Vivir en Túnez

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Por El Lector Americano

 

Túnez 11 de abril, 2023.- Con motivo de vivir en Túnez hace ya casi dos años y medio, y en ramadán (tradújese: desde que sale el Sol hasta cuando se guarda, sin agua ni bocado) se me ocurrió hacer un examen de conciencia con el objeto de determinar qué es lo que más me gusta e irrita de este país, cuyo nombre anda en boca de tanta gente demagógica; extranjeros y tunecinos que viven en esta bendita tierra, y con todo, me permito refutar tanta opinión viperina cuando ni viven acá. Porque es así, este es el lugar donde vivo, primero, único y final. Y la verdad es que mientras más lo pienso, y me enojo con cosas de este país, y más viajo a Roma, París, Madrid o Barcelona, más pro tunecino me siento. Créanme lo que digo.

En primer lugar debo admitir que geográficamente hablando, Túnez no tiene distancias ni peros. Oye, hay de todo, aunque no tanto si es ramadán. Hay precipicios, llanuras, montañas, desiertos, bosques, ríos de sal, y mares, calles y avenidas que se desbordan si llueve mucho, playas, hoteles tres estrellas nunca cinco, y calles sin salida. Muchas calles sin salida. Todo esto con un clima relativamente bueno y caluroso en verano. Re caliente se podría decir. Pero sobre todo, hay dónde escoger. Si no le gusta a uno el calor, se va al frío de estos días. Si no le gusta a uno la montaña, que quedan algo lejos, te vas a la Medina, qué cara!!

Pero como yo quiero a Túnez, me siento autorizado de decirle mi verdad… Sí, algunos detalles o defectos.

(¿Quien no, ah… a ver… sí usted?)…

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El principal y primero de ellos es el estar poblado por muchos tunecinos, muchos de los cuales están algo cabreados y con signos de complejo (hidráulico) por esto y lo otro, o indiferentes en las calles, del tipo “dametodo”, o soberbios e intolerantes. Ah, y me he dado cuenta que son muy habladores, pero en tunecino, que es un idioma –el otro día me enteré– que es una lengua fundamentalmente oral.

Esto último, o la mayor parte de los malos entendidos, que son responsables, en parte, de que algunas cosas sean indescifrables , cuestión que yo —la verdad— no le veo cambio ni a corto ni a mediano plazo. Más sí destácanos que este es un pueblo anterior a América pan pan americano e incluso a Francia.

El tunecino es díscolo. Este rasgo no tiene nada de inexplicable. Raro sería que no lo fuera. Una buena parte de los tunecinos vive del humor del gobierno de turno, que es como vivir con tu mamá hasta los cuarenta años, casado con hijos que, como sabemos no es lugar propicio para desarrollarse cuando es adulto. Pero también hay otro grupo, más numeroso, que está frustrado por su ocupación: el que aprendió a hacer mecánica de autos Peugeot tiene que trabajar de vigilante de barrio rico; el que era bueno para las matemáticas, vende dulces o pan baguette tradicional; el que estudió psicología, maneja un taxi re contra chocado, y todos, absolutamente todos, saben que el único que prospera es el que tiene dinero, el que corta el bacalao, o reparte la harissa con aceite del bueno, que es algo de lo que muchos no tienen, y que por consiguiente están condenados a pasar la vida nadando y ensayando sonrisas al pariente “exitoso” para no ahogarse en el mar de los Sargazos.

Y por si fuera poco, el tunecino es por lo común de estatura media, flaquito y morocho, o en su defecto, chaparritas, gorditas y pálidas, y se pasa la vida entre anuncios de publicidad venidas de países petroleros, o Francia, en los que aparecen gentes rubios, blancos y largos, que corren por la playa, manejan coches deportivos y beben cerveza. ¿No es para estar enojado? Oye, aquí hemos encontrados muchos primos de Chile, la Argentina profunda tipo “Kun” Agüero y las doñas y dones de Puerto Rico.

El tunecino, como todos los pueblos educados en una ética musulmana rigurosa —hoy creo cuestionada desde el poder político—, está convencido de que el mundo está lleno de buenos y malos. Los buenos somos ellos y los malos los otros. El siguiente paso del razonamiento consiste en suponer que todo lo que viene de fuera puede infectarles o pervertirlos, o, lo que es más serio en términos tunecinos, o hacerlos infieles. Aún cuando esto último es para sectores creyentes, los otros también lo creen. Así han nacido varios instrumentos legales profilácticos de ojito!!! Ojo!, cuya función puede ser algo xenófoba, pero brota de lo más profundo del alma tunecina, que de por sí quiere meterse en lo que no le importa y borrar lo que le molesta. Casarse con una tunecina aparte de ser caro, es re jodido hacerse de papeles, DNI, para habitar como todos los demás esta parte del Magreb.

