Trabajos eran los de antes

Foto cortesía.

Por El Lector Americano

Túnez, 17 de marzo de 2023.- Hace unos cuantos años conocí a un editor de prensa que siempre pensaba en el futuro inmediato. Escribía entre 20 a 25 artículos por mes, sin contar los que hacía, copiándose a sí mismo, para hacer unos morlacos extras. El tipo trabajaba con otros colaboradores pero todo finalmente requería su toque final. Y así durante casi treinta años, “siempre él tiene la última coma”, me contaron varios colegas del gremio. El tipo era súper creativo y aunque le presentasen cualquier idea disparatada, sabía cómo encontrarle la vuelta y algún motivo para que el texto, el concepto, se destacara elegantemente en una edición. Pero llegaron tiempos de cambio, o así lo notó él, porque la nueva camada de diseñadores, y “creativos”, empezaron a dejar de lado su buen ojo. Como cuando él hablaba frente a estos chicos, de porque tal cosa no va, y sí por qué van otras, pero esos jóvenes no dicen nada. Cruzan sus miradas, y lo dejan afuera. O si le responden es como si le estuvieran perdonando la vida. En ese entonces nuestro editor tenía 54 años y una sombra, insinuándose sobre el firmamento, le empezó a advertir su caducidad. La de ser, pronto, más temprano que tarde, un “YA FUISTE”. Uno más al cual sacar del mercado laboral, y humano.

Pero en esa época, los ‘90, nuestro hombre todavía estaba insertado y podía demostrar que le sobraba talento y capacidades para enfrentar la embestida de cualquier renovación ¿estética… tecnológica? Si por alguna reestructuración, de esas que llueven cuando cambian a un gerente, o dueño de una empresa, él todavía sabría presentarse a otra posición atractiva desde todo punto de vista. Y volver a pararse sobre la estela del éxito. Pero no. Cualquier alternativa tenía un “Ya Fuiste”, o el “Ya Fueron”… en cualquiera de sus conjugaciones verbales u oraciones de la realidad. Y él supo que le podía poner la firma que así sería. Porque no es una fecha de vencimiento, como la de los envases de crema. No. Tampoco que te tienes que ir porque te están jubilando. Aquí te están retirando. “Ya fuiste”… como un proceso de oxidación subliminal que se instaura mientras todavía estás ahí, adentro, y eres parte del equipo o entre los más cercanos, los de arriba y los de abajo, empiezan a ignorarte.

Y así, de las reuniones alrededor de la mesa del “conference hall” nuestro hombre sale contento, creyendo que le escucharon porque se rieron y “recordaron” los épicos trabajos que hicieron juntos. Pero lo cierto es que su peso o participación en proyectos futuros tiene una incidencia menor.

Esto no ocurre cuando efectivamente si estás en baja, biológica e intelectual o creativamente, sino a cierta edad, e incluso cada vez más joven. ¿Habrá que atribuirlo a que se dieron cuenta de que tu visión de las problemáticas no capta algunas dimensiones en la que crece y vibra la cosa, el negocio? ¿O a que la realidad, llámese mercado o alcanzar objetivos, requiere neuronas frescas, dominadas por el ímpetu de triunfar, siempre listas para adaptarse a lo que venga y darlo todo con tal de ganar? ¿O qué tú no “captas” la onda? El tema es que si ya te montaron el subtítulo del “Ya fuiste…”, los demás te verán como alguien que estás desactualizado y te vuelves previsible. Tu trabajo ya no despierta el interés que tuvo. Ya fuiste, es tu segundo nombre.

