Trump espera compartir la gloria del Nobel con Rigoberta Menchú

Foto: Lenin Nolly/MLNews

Por Néstor Ikeda, excorresponsal de Associated Press en Washington, DC

  • Menchú representa a los sin voz; Trump a quienes siempre tuvieron el micrófono y poder.

  • María Corina Machado puede ser la convidada de piedra en la premiación 2025

El Premio Nobel de la Paz tiene un valor simbólico incomparable. Puede legitimar una causa o cuestionarla. Puede dar voz a los olvidados o lavar el rostro de un conflicto o de un político. Donald Trump, con su estilo frontal y su instinto mediático, ha logrado algo que pocos presidentes consiguieron: poner su nombre en el centro del debate global… una vez más. Pero en la historia del Nobel, la paz no se mide solo por estrategias, sino también por la profundidad ética de sus actores. Y ahí es donde la comparación con la guatemalteca Rigoberta Menchú o la venezolana María Corina Machado, más que incómoda, se vuelve reveladora: Menchú representa a los sin voz; Machado es la resistencia democrática y Trump el ejercicio del poder en su propia narrativa.

Pero, en la historia del Premio Nobel de la Paz, la paz no siempre la hacen los poderosos, sino quienes se niegan a dejar de creer en ella. Trump negocia; María Corina resiste y Menchú persiste. Y la historia del Nobel nos dice que se ha premiado más veces la resistencia que la transacción y opulencia.

Entonces, si se mantiene la lógica histórica del Comité Nobel, María Corina Machado tendría hoy más argumentos morales, simbólicos y contextuales para ser tomada en cuenta que Donald Trump. Aunque ambos son figuras controversiales, solo una de ellas representa —por ahora— una causa y no solo una táctica de escritorio.

Mientras Donald Trump sugiere que su papel en acuerdos de paz internacionales lo hace merecedor del Premio Nobel de la Paz, resurgen comparaciones inevitables con otros laureados, tanto poderosos como vulnerables. Nadie cree que el presidente estadounidense, con su estilo transaccional y polarizante, encaja en el mismo grupo donde figuran personajes como Nelson Mandela, Juan Manuel Santos o la propia indígena Menchú.

Paz desde el poder o desde la resistencia

Trump no oculta sus ambiciones: quiere mantenerse en la Casa Blanca hasta por un tercer mandato y también dejar su nombre inscrito en la historia diplomática con letras doradas. En cuanto ha mencionado su rol en los acuerdos de cese de fuego entre Ruanda y Congo, Irán e Israel, e incluso en la contención de tensiones entre India y Pakistán, sus círculos cercanos no han tardado en sugerir: Trump merece el Nobel de la Paz.

Pero… ¿lo merece realmente? Más aún, ¿puede su figura—tan confrontacional y notoriamente divisiva—compartir espacio con los grandes laureados del pasado?

La historia del Nobel ha demostrado también que el galardón no es inmune a la política. Desde Henry Kissinger hasta Barack Obama, ha premiado de visionarios a negociadores pragmáticos, y generado controversias al hacerlo. Pero también ha reconocido a quienes, desde el sufrimiento o la resistencia, lograron simbolizar un ideal de paz más humano y colectivo.

El Nobel a los poderosos

En los más de cien años de historia del Premio Nobel de la Paz, cuatro presidentes estadounidenses lo han recibido: Theodore Roosevelt (1906), por mediar la paz entre Japón y Rusia; Woodrow Wilson (1919), por impulsar la creación de la Sociedad de Naciones; Jimmy Carter (2002), por su labor humanitaria y específicamente su trabajo en los acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel; y Barack Obama (2009), por su enfoque multilateral prometedor, aunque prematuro. A ellos se suma Henry Kissinger, galardonado en 1973 por su papel en la salida estadounidense de Vietnam, un premio tan polémico que llevó a dos miembros del comité a renunciar.

Trump se postula dentro de esta corriente: la del político fuerte que busca inmortalizar una jugada geopolítica como un gesto humanitario. Sus seguidores apuntan al acuerdo Congo-Ruanda como prueba tangible. También destacan la tregua en Medio Oriente y su influencia sobre India y Pakistán. Pero sus críticos recuerdan que, en todos esos casos, el proceso fue incompleto, no participativo o de escasa duración.

