Vidas paralelas en Túnez

Foto: Yanko Farias.

Por El Lector Americano

Túnez, 3 de octubre de 2922.- Al salir de la puerta de mi casa, aquí en Túnez, la vida es un torbellino. Adentro, la tranquilidad de mi música, y el bendito aire acondicionado; afuera, el gran circo del mundo Magreb, el sol que arrasa, la necesidad y el esplendor de los artesanos. Es 2022. Hay una mujer tirada a las puertas de una panadería, pregonando una de las marcas tácitas de la democracia tunecina que está en perfecto estado de rebelión interna: pide dinero para comer y es anciana… y más allá, la locura en las calles la puedes sentir guiando tu carro.

Todos —incluyéndome a mi— hacemos, practicamos nuestras propias reglas de tránsito. Pero ésa es otra cosa. Adentro, en los barrios, poblados, y callecitas sin Medina cercanos de Túnez, unos años antes, en 1980, así como un Hamlet del desierto, Habib Bourguiba dudaba de cómo es, como era cimentar un país moderno pero no tanto. Tenía claro que afuera había una crisis social, de identidad, y que para adentro, un gobierno de mano dura no necesariamente significaba dictadura. Porque lo cierto, así debe haberlo sentido este líder del Túnez moderno, algo estaba podrido y putrefacto, y no hacía falta irse hasta Dinamarca para corroborarlo.

Porque a contramano, tanto Hamlet, como Habib Bourguiba no solo era un nombre, e incluso un hombre, o una corona en disputa, o una voz, sino también un deseo, un camino y la acción política. Por eso es más, y se extiende en una voz inolvidable, donde supieron desfilar otros nombres encantadores: Zine El Abidine Ben Ali, Hédi Nouira, y Mohamed Ghanushi. De esa época son los niños aventajados de entonces, los hijos de padres cultos y de izquierdas y, sobre todo, seguidores de Bourguiba, que vieron en este líder un tipo Hamlet de 1980, a veces sumergido en un estilo de gobierno errático, pero también amplio, como esos Planetarios oscuros y estrellados, que te sumerge en el misterio del mundo. Y afuera, al sol, el lugar donde las mujeres empezaron a existir en este lado del mundo.

Esa especie de éxtasis de sensual fascinación que hoy llamamos paridad de géneros. Después esos niños crecieron y casi todos fueron desertando del escenario político, porque sucumbieron al mundo de los negocios y al libre albedrío lleno de desprotección en la apertura, o el cierre, más enérgicamente “democrático” de Zine El Abidine Ben Ali. De esa época, se dice, que las calles de Túnez, nunca más vieron caminar a un Mitterand (juran que estuvo aquí), pero eso sí, por años y años, meses calientes y semanas húmedas, los políticos siguieron pasando por la puerta del circo tunecino, asistiendo a cambios en la acción política, y hasta revivieron a Bourguiba, pero ahora en billetes, fuera de circulación arrugados, de 1 y 1/2 Dinar. Y también lo vieron en banderas, afiches, y en películas mal hechas (digan lo que digan, no lo han ensalzado tanto como se lo merece… con bombo y redoblante: ¡Perón, Bourguiba… un solo corazón!… ¿parece mucho?), cuando este hombre tuvo su corazón tan cerca del desierto.

Foto: Yanko Farias.

Volver a las fuentes …: si estos hombres de hoy, niños de ayer, volvieran a la adolescencia y a la biblioteca familiar, allí encontrarían una clave. Porque hay algo en los libros de Emilio Salgari, en la cara de Salgari torturado en las cubiertas de esos libros ya un poco polvorientos, del llamado consumismo anfibio y trashumante y sus satélites. Claro, dirá otro, Bourguiba era Camusiano, por Albert Camus, y esto cambia entonces mirar la historia desde París, o las tristezas de Argelia, para arrancar este siglo allá por los años cuarenta y algo. Así es como por estos lados Bourguiba era el joven Albert Camus. Y ya que estamos Emilio Salgari era el Ben Ali y, por supuesto, Pierrot. Al final Bourguiba era de verdad un libertario. Y Túnez era el jardín del Magreb. ¡Qué novela me estoy leyendo, oye!