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El tunecino del ‘dametodo’, como dije más arriba. ¿Por qué es así? Probablemente por la necesidad atrasada, los imperios que pisaron, invadieron, esta tierra. La mayoría de los tunecinos han visto tiempos mejores, como lo fue el gobierno algo autocrítico de Zine El Abidine Ben Ali, y la mayoría, también, espera ver tiempos de apertura y desarrollo como lo fue en el pasado con Habib Burguiba. Esto hace que un policía parado en una esquina cualquiera sea detestado por todos los automovilistas que pasan, y al mismo tiempo, envidiado por muchos. El tipo de controla el tránsito, está allí para sacar el diezmo.

Además de necesidades atrasadas, el tunecino tiene muchas querellas a cuestas. Sabe que vivir en el sur de Italia no es la mar de la felicidad, y por eso vive en un mundo virtual, quiere volver a Roma, o a Palermo, pero allá lo estigmatizan como el pobre inmigrante, que es, y acá lo rechazan porque volvió a a veces con otro idioma, o costumbres. Esto lo hace forzar la entrada en la vida. Avivado afuera no sólo con dinero, sino con posición, por eso finge que no ve la cola y se mete directo en la fila del supermercado Carrefour cuando yo estoy queriendo pagar. O da la vuelta, o cambia de carril e incluso contra el tránsito en una carretera con el carro o un camión, donde le conviene y causa un conflicto de tránsito; si es político o policía o milico, directamente se caga en los ciudadanos, o da una asonada militar cada vez que puede, en venganza de todas las vejaciones que le hicieron antes y en preparación para los desastres que puedan venir.

Avivados, como dije, sobretodo los capitanes de las empresas de alimentos (aquí el gobierno subsidia la leche, la harina, el azúcar e incluso los cigarrillos) que sube los precios por si aumentan algo los sueldos. Y si es taxista-colectivo, se empeña en cargar siete pasajeros, y si es peatón se empeña en cruzar la carretera en cualquier lugar, o subirse en un bus en el cual no cabe por si ya no pasa otro nunca jamás. Por eso los taxis no son un lujo. Aunque algo sucios por dentro, y por fuera, siempre van hacia adelante a lo de la panadería de la 23.

Además de acelerados, los tunecinos son quejumbrosos, y peor, están satisfechos, por eso te dicen: “Si Dios quiere”, o “’iin sha’ allah: ojalá”, para justificar algo que pasa o pasará. Lo cual puede ser mentira, pero no importa. Y esto me trae a la memoria lo que me dijo un sabio: “que todos los defectos de un pueblo se traducen en frases hechas”. Por eso en Túnez subsisten “fuerzas oscuras” tratando de fomentarlos, desde hace miles de años.

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Por eso es dable decir que Túnez, y su gente, es un entretejido humano, como si a su vez toda esta humanidad fuera una red, que está conectada con interferencias, y todo el mundo antes de ser contemporáneo hubiese recalado aquí. Por no pude dejar de pensar en lo cuesta arriba que resulta ser la vida del tunecino, y en el género femenino, en el ir y venir de las mujeres laboriosas de otros tiempos que sostienen al país. Como hace muchísimos siglos atrás, estas mujeres dedican su tiempo a la labor y la meditación de “un futuro mejor”, imprimiendo amor o piedad, en sus gestos públicos. Con todo siempre son amables. Y como en ausencia, parecieran invocar la figura materna ausente cuando cada noche en este ramadán romper el ayuno a la hora del iftar, que porta con destreza inapelable la mano amorosa de la mujer que alimenta a su familia.

Salí a darme una vuelta por Gammarth, y se me fueron apareciendo todas estas imágenes que escribí, me fui mirando pero después de algunas horas volví. Aquí es primavera pero hay viento que refresca. Llegué de vuelta a casa, dejé mis cosas y busqué este texto. Ahí estaba, parpadeando edición, con palabras vertebradas sobre la última revisión (que ahora era la décima), sólo que esta vez había algo distinto: una corriente de aire que entraba por el pasillo me indicó que los vientos de este pueblo soplaban modificando su forma de ser, los gira y los alza hacía el danzar de un fuego fatuo, o brillante de lo que fueron o serán. Ya no es un país con una estructura social y cultural estática como la primera vez que la vi hace casi dos años y medio. Desde mi ángulo actual, un pequeño gesto impulsado por esta fuerza natural de la inestabilidad de su cotidianidad me ha mantenido cautivo durante todo este tiempo. Decidí entonces sacar mi celular y sacar fotografías desde lejos. Y no conforme con el resultado las borré. Volví a fotografiar, y mientras hacía todo esto de forma automática de repente me di cuenta: todo este pueblo a pesar de ramadán estaba en movimiento. Mis pensamientos fluían, iban y venían, el tiempo fluía, el mundo fluía y se modificaba como fluían y se modificaban las formas de cómo la red tunecina influía en mi. Apagué mi teléfono y caminé hacia el borde del Mediterráneo y en un bote imaginario también me fui.

 

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