Foto cortesía
› Por El Lector Americano
(Burke, 5 de marzo de 2025)
Con ella. Estoy junto a ella, y la miro. Era antes de estos tiempos especiales. Nuestra sala estaba alegre porque estábamos solos… Mientras Loly leía las noticias del periódico (bueno, la tablet), y sin mirarla, para no torcer el rumbo de mis propias ideas, observo el vuelo de una moscas gordas. De pronto la miro… Y vi que sus lindos ojos oscuros, ¡tan oscuros, tan bellos y tan cabreados y malos!… irradiaban un gracioso furor de muñequita latina. Sus manos estrujaron el diario Tablet y la empuja lejos de su plano detalle.
–¡Qué idiotas! –exclamó.
Temblé, porque pensé que hablaba de mi. Creí que había oído lo que yo me decía internamente, casi siempre, acerca de cómo conquisté su corazón de melón. Y tuve miedo.
–¡Qué tonto! –repitió sin ver que la miraba.
–¿Quién?
–Estás noticias… este portal de noticias o periódico… No trae ninguna noticia policial o política de interés. Ningún crimen salvaje. Ningún Presidente megalómano colgado en la plaza. Ningún homicidio de un cabronazo multimillonario que que me alegre el día. Nada que llame la atención. ¡Nada! Solo huevadas, solo culos al sol apuntando desde Miami…
¿Cómo es posible? No puede ser…
Debo confesarlo, la prensa ha decaído: esas grandes páginas que encerraban tantas crónicas y noticias interesantes, e incluso algunas con dolor y sufrimiento, han desaparecido para darle paso a la farándula. Ahora solo puedes encontrarte con hojas pálidas inundadas de historias insulsas, en las que cada gota de tinta (como antes) equivale muchas veces a una gráfica de tontería y llanto multiplicado por 100 repeticiones, que le han quitado respeto al oficio, infinita intriga que inspiraban a los periodista y el medio. Los que me hicieron seguir el camino, cuando aun esperaba verme publicado. Retrucar mis notas neuróticas y re contra reescritas… es algo que hoy me cuesta sentir cuando leo la prensa. Ahora miro la tablet de Loly, y al no ver ninguna novedad en el frente político occidental vivificante, me desmoraliza. Tampoco noticias policiales que me inviten a la intriga. Entonces busco sentido a una noticia suelta, que salve las ganas de Loly.
Ella necesita darse alguna dosis de sucesos reales, salvajes, vívidos, pero eso sí, que no espere que los periódicos le den noticias muy complejas, con detalles explícitos de robos, homicidios, o felonías. No, mejor que se sume a las decepciones. Además, ¿para qué querer todo en un solo plato? ¿Acaso ella no tiene ese exceso de imaginación que excede a una simple lectura? Porque los que poseen imaginación como ella, con rizomas bien sembrados, sedienta de emociones, les es fácil encontrar lo que buscan, siempre y cuando sean ellos mismos los que apuntalen sus expectativas …
Así fue como le indiqué una pequeña noticia que ella había ignorado. Lo trágico no siempre está en grande, ni en lo ruidoso, ni en lo espectacularmente sangriento. A veces suele estar en hechos pequeños… porque cada línea de una crónica siempre subyace un drama. Sólo que a veces es preciso buscarla.
“Esta mañana, en una banca del Barrio Chino, fue encontrado por agentes de la policía el cadáver de un desconocido de veinticinco años de edad. Vestía correctamente y sin señales de violencia. Según la autopsia, practicada en el Hospital San Judas, el muerto falleció por la ruptura de un paro cardiorrespiratorio”.
Nada más. ¡Ese el informe de prensa!… Yoli me dio a entender que era una noticia poco importante, de esas que tan pronto como la lees, las olvidas. Puede ser le dije. Puede ser. Pero también le dije que era obvio que es de esas noticias escrita a última hora por un joven redactor. De esas transmitidas desde una comisaría por un oficial policial mal dormido… Es verdad… Entonces le dije que, quizás, habría que preguntarse un poco más por la causa de su muerte. Sin especular, recalcar información para saber quién era ese, de su edad, sus señas antes de apareciera muerto en el banco de una plaza. Saber a qué hora fue trasladado al hospital, qué médico y practicantes, afirmaron que la víctima falleció por el estallido de su corazón. Averiguar de ese muerto anónimo, su nombre, si tenía familia, madre, si tenía novia, qué hacía para vivir antes de morir, y saber de última porqué su corazón se rompió en pedazos tan de repente.