El Nobel a los sin voz

En contraste, Rigoberta Menchú, indígena k’iche’ sobreviviente del conflicto guatemalteco, recibió el Nobel en 1992 por convertirse en símbolo de la resistencia y visibilidad de los pueblos indígenas de América Latina. Su autobiografía, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, conmovió al mundo al exponer los crímenes cometidos por el ejército guatemalteco durante décadas de guerra civil.

Menchú no tenía un ejército, ni un palacio, ni siquiera un legislador. Tenía su voz, su memoria y su causa. Y por eso fue premiada. Fue el reconocimiento a los sin tierra, a los sin micrófono, a los que durante siglos no fueron considerados actores políticos.

Foto: CNDH.org.mx
América y su legado Nobel

El continente ha ofrecido al mundo laureados de alto calibre: Carlos Saavedra Lamas (Argentina, 1936), por su mediación en la Guerra del Chaco; Óscar Arias Sánchez (Costa Rica, 1987), por su plan de paz centroamericano; Juan Manuel Santos (Colombia, 2016), por firmar la paz con las FARC. En todos los casos, el galardón reconoció procesos duraderos y multilaterales, no simples pactos bilaterales.

Trump ya ha sido nominado por legisladores noruegos y aliados europeos. Es probable que vuelva a figurar entre los candidatos en 2025. Pero el Comité Nobel es sensible al contexto internacional, y tiende a evitar que el premio se convierta en un instrumento de campaña electoral o polarización ideológica.

A diferencia de Menchú, cuya nominación fue celebrada por movimientos sociales y organismos de derechos humanos, una eventual premiación a Trump dividiría a gobiernos, instituciones y medios.

Surge entonces como legítimo y oportuno el planteamiento sobre María Corina Machado como potencial candidata al Nobel de la Paz, especialmente en un contexto en el cual la paz no se define solamente por tratados firmados, sino también por la resistencia cívica frente al autoritarismo.

¿Merece Machado ser considerada candidata al Nobel?

La dirigente venezolana de la oposición al autoritarismo del presidente Nicolás Maduro, tiene argumentos a favor y en contra. A su favor figura su resistencia pacífica y sostenida, pues desde hace más de 20 años, ha sido una de las voces más firmes en defensa de los derechos civiles y políticos en Venezuela. Ha optado también por la vía electoral, jurídica y diplomática, incluso bajo condiciones de persecución personal, inhabilitación y amenazas y su liderazgo se ha mantenido dentro de la no violencia activa, y tiene reconocimiento internacional. Machado ha emergido como uno de los rostros más emblemáticos de la resistencia democrática en América Latina. Su oposición firme y no violenta a Maduro ha despertado en sectores internacionales la idea de postularla al Premio Nobel de la Paz.

Pero, entre los argumentos en contra, se menciona que su lucha, aunque es ética y valiente, todavía no ha logrado un cambio de régimen ni una transición democrática efectiva, como sí ocurrió en casos como el de Juan Manuel Santos o Lech Wałęsa. El Comité Nobel suele premiar resultados concretos de paz o reconciliación, no solo la denuncia o la resistencia moral, aunque hay excepciones. Y, por supuesto, en Venezuela hay sectores de la oposición que la consideran divisiva o inflexible, especialmente por su postura crítica frente al diálogo con el chavismo.

Algunos observadores internacionales podrían ver su figura como más política que pacificadora, pero eso también se dijo de Mandela o Arafat en su momento. La birmana Aung San Suu Kyi fue premiada cuando era símbolo de resistencia; años después, su reputación decayó por su rol en la crisis rohingya. Esto recuerda que el Nobel premia una etapa, no una carrera completa.

Si alguien se pregunta si Machado puede ser candidata al Nobel, la respuesta es sí, si se considera el premio como un reconocimiento a quienes resisten sin armas y con integridad frente al autoritarismo. En ese sentido, su caso encajaría con otros precedentes en los que se ha valorado la fuerza de la conciencia sobre el poder. ¿Está Machado lista para recibirlo hoy? No del todo. El Comité Nobel suele requerir que esa resistencia se traduzca en impacto transformador —libertad de presos, procesos de apertura, acuerdos nacionales— y no solo en testimonio ético. Pero si en los próximos meses o años su liderazgo se convierte en el eje de una transición democrática pacífica, su nombre podría entrar con fuerza en las nominaciones.

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