Bajo dos cambios… Los niños tunecinos de los 80, desde chiquitos escucharon hablar sobre el Túnez independiente, de Bourguiba, y de Claudia Cardinale (esa chica rubia nacida acá y criada allá), y de Bourguiba otra vez. Pero fue solo Habib el que tenía todos los atributos para encarnizar la figura de padre de la patria, y consumar la rebeldía juvenil contra la cultura que supuestamente representaba París. Y para colmo, la presión de todos los que en susurros desaprobaban su estilo rocambolesco, barroco de gobernar, su faceta tipo Rey Lear, y su manía de ser como un león, ese Bourguiba juvenil, con la burguesía criolla, que se dejaron ganar por la media carambola de su socialismo sin énfasis (después lo criticaron por ser muy socialdemocracia, o acercarse mucho al realismo soviético!), y también los que se hartaron de su “reformismo”, de ¿qué es eso de hacerse el Hamlet en Túnez? En fin, eso y más. Ni qué decir del Rey Lear de morondanga.

Lo que me toca… Al final yo no estaba tan lejos de eso, pero… a los 15 años fui imantado por esa voz de Radio Moscú. Y cada vez que supe de los nacionalismos, o independentismos del colonialismo en África, pero sin Z, o en todo el Tercer Mundo, me pasó muchas veces, que esta ceremonia informativa me generó discusiones con mi padre, cierta definición de “buenos amigos” acompañando a la distancia los procesos históricos. Y leyendo noticias de allá para acá, que era mi propio proceso independentista del yugo conservador de mi propia familia en plena dictadura. Porque saber de Argelia, El Congo, Libia, Irán, o Túnez en el escenario mundial, era enfrentarse a un imán centrípeto. ¿Demasiado intenso? ¿Autocomplaciente a veces? Lo que quieran: pero era un imán que te agarraba de aquí. Sí, allí mismo.

Adentro otra vez… Y pasa que en los últimos años, este acercamiento total al conocimiento “suavecito” de caminar los rincones de Túnez por estar aquí, a veces se vertebra con tu vivencia portátil, aprendes un poco a reconocer en Habib Bourguiba. A reconocer su voz y figura, que sumada a su inteligencia luminosa para hablar a su gente, y –dicen los que conocieron su lado humano– que era el hombre menos pomposo del mundo, muy divertido y chispeante. ¿Se le podía pedir más a un solo hombre? No sabría qué decir. Porque tampoco es mi papá, ¡ojo! (…) Aunque me imagino, como el mismo Bourguiba debe haberlo pensado, que al final todos somos como un árbol. Que los árboles también mueren, y no se cuestionan mucho, y tienen raíces y son hermosos y útiles. Pero mueren. Pero dejan raíces y rizomas. Y salen brotes buenos, buenísimos, y seguro yerba mala. Y esto lo digo porque estos últimos tres años, que se han muerto muchas personas valiosas, y en los medios esto funciona como una extraña mezcla de emoción y absurda adrenalina, y gargantas apretadas, la muerte se ha hecho fatua. ¿La muerte ya no se acuerda de quién es quién? ¿O acaso la historia, la ficción y la realidad se reinventan mutuamente, en episodios, y los personajes reales que pueblan las necrológicas se vuelven fantasmas sin transición? Un dictador que no duerme más de veinte minutos, un turista que va a una ciudad de frontera creyendo ser uno y llega siendo otro, o la historia de un país en quiebra, robado por años por sus políticos, también es la muerte. Y todos estos años secretos de Túnez, a veces con el puente cortado con París; o la fábula protagonizada por uno que conozco, que al final era un verdugo que cocina huevos fritos, y vive en La Medina para cubrirse su rostro del quicio del olvido.

Foto: Yanko Farias.

Bajo la cortina… Lo cierto es, que estaba llevando adelante una especie de investigación emocional y hasta moral en mi propio pasado mientras descubría el vasto y misterioso mundo de Túnez. Ahora, a casi dos años de vivir aquí, pienso que tengo una deuda. Aquí es donde más encerrado he vivido, donde menos gente he conocido realmente y, sin embargo, estos casi dos años se me han llenado de vidas paralelas y, es dable decirlo, es cuando más he moldeado gran parte de mi imaginación telúrica de gentes.

Por eso y más, salir de la puerta de casa, aquí Gammarth, Túnez, dejó de ser una acción mecánica… Adentro, al interior de nuestras casas la vida cuidada, afuera el gran mundo, y en una zona borrosa, intermedia, como los sueños de Habib Bourguiba, y Camus, y todos los demás personajes, si abres tu tranca mental, estoy seguro que podrás saludar desde el centro del mundo antiguo a la memoria del futuro, y a Haníbal, siempre atento para quebrar el sitio…

 

 

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