
Por Teresa Gurza
Uno de los errores más comunes cometidos por el hombre, es la introducción de nuevas especies en algún sitio; porque pasado un tiempo, se vuelven plaga que causa incalculables perjuicios.
Recuerdo cuando gobiernos michoacanos tratando de revertir la pobreza de los habitantes de poblados ribereños a los Lagos de Pátzcuaro y Cuitzeo, echaron en ellos tilapias; que casi acaban con el riquísimo pescado blanco endémico de Pátzcuaro y con los deliciosos charalitos de Cuitzeo.
En Chile, hay una enorme variedad de aves; entre ellas, seis tipos de lechuzas y al menos ocho de picaflores; pero con la llegada de los picaflores peruanos, que son mucho más lindos y coloridos que los chilenos, se volvieron locas las hembras nativas y ahora rehúsan aparearse con los autóctonos, poniendo en peligro su existencia.
Y el centro de Chile ha sufrido la invasión de cotorras argentinas, que cruzan la Cordillera de Los Andes y se instalan en plazas y casas de Santiago; donde devoran en pocas horas jardines y árboles y cotorrean tan fuerte, que tienen aturdidos a los vecinos.
Otro ejemplo de la invasión de especies fuereñas, se ve en el sur de Argentina; visité Ushuahia con Matías mi esposo, en tres ocasiones y nos impresionó la enorme cantidad de árboles secos en muchas partes; y lo mismo se ve en Tierra del Fuego.
Los culpables de ese destrozo de bosques nativos de Lengas y Coigües, que en la isla grande equivale a dos veces la superficie total de Buenos Aires, son los felices y gordos descendientes de 20 castores canadienses, que en 1946 soltó ahí la armada argentina; y ahora deben tomarse medidas drásticas porque hay más de cien mil, por lo que el gobierno anunció que matará por lo menos diez mil, para que no sigan acabando con los bosques por donde pasan; que necesitaron cien años para llegar a la altura que los filosos dientes de los castores, se echaron en pocos días.
Ejemplos de esas invasiones hay muchos; amigas mías que viven en el centro de Coyoacán, están desesperadas por la abundancia de ardillas.
Y no recuerdo donde leí, que el narcotraficante colombiano Pablo Escobar compró en San Diego, California, cuatro hipopótamos y los llevó al zoológico de su Hacienda Nápoles, ubicada a unos 200 kilómetros de Medellín; y por el descuido en que quedó la finca tras su muerte en 1993, algunos ejemplares se escaparon reproduciéndose sin control; y hoy son más de 35, los que vagan por la zona aterrorizando campesinos.

Por todo esto que les cuento, me pareció interesantísimo un artículo de Luis Miguel Ariza, titulado La Venganza de las Especies Invasoras, que publicó hace poco El País y donde se asienta que la introducción de especies forasteras en los ecosistemas, constituye una real amenaza a la biodiversidad.
Eso ha sucedido con una de las más preocupantes especies invasoras llegadas a España, que es un hongo asiático que seca a las encinas y cuyo efecto devastador abarca al 95 por ciento de los viveros europeos; poniendo el peligro la industria jamonera.
Y los siluros, que son peces que se han vuelto muy voraces y cuya llegada al río Ebro, ha ocasionado grandes perjuicios; pasando algo parecido con la avispa asiática, introducida a España en 2010 y que asesina a las abejas de la miel, causando fuertes daños al sector apícola.
Ese mismo año, arribaron a España como aves de compañía, las estruendosas cotorras argentinas que han invadido Santiago de Chile; y en Barcelona se han convertido en plaga destructora de nidos de gorriones que están despareciendo, del paisaje urbano de esa ciudad.
Y también perjudicial fue la moda de tener como mascotas cerdos vietnamitas, para imitar al actor George Clooney; pero muy pronto sus dueños se aburrieron y los abandonaron donde pudieron y ahora hay decenas viviendo como salvajitos.
En otros lugares, el jacinto de agua originario del Amazonas e importado como planta de ornato, ha invadido ríos consumiendo el oxígeno y los nutrientes, asfixiando peces y flora originarios y atascando los sistemas hidráulicos.
Y algo peor está ocurriendo con los mosquitos tigres llegados desde Asia y capaces de picar 48 veces en una hora y trasmitir dengue, la fiebre del Nilo occidental, la encefalitis japonesa y el virus del zika.
Estos padecimientos se han extendido por el mundo, en parte por el comercio mundial de neumáticos de segunda mano; que actúan como recipientes para conservar los huevos del insecto.