Por Teresa Gurza
Por mala suerte o equivocadas prácticas, la derecha chilena ha tenido que cambiar dos candidatos a la presidencia en menos de tres meses.
El primero fue Laurence Goldborne, ex ministro del presidente Sebastián Piñera y responsable del exitoso rescate de los 33 atrapados en la mina San José de Antofagasta; quien renunció porque envió recursos propios no declarados a paraísos fiscales, y cuando era gerente de una tienda, se estafó a los clientes.
Lo suplió Pablo Longueria, quien tras una vida entera queriendo ser presidente de Chile y ganar el 17 de junio las primarias de su sector, se bajó de la candidatura por una fuerte depresión.
Los cambios provocaron que el cómico televisivo YerkoPuchento dijera “tienen tapizado Santiago de carteles, y ninguna foto sirve. Por último, sáquense una foto grupal y pongan: ‘cualquiera de estos hueones será candidato’”.
Eso junto a otras irreverencias y simular que fumaba mariguana en pleno show televisivo, podrían ocasionar que el Canal 13, antes propiedad de la Universidad Católica y actualmente del millonario Andrónico Lusik, perdiera la concesión.
Y ahora, mientras Piñera pide perdón a los chilenos porque fue mal hecho el censo del 2010 y se cierra sin procesados el Caso Riggs que juzgaba la malversación de 17 millones de dólares hecha por Pinochet y los obscuros negocios y pasaportes falsos de su mujer e hijos, la derecha eligió como candidata a Evelyn Matthei de 59 años, que enfrentará a Michelle Bachelet de 62.
Militante del Partido Socialista, Bachelet fue ya presidenta en el 2006 postulada por la Concertación que gobernó Chile durante 20 años y perdió las elecciones en el 2010 frente a Piñera, llevando de candidato al socialdemócrata Eduardo Frei.
Desaparecida la Concertación, Bachelet es postulada por Nueva Mayoría, que incluye gran parte de la centro izquierda; de la Democracia Cristiana al Partido Comunista.
Matthei corre por la Alianza por Chile, que integran la Unión Demócrata Independiente, partido de Piñera, y Renovación Nacional, entidad más derechista y que optó seguir a la UDI “porque presentar dos candidatos sería un suicidio”.
Ambas son hijas de generales de aviación que fueron muy amigos y estuvieron después en trincheras opuestas: el general Alberto Bachelet en contra de Pinochet; el general Fernando Matthei a favor.
Además de la amistad entre sus padres, que compartían el gusto por el deporte, la literatura, la jardinería, y la música clásica, Bachelet y Matthei tienen en común una infancia rodeada de militares y haber residido al mismo tiempo en poblados del norte de Chile.
Pero, el general Bachelet murió en 1974 preso y torturado; y el general Matthei, tuvo cargos en el gobierno pinochetista.
Arrepentido, confesó en el 2003 “nunca fui a visitarlo ni al subterráneo de la academia de Aviación donde estuvo preso ni a la cárcel, y me avergüenzo de ello porque primó en mí la prudencia por sobre el valor”; y agregó que enterarse de su muerte “fue un golpe muy duro”.
Años más tarde, intercedió a favor del regreso a Chile de Michelle y su madre Angela Jeria.
Fue el general Matthei, el primer integrante de la Junta Militar en reconocer el triunfo del NO que en octubre de 1988 tumbó a Pinochet; lo que pese a las resistencias del dictador, detonó el reconocimiento oficial del resultado a favor de la democracia.
Es por toda esta historia, que siendo Ministra de Defensa del presidente Ricardo Lagos y presidiendo un desfile, Michelle se acercó al general Matthei y lo llamó tío Beto, empleando la cariñosa forma chilena para tratar a los amigos de los padres; y su madre sigue considerándolo buen camarada de su marido.
Hoy las hijas, encarnan proyectos distintos.
Bachelet promete cambios radicales; entre ellos, una nueva constitución que reemplace la aún vigente de Pinochet; educación gratuita; incremento de impuestos a los que tienen más, y aumentar lo que los explotadores de minas pagan al Estado.
Matthei, mal hablada y de carácter fuerte, representa los intereses de los que quieren que nada se mueva; está contra alzar impuestos y ve imposible que en Chile pueda haber educación superior gratuita.
Sin embargo como ministra del Trabajo de Piñera, se enfrentó a los patrones al insistir y lograr incrementos en el salario mínimo y defender derechos de jornaleros agrícolas y empleadas domésticas.
Para ganar en este país tan políticamente polarizado, tendrán que pelear por el voto del centro.