EE.UU.: ser joven y negro es convertirse en blanco móvil de la policía

Por Emilio Marín

El imperio presume de ser la capital mundial de la democracia. Sin embargo desde mediados de año estallan más casos de «gatillo fácil» policial. Y eso sucede con un manto de impunidad similar al existente en otros países.

Al Departamento de Estado le será mucho más difícil que antes, y eso que ya era dificultoso, hacer creer la versión sesgada que presenta como Informe sobre los derechos humanos en el mundo. Tiene capítulos destinados al inventario de las violaciones a tales derechos en todo el planeta, con énfasis en los estados que Estados Unidos considera peligrosos o detractores suyos: Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Siria, Irán, etc. La excepción al paneo es Estados Unidos, que ve la paja en el ojo ajeno pero no las vigas en el propio…

Si esa forma de presentar el problema chocaba con el rechazo internacional, peor será luego de recientes y repetidos casos de «gatillo fácil» policial en ciudades estadounidenses. Eso demuestra que no se trata de un problema aislado o local.

En julio pasado fue asesinado un afroamericano, Eric Garner, en Nueva York, asfixiado por la policía mediante una llave de estrangulamiento. El hombre, acusado de vender cigarrillos sueltos, clamó al menos once veces «no puedo respirar» pero varios policías no aflojaron el estrangulamiento. El caso pasó a la justicia, que dudaba si imputar o no al efectivo por asesinato, a pesar que el uso de esas llaves de estrangulamiento había sido expresamente prohibido años atrás.

Mientras tanto se produjo otro caso mortal, esta vez a pura bala: el 9 de agosto un joven afroamericano, Michael Brown, fue asesinado en Ferguson, Missouri, por un policía que le disparó. Como un perro, Brown fue dejado cuatro horas sangrando en el pavimento.

Este segundo crimen motivó movilizaciones populares, sobre todo de la comunidad negra, pero también de gente de derechos humanos y sociales como Answer, miembros del clero progresista, agrupaciones de izquierda como World-Workers, de los medios contrahegemónicos como Amy Goodman (conductora del noticiero Democracy Now!), etc.

El alcalde y la policía de Ferguson, con refuerzos de la Guardia Nacional altamente militarizada, reprimió esas protestas y detuvo a decenas de manifestantes. Sin embargo la mecha de la movilización de esos barrios altamente reprimidos, por pobres pero también por el color de su piel, ya había sido encendida. Y se propagó a otras ciudades.

En el caso del joven Brown la indignación volvió a explotar en octubre, cuando el fiscal del condado de Saint Louis, Robert McCulloch, declinó acusar al oficial de policía Darren Wilson que había disparado y provocado la muerte.

Luego sucedió otro tanto con el oficial de policía Daniel Pantaleo, responsable de la muerte por asfixia de Garner: tampoco afrontará cargos.

 

Más casos en poco tiempo

Los policías que asesinaron a esas personas dieron sus versiones diferentes a los familiares de las víctimas y testigos. No les importó que en algunos casos, como el de Garner, hubiera un video de un testigo que mostraba en forma muy clara cómo sucedió ese crimen contra una persona desarmada. Brown también fue ultimado desarmado.

De todos modos, también hubo muertes donde esas falaces explicaciones policiales no tenían el más mínimo asidero. Tamir Rice, era un niño de doce años asesinado por la policía en la ciudad de Cleveland, Ohio, mientras jugaba dentro de un parque con una pistola de juguete. El testimonio de su madre, Samaria Rice, recogido por Amy Goodman, dijo: «Tamir era un niño brillante, tenía un futuro prometedor y era talentoso en todos los deportes: fútbol, fútbol americano, básquetbol. Tocaba la batería, dibujaba, le gustaban los videojuegos y era un excelente nadador. La comunidad lo adoraba, ayudaba en la escuela y en el centro de recreación, y todos lo querían».

Su abogado, Benjamin Crump, criticó que «no puede ser que haya niños jugando al ladrón y el policía en el parque y que vengan policías a llevarse sus vidas, porque no están preparados para enfrentarse a un niño con un arma de juguete».

Cómo habrá sido de impactante el asesinato de ese niño que, en las marchas de protestas, muchos de los entrevistados por los medios de comunicación, siendo jóvenes afroamericanos, y preguntados sobre qué más querían en la vida, respondían: «quiero llegar a los 18 años sin que la policía blanca me dispare y mate».

Si una sociedad así es el ícono de la libertad y democracia mundial es que se vive en el mundo del revés.

