Cuando la chispa empresarial se trae en la sangre

Los cinco empresarios reconocidos de izq. a der. (sentados) Dendry Aguilar, Henry Aldana, Josué Alvarado, José Reyes y Carlos Castro junto a directivos de la Cámara de Comercio Salvadoreña Americana. Foto: Ramón Jiménez.
Los cinco empresarios reconocidos de izq. a der. (sentados) Dendry Aguilar, Henry Aldana, Josué Alvarado, José Reyes y Carlos Castro junto a directivos de la Cámara de Comercio Salvadoreña Americana. Foto: Ramón Jiménez.

Por Ramón Jiménez
Historias inspiradoras y en algunos casos hasta conmovedoras son las que se esconden detrás de mujeres y hombres salvadoreños de empresa, que ahora manejan importantes negocios en la capital estadounidense y en condados cercanos en los estados de Maryland y Virginia.
Así lo revelaron los empresarios Dendry Aguilar, Josué Alvarado, Henry Aldana, José Reyes y Carlos Castro, quienes no dejaron nada oculto durante un foro de la Cámara de Comercio Salvadoreña Americana, celebrado en un conocido restaurante de Silver Spring, Maryland.
Dendry Aguilar, quien a la edad de diez años llegó desde la ciudad de San Miguel, en el oriente salvadoreño, no tuvo reparos en confesar que siendo todavía una niña ayudaba a su mamá a envolver decenas de tamales —y algunas veces cientos de ellos— que luego vendían con los vecinos y conocidos, para poder salir adelante con los gastos de la familia recién llegada.
Su instinto empresarial continuó desarrollándose. De esa forma empezó la venta de cosméticos y otros productos de belleza, pero al mismo tiempo asistía a la escuela y luego a la universidad.
Sin embargo, el tiempo de tener su pareja llegó muy pronto: a los 17 años. Pero sus deseos de superarse continuaban vivos y Aguilar siguió preparándose hasta obtener una licenciatura en Administración de Negocios de la Universidad de Maryland en College Park, lo que le facilitó para ingresar al campo de los bienes raíces y en la preparación de impuestos, labor que realiza en la actualidad.
“Si no estudiamos, si no nos preparamos no podemos ser los embajadores como personas de éxito”, destacó Aguilar, ahora madre de dos hijos adultos profesionales.
Por su parte, la historia de Carlos Castro, es un poco diferente pero no deja de sorprender. Cuando tenía 24 años era trabajador de una fábrica en San Salvador (aunque nació en La Unión, también en el oriente salvadoreño) pero vivía en pobreza con su familia, por lo que decidió marchar con rumbo norte (hacia Estados Unidos).
Fue a esa edad cuando abandonó su país, que se encontraba envuelto en una guerra civil. Aunque en el primer intento fue detenido por las autoridades migratorias de Estados Unidos, la segunda vez no ocurrió lo mismo y llegó hasta California, donde hacía cualquier cosa para ganarse unos pocos dólares para él y  enviar algo a su familia que dejó atrás.
Al poco tiempo la esposa de Castro llegó a este país y empezaron una nueva vida en el área de Washington. Diez años después de que Castro llegó a este país fundó el negocio «Todos Supermarket». Ahora cuenta con dos locales (en las ciudades de Woodbridge y Dumfries, en Virginia) y factura más de $20 millones de dólares en ventas cada año.
“El local de 53 mil pies cuadrados lo vamos a ampliar a 75 mil pies cuadrados”, aseguró Castro, de 57 años.
Además de los dos supermercados, Castro maneja una compañía de seguros, envíos de dinero, preparación de impuestos y notaría pública.
Josué Alvarado es otro caso de hombre de éxito en el mundo empresarial en la región metropolitana de Washington. Alvarado llegó a este país a mediados de la década de los ochenta para evaluar las posibilidades de quedarse a vivir aquí. No se quedó en el primer intento, pero sí lo hizo en el segundo.
Dejó su país debido a la inestabilidad política y porque su vida corría peligro a mediados de la guerra civil de doce años que finalizó en 1992.
Al principio, a pesar de que ya era un adulto tuvo que empezar desde los trabajos más modestos. Pero la chispa empresarial que lleva en su sangre lo llevó primero a vender productos nostálgicos que llevaba en una caja de cartón a los lugares donde sabía que habían nacionales de su país. Así pasó más de tres meses, haciendo los contactos e identificando a sus paisanos.