El origen…

En el rincón del vago descubrí que esta expresión “Ya fuiste…”, viene de a fines de los ’70. La usaban los rockeros para referirse a sus colegas establecidos. Los tipos de mediana edad que ya habían exprimido con éxito una fórmula –un sonido, un look, algo que lo distinguiera de la manada–, y querían seguir sacándole ventaja. Se la usaba despectivamente para tirar abajo a bandas importantes, y otras que pronto perderían convocatoria. Y ventas. Como anticipo de la decadencia o desgracia. Incluso si se deconstruye la expresión, Ya fuiste, también expresa cierto respeto, gracias al doble significado, pues reconoce que en otro momento también estuviste en alguna cima, aunque ahora no. También deja abierta la posibilidad de que vuelvas sin necesidad de algo nuevo, digamos como un “revival” de una época, y te lleves algún reconocimiento. Con todo, no deja de ser un pedido de que te vayas por favor, de una vez, y dejes el lugar a otro “valor”.

Foto cortesía.

Pero en los ’70, los jóvenes también no solo usaban esa expresión porque quisieran dejar “afuera” a los más grandes, sino porque sabían que al menor descuido los que venían después de ellos les harían lo mismo. De ahí que la expresión tiene una directriz de urgencia, pues también debe entenderse que se quiere ‘tenerlo todo ya’, de “ser hoy”, antes de que mañana sea tarde.

Bis/…

Pero nuestro amigo perseveró porque de niño había tenido una vida dura y entonces, a sus 55, él reconocía, que no había tenido el suficiente éxito como para que su nombre fuera popular o un valor agregado. Más allá que el Ya fuiste, le pisaba los talones, él la seguía peleando. También me dijo: mejor que ser un Ya fuiste que un don nadie, un invisible, o un perdedor, uno que se quedó, y que está acabado. U otro de esos que nunca fueron (Ya fuiste). Captar esa diferencia ayuda a atravesar la barrera del narcisismo herido. Te ayuda a no autolimitarse y asumir la etapa con el mismo entusiasmo de siempre, como si ser y estar en este nuevo rol de veterano fuera otro de tus proyectos –el bueno– y estuvieras riendo al verte en él.

(Sí, Ya fuiste, también puedes ser tú…).

Pero lo cierto es que nuestro hombre se emociona solo con lo que verdaderamente le emociona, no como cuando debía fingirlo. No lucha para volver adonde estaba. Hasta tiene cierto permiso –el que te dan los años– para arriesgar cada vez más. Pasa revista a su identidad, o al personaje que pudo haber sido. Sin necesidad de reinventarse, ni reciclarse totalmente. Hasta puede empezar, como aquellos viejos pintores orientales que cuando triunfaban en una ciudad se iban lejos, adonde nadie los conocía y empezaban de cero, nuestro amigo querer ser otro.

Colofón y cerrando

Tiempo después supe que mi amigo se reinventó. Me recordó la intensa complejidad emocional que vivió en la década de los ‘90. Los paralelismos y las ambigüedades, como un poderoso estímulo de vida, que a fecha de hoy viven muchos colegas nacidos en los ‘60. De que como editor y periodista, se acopló a esta nueva vida que el siglo XXI le dio. Aunque me cuenta que esta realidad a veces él no la comprende, y esto es parte del enigma desestabilizador que significa zambullirse en una identidad nueva después de los 50 años. Lo cierto es que el suspenso le marca a cada instante, y la novedad desde ahora, no debe tener memoria, como un hombre sin pasado que debe enfrentar si quiere ser otro que, a su vez, huye de sí mismo. Seguramente, en sus mejores momentos nuestro amigo supo fascinar, y aquí, en este presente, probablemente, esté en parte “reinventándose”, para alcanzar una dignidad que le fue arrebatada. Esta austeridad de vida, que es de lo que me habló, se instala en mis pensamientos tal vez porque nunca antes había conseguido establecer una conexión “funcional”, de una claridad causal tan reprochable del “Ya fuiste”, y la situación desconcertada en las personas y su entorno, y el vacío que contiene. O también entender un fantástico reto de vivir la existencia de otro, él, uno mismo de nuevo, pero absolutamente desconocido, y a veces, igual a él, uno también. Sintiendo que en la vida siempre se aprende, pero a veces no puedes darle un nombre. Creo…

¿O tú Ya fuiste?..

 

 

 

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