La justicia norteamericana deja mucho que desear, por defender a capa y espado a los uniformados de gatillo celoso, con fiscales íntimamente relacionados con los mismos. La gravedad de esa «asociación ilícita» es tal que el Fiscal General de Nueva York, Eric Schneiderman, solicitó investigar esos crímenes, luego de las decisiones de los grandes jurados de no imputar a los agentes policíacos. Schneiderman admitió que muchos neoyorquinos y estadounidenses creen que el sistema de justicia no es igualitario para todos, especialmente para las personas de color asesinadas por las fuerzas del orden.

Más recientemente otro afroamericano desarmado, Akai Gurley, fue muerto de un disparo por el oficial de policía Peter Liang, cuando se encontraba en un edificio de vivienda social en Brooklyn, Nueva York. Ahora un gran jurado investigará esta muerte y la familia de Gurley quiere que el alcalde neoyorquino, Bill de Blasio, un demócrata supuestamente progresista, tome ese compromiso de investigación. Sucede que su comisionado de policía es el tristemente célebre William Bratton, que entre 1992 y 1996 contrató el alcalde republicano anterior, Rudy Giuliani, como parte del Manhattan Institute, un reservorio de ideas y prácticas represivas urbanas.

 

Crece la resistencia

Hubo más personas asesinadas, afroamericanas y humildes: Ramarley Graham en el Bronx; John Crawford ante una tienda Walmart en Dayton, Ohio; Vonderrit Myers Jr., de 18 años de edad, en Saint Luis, por un policía fuera de servicio; Rumain Brisbon, baleado en Phoenix, Arizona.

Es una represión con un agudo sentido de clase y elevado contenido racista, con protección judicial y política, si bien ahora Barack Obama habría dispuesto un presupuesto de 75 millones de dólares para que parte de la fuerza policíaca de calle lleve en su cuerpo una cámara que filme toda su actuación.

Sin embargo, tal sería una aspirina incapaz de erradicar el cáncer represivo que crece en el abultado aparato policial. Y hay muchos otros presupuestos millonarios en sentido opuesto a aquél: el gobierno federal, luego de las reducciones de tropas en Irak y Afganistán, viene transfiriendo a las policías locales armamento pesado como vehículos blindados y tanques «en desuso» en aquellos frentes bélicos.

Se estima que ese armamento tiene un costo aproximado a los 5.000 millones de dólares y el tipo de armas largas y pesadas fue visto en la represión en Ferguson.

Lo interesante es que, en al menos un centenar de ciudades se han visto importantes manifestaciones democráticas y en reclamo de justicia contra los crímenes cometidos por policías. Como sucede en casos similares en otras partes del mundo, los manifestantes llevan pancartas con los rostros de las víctimas, piden cárcel para los uniformados y levantan sus manos como una señal de que están desarmados (gesto de varias víctimas que, no obstante, fueron baleados).

Para el próximo 13 de diciembre el reverendo Al Sharpton está convocando a una jornada nacional de repudio a esas represiones y en demanda de justicia para las víctimas, lo que significaría un salto o avance del movimiento de derechos humanos en Estados Unidos.

A los bloqueos de calles y puentes, a la desobediencia civil de sentarse en las vías públicas, etc, se han sumado otras de mucha visibilización. Equipos de básquetbol saludan levantando sus manos de inocencia, como las manifestaciones callejeras. En otro deporte, los jugadores del equipo de fútbol americano Rams, de la liga profesional estadounidense (NFL), alzaron sus manos antes de un partido, en un gesto de solidaridad hacia el asesinado Brown. Lebron James y otros jugadores de la NBA usan camisetas con la frase «No puedo respirar», en alusión al asfixiado Garner.

Si los crímenes cometidos en el frente interno son éstos, era de esperar que la performance de la CIA en el exterior fuera aún más ominosa. En estos días la Comisión de Inteligencia del Senado estadounidense presentó un informe cuyas conclusiones aseguran que la CIA emitió declaraciones incorrectas sobre la cantidad de prisioneros retenidos y sometidos a tortura; evitó o impidió la supervisión federal y del Congreso, incluso mintiendo; ignoró críticas internas y engañó a la población sobre el alcance de sus abusos y la inteligencia adquirida como resultado. El informe también expone tácticas de tortura no reveladas previamente, como la sumersión de prisioneros en tanques de agua con hielo, en un caso amenazándolos con un taladro eléctrico y en otro con un palo de escoba, señalando que podía ser utilizado para agredirlos sexualmente.

En realidad el informe dado a conocer es sólo una parte, de 480 páginas. La totalidad, de 6.200 páginas sigue «clasificado» o sea sin ser publicado. En síntesis, dentro y fuera de su territorio, el imperio es el peor violador de los derechos humanos.

Fuente:  LA ARENA/ARGENPRESS.Info

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