“Con la ayuda de un primo empecé vendiendo queso, crema, tortillas, pan Lido, harina para tortillas y pupusas, horchata [en polvo] y otros productos que añoran los salvadoreños y latinos de otros países. Algunos clientes me compraban por lástima”, recordó Alvarado.
«Después, ya no solamente tocaba puertas de apartamentos sino de bodegas latinas, que son los supermercados de nuestra gente. Conforme la clientela aumentó surgió la idea de ponerle nombre a la empresa y así identificar nuestros productos», agregó.
Para identificarse con su clientela tuvo que crear una marca y así nació Río Grande, en honor al Río Grande de San Miguel.
“Utilizamos este nombre debido a que la mayoría de nuestros clientes en el sector metropolitano de Washington, Virginia y Maryland son originarios de la zona de oriente: La Unión, San Miguel, Morazán y Usulután. Hoy día, todos nuestros compatriotas reclaman el nombre como propio”, dijo muy orgulloso el ahora presidente de la millonaria empresa que da empleo a más de 800 personas en los dos países.
En El Salvador, Alvarado posee no solo plantas procesadoras sino también tierras y granjas, donde cultivan y producen una buena parte de los productos que utilizan, para elaborar los comestibles que empacan y luego exportan principalmente al creciente mercado de Estados Unidos.
Otro de los empresarios que destacan en la región metropolitana de Washington es José Reyes, quien llegó desde el cantón El Tamarindo, en La Unión; lugar donde hacía cultivos del campo con su familia.
Como le toca a muchos inmigrantes al llegar a este país, Reyes inició de lavaplatos en un restaurante de esta capital, pero fue adquiriendo el conocimiento del negocio de restaurantes, hasta que junto con su mujer decidieron hace más de 30 años abrir las puertas de lo que hasta hoy es el restaurante El Tamarindo, que funciona en la esquina de la calle 18 y avenida Florida en el barrio inmigrante de Adams Morgan al noroeste de Washington.
“Tenemos un restaurante que es muy consistente, ya que permanece abierto casi las 24 horas; es un restaurante familiar, donde hay mucha pasión por el cliente, algunos de los cuales hasta conocemos por su nombre. Hay mucho corazón en El Tamarindo y eso nos hace diferente a otros restaurantes”, enfatizó Reyes, quien ha sido dueño de otros dos negocios similares, que ya no maneja pero sigue con el primero que abrió en 1982.
De igual manera el empresario Henry Aldana es otro de los salvadoreños emprendedores que en 1981 llegó a este país cuando tenía 13 años y a los 14 empezó desde abajo: botando basura y haciendo  trabajos de mantenimiento y otras tareas de poco sueldo —pero que requieren de un gran esfuerzo.
«Lo hacía con gusto porque podía ayudar a la casa, a mi mamá, ya que vivíamos en un nivel de pobreza y estábamos pasando por momentos difíciles», dijo.
Luego de graduarse de la Universidad de Maryland, a los 25 años, inició su propio despacho de contador público: Aldana y Associados, en Rockville, Maryland del cual es presidente.
Reconoció que ese fue un reto, ya que no tenía experiencia de comenzar una nueva industria, pero fue algo totalmente refrescante. Ya que él traía una nueva tecnología —porque antes toda la contabilidad se hacía manual— y empezó a ayudarle a otras compañías a computarizar sus sistemas.
«Ha sido una vida gratificante vivir acá; es una de las pasiones que he tenido, siempre ayudar y aportar al bienestar de la comunidad. Creo que juntos lo podemos hacer mejor», apuntó Aldana, quien en 2001 ganó el Premio Nacional al Mejor Contador de Estados Unidos, galardón recibido en la Casa Blanca en tiempos del presidente George Bush, hijo.
Aldana es autor de tres libros: «La Filosofía del Empresario Exitoso» , «El Poder de las Metas» y «El Arte de Resurgir».
El presidente de la Cámara de Comercio Salvadoreña Americana, Carlos Romero hizo un llamado a los más de 4 mil negocios propiedad de salvadoreños y de otros latinos del Distrito de Columbia, Maryland y Virginia para que se afilien a ese grupo empresarial, que ya cuenta con una década de experiencia.
Castro (al micrófono) Alvarado y Reyes. Foto: Ramón Jiménez.
Castro (al micrófono) Alvarado y Reyes. Foto: Ramón Jiménez.

Aguilar, Aldana, Alvarado y Reyes. Foto: Ramón Jiménez.
Aguilar, Aldana, Alvarado y Reyes. Foto: Ramón Jiménez.

 

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