. Y los turistas, encantados por la obra pública de la antigüedad, a oscuras, como entrando en una narración del Dante.

Por la noche, (mi familia no lo sabe, pero yo sí, porque soy quien amasa el sueño), vuelvo a tener ese sueño recurrente. Así como otros sueñan que vuelan o que caen, o que van desnudos por la calle o que regresan al colegio de inglés hablando inglés, yo de tanto en tanto sueño que Marcello “Dulce Vita” Mastroiani me invita a un sambuca. Y atención: no es un trago amargo, ni este un sueño desgenerado, sino un trago dulce con hielo. Y bebo en silencio con Marcello —romano por antonomasia— que resulta ser mi Fontana di Trevi, que es Mastroiani recreando una vida que ya pasó. Un sueño seco y ahora —sueño insomne— que me pone en una suerte de conquistador/gladiador, que suma millas en todas estas metrópolis donde por estos días donde se decapitan estatuas de un tal Putin, quién supo ser aliado de Giorgia Meloni, la primera ministra de derechas, incluso más a la derecha que Berlusconi.

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Neorrealismo romano

“Era de noche en Roma”. Con ese título, Roberto Rossellini estrenó en 1960 una inolvidable película sobre la Guerra y la Resistencia en el frente italiano, a partir del relato de una amistad improvisada entre tres fugitivos de un campo de prisioneros y una joven romana. Los tres soldados —uno inglés, el otro estadounidense y el último ruso— encontraban refugio en una Roma devastada por los bombardeos nazis y por las contradicciones internas de un país al borde del abismo, pero gracias a la solidaridad de una mujer que intentaba sobreponerse a sus propias pérdidas, que luchaba codo a codo con los partisanos, y que representaba a un pueblo herido capaz de los mejores y peores sentimientos.

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Este es más o menos el sentimiento contradictorio que tienen los romanos. Así, ahora, y ayer también, se sienten, con la más absoluta incorrección política con respecto al resto de la humanidad, (con piruetas políticas), y eso explica de porqué sobreviven con un mínimo esfuerzo en el mundo de hoy.

Foto cortesía.

Una ciudad que vivió los cambios de una Europa que dejaba atrás la guerra y compraba un falso resurgimiento, refugiada desde hace un tiempo en el amparo de una cultura banal y genial, que re significa de sentido las llagas de un pasado todavía presente. En el proceso, Roma siguió sorteando los más duros obstáculos con la entereza de los renegados, de los que se levantan a la vera del camino tras las duras caídas y siguen a pie firme hasta la meta prometida, sin saber siquiera si alguien estará esperándolos, pero con la apasionada convicción de quien disfruta intensamente los vaivenes de la travesía.

Lo que me lleva a concluir, para el próximo viaje —con mi familia por supuesto— que el llamado espacio/temporal, donde no necesitas llevar maletas sino historias, quizás no sea mala idea seguír camino, y meterse tierra adentro de la Italia profunda, en una odisea sin tiempo. Hoy mis mellis, de casi ocho años (parece que fue ayer cuando tenían un año y parecerá apenas mañana cuando tengan veinte) quizás se hagan un tiempo y puedan volver a Roma. Porque la “Ciudad eterna”, está buenísima, y es funcionalmente anticuada o cariñosamente vintage, o lo que prefieran elegir, para sentirte en tu elemento.

Ya en el aeropuerto sentí que Roma me susurró: ”¿Adónde crees que vas? ¿Quién te parece que soy; Miami o Brasília? … Ya sabes, si quieres disfrutarme debes mirar atrás, y aunque parezca que ya no estoy, recuerda que yo estaba aquí cuando tú eras bosques, montañas y volcanes… porque mañana es hoy, y los Ulises nunca se confunden”… ¡¡Prego!!!

 

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