Por Odalys Troya
Para buena parte de la población salvadoreña es imposible olvidar la llamada Masacre del Sumpul, una matanza de cientos de personas inocentes perpetrada el 14 de mayo de 1980 por miembros del ejército.
El Sumpul, es uno de los ríos de mayor belleza en El Salvador y que hoy se disfruta de muchas maneras, pero al mismo tiempo es testigo silencioso de matanzas indiscriminadas de civiles ocurridas en los años del conflicto armado.
Al amanecer del 14 de mayo de 1980 en el caserío La Arada y sus alrededores soldados del destacamento militar Nº 1 de la Guardia Nacional y de la paramilitar Organización Democrática Nacional, apoyados por helicópteros, dispararon a mansalva contra sus habitantes.
Los militares realizaban desde el día antes una operación contra las guerrillas en la zona donde actuaron con violencia y excesos hacia la población civil.
Se cuenta que en esta vorágine de muerte, las mujeres sin tiempo para huir, fueron torturadas antes del tiro de gracia; niños de pecho fueron lanzados al aire para ser el blanco de bayonetas y disparos, y los adolescentes atados para ser fusilados.
Ante tanta saña, numerosas familias trataron de huir e intentaron cruzar el río Sumpul para refugiarse en Honduras, pero del otro lado las tropas hondureñas les impidieron el paso y los militares salvadoreños hicieron fuego deliberadamente sobre ellos.
Alrededor de 600 pobladores murieron, muchos ahogados, sobre todo los niños. El río Sumpul, en el departamento de Chalatenango, se tiñó de la sangre de los muertos inocentes.
Las tropas salvadoreñas no permitían recoger los cuerpos que quedaron a merced de la corriente y las aves carroñeras.
Los gobiernos de ambos países, incluso los observadores de la Organización de Estados Americanos negaron la matanza. Solo la diócesis hondureña de Santa Rosa de Copán hizo la primera denuncia.
Un informe de la Comisión de la Verdad presentado en 1993, señala que la masacre se perpetró en complicidad con los cuerpos militares de ambos países y las Conferencias Episcopales de ambas naciones también confirmaron los hechos.
Luego de 34 años, sobrevivientes y familiares de las víctimas aseguran que aún no han logrado establecer toda la verdad y mucho menos justicia o reparación.
Cada 14 de mayo en Las Aradas, se honra la memoria de centenares de personas asesinadas.
En 2012, la Secretaría de Cultura declaró el lugar como Bien Cultural protegido por la Ley de Patrimonio Cultural.
La resolución considera el valor histórico del sitio por el genocidio ocurrido, el valor social que le otorga el ser objeto de conmemoración anual, donde se involucran expresiones que evidencian el recuerdo implícito y la remembranza colectiva.
Fuente: Prensa Latina/ARGENPRESS.Info