Loly se me quedó mirando con interés, y entonces agregué… que quizás ese hombre joven fue un hombre ingenioso. Un hombre demasiado joven, pero con alma vieja. Un joven más bien solitario, de esos que -como yo- busca lo que desea en la vida, pero se frustra porque las cartas a veces vienen marcadas. Que muchos de sus sueños a la que aspiró simplemente fueron una entelequia de mierda y que el brilló se postergó. Que quizás nuestro muerto es uno de esos hombres que cuando fueron niños sufrieron la necesidad, y tuvo que soportar el odio de un gobierno canalla dirigido por un Dictador. De esos gobernantes que nunca quisieron a su gente realmente. A lo mejor fue uno de esos niños grandes que nadie nunca les vio llorar, y nunca se quejó, pero sin embargo parece que siempre estuvo emocionado… Que su niñez se desarrolló en un barrio obrero, y salió adelante igual. Que al igual que otros niños, se encontraba muy solo. Muy solito. Recibiendo a veces golpes de una madre dura y él, triste, no saber interpretar porqué tanta disciplina, y de tener ganas de destrozar algún juguete, pero no lo hizo porque simplemente nunca tuvo juguetes de valor… Después lo podemos imaginar más grandecito, siempre buscando un lugar donde encajar. De adolescente durmiendo en un cuarto humilde, frío, que realmente es una bodega que se usa como dormitorio. Y ese joven siempre leyendo solo, muy solo, imaginando conocer el mundo, y llevándose las manos a su cabeza y saber que hay tanto que ver. Abriendo sus ojos al mundo, y siempre leyendo a oscuras, a la luz de las velas. Pero con su exagerada imaginación va subiendo de altura, y con esa fiebre de subir, anhelar conquistar algún piso de sienta como éxito para que su prometida le mire con amor… y desando también traerle pan de leche a su madre, que nunca parece ser estar feliz… Imagínenlo, contémplenlo, años después, yéndose de su tierra, y ese hombre joven, muy solo, siempre luchando, peleando, porfiado el tipo, con el corazón ardiendo de pasión termina una carrera universitaria, pero su lucha nunca se termina, sino más bien se agranda, porque el mundo sigue tan desigual.

Después, ya pensando en abstracto, que no permita Dios, mejor que este joven no tenga mucho poder. Porque quizás sus lágrimas, su ego, sus ambiciones, deja aparecer un nuevo Atila. Así que mejor imaginémoslo con sus labios abiertos, que siga siempre queriendo, y entonces, un día lo veamos llegar a un nirvana citadino, flaco, escuálido, con cabellos largos, con su sonrisa ingenua, con esperanzas, con vigor, con el ánimo de un Titán, o un extranjero permanente que no puede morir sólo sin ver a los suyos, como esos alucinados inmigrantes que ni siquiera tienen la fortuna de perder totalmente la razón…
Y así, una tarde lo vemos avanzar, solo, muy solito, y paso a paso, en una noche cálida, ante una irónica Luna, camina hacia la vereda del sol… Y lleno de una esperanza formidable, se deja caer en un banco de plaza, cansado como se cansan los Titanes que siempre han luchado. Pero aquí lo vemos cayendo herido. Herido por la fuerza de su porfiada esperanza. Herido por su desesperada fiebre de la Fe propia. Herido por el fuego de creerse el campeón del amor… Y lo vemos desplomarse sobre un banco tranquila e invariablemente, mientras su corazón, cual viejo caballo que ha corrido ancho camino, falla, y se revienta. Y después… solo queda un texto que se hace crónica.
(Y así fue como Loly se quedó dormida)

Coda: al siguiente día fui al Hospital San Judas para ver el cadáver del joven anónimo. Estaba en la morgue, junto a otros tres muertos. Varios estudiantes de patología, que hablan sin parar de sus próximas vacaciones en el Caribe, salen del quirófano. Han terminado su práctica sobre las patologías del corazón, y con un escarpelos le sacaron toda la piel que le cubría la cara al cadáver del joven anónimo. ¡Hicieron su práctica a corazón anónimo!… después me dicen que sin rostro es más fácil la faena.
Me cuentan que es un inmigrante sudamericano sin papeles legales, pero con identificación de su país algo complicado.
Así me doy cuenta que para averiguar lo que un hombre tiene en su corazón, es necesario evitar que te mire… que no tenga gestos humanos.
Desde su corazón la belleza del hombre bien puede ser un rabo de nube, o un contigo al revés, cosas de la vida de la gente del tipo pon y quita, y el no me quieras querer… No me quieras matar, y corazón —diría el joven inmigrante muerto lejos de su tierra–.