Cortada, podada, sometida
sólo para adornar
para expresar calma, silencio y tranquilidad
entre tanto muerto sembrado a sus pies.
Cortada, podada, sometida
al gusto pero no a su gana
sin dejar sus ramas crecer voluptuosas
porque un peligro puede ser
a la simbología de muerte que puede preceder.
A sus décadas sembrada,
como ciprés de cementerio
está condenada a ser.
Paula Orellana escribe desde Guatemala.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL