Descalabro municipal

Milagro Navas, del partido ARENA, y actual alcaldesa de Antiguo Cuscatlán, celebra su victoria como nueva jefa edilicia de La Libertad Este. Nada pudo hacer el partido en el gobierno para derrotarla del cargo que ostenta desde 1988. Foto Google.

Por Rodolfo Cardenal*

SAN SALVADOR, El Salvador, 14/03/2024.- El revés sufrido por el oficialismo en las elecciones municipales forzó a Bukele a intentar disimular la erosión de su popularidad en el nivel local con medias verdades. Contrario a las elecciones anteriores de 2021 y a las de febrero recién pasado, donde su popularidad es incuestionable, las municipales del 3 de marzo la han dejado mal parada. El ganador indiscutible de estas es la abstención (70%). El oficialismo solo obtuvo un poco más del 36 por ciento del tercio que votó, un poco más del 8 por ciento del padrón electoral. Ciertamente, Bukele y los suyos se apuntaron un hito histórico en estas elecciones: solo ganaron en 103 de las 262 antiguas jurisdicciones municipales, que representan un poco menos del 40 por ciento del territorio nacional, pero gracias al ajuste de las jurisdicciones consiguieron la mayoría de las alcaldías con el 11 por ciento del voto.

El descalabro indica que la popularidad de Bukele no abarca mecánicamente a los alcaldes. Dicho de otra manera, la aceptación en el nivel presidencial, aunque relativa, no es total, no tiene correspondencia en el orden local. La primera es abstracta y muy permeable al entrenamiento disfrazado de información y de obra grande. La otra, en cambio, se hace sentir con fuerza en una larga y apremiante lista de necesidades no satisfechas. Por tanto, está fuera del alcance de la distracción repartida a manos llenas por Casa Presidencial. De hecho, esto siempre ha sido así. La elección nacional se rige por un criterio diferente al de la elección local.

La reelección de Bukele no incluyó a sus representantes locales por la sencilla razón de que se han desentendido de la población que supuestamente gobernaban. Lo nacional le resulta demasiado grande o lejano como para sentirse afectada, no así el desafío cotidiano de sobrevivir en la precariedad. La propaganda electoral del oficialismo asumió que la aceptación de la reelección impulsaría las candidaturas de los alcaldes. Incluso los que ganaron, lo hicieron por poco. No representan a la mayoría de la población municipal. La gente los rechazó, no por ideología ni por preferir otra bandera, tal como son dados a pensar los partidos tradicionales, sino porque tienen la mirada puesta en Casa Presidencial y no en ella. Han demostrado ser incapaces para resolver cosas tan elementales como la recolección y la disposición de la basura, o la mejora de la infraestructura. Tampoco escuchan a las comunidades de los municipios, sino que les imponen insensiblemente lo que a ellos les parece adecuado.

El resultado de la elección municipal es también una derrota personal para Bukele. Confiados en su popularidad, sus candidatos se contentaron con respaldar su gestión. Así lo expresó una de sus candidatas favoritas, quien declaró, con la arrogancia propia del oficialismo, que no necesitaban hacer promesas ni anunciar planes, porque Bukele es todo para ellas. Nada extraño, entonces, que haya sufrido una estruendosa derrota en las urnas. No satisfecha, corroboró su pleitesía pidiéndole disculpas públicas por la decepción que le había causado su fracaso. En lugar de votar por las candidaturas oficiales, los pocos que acudieron a las urnas votaron por otras opciones, con sobrada razón.

En un típico giro oportunista, Bukele se desentendió del naufragio. Achacó la derrota a la pésima gestión de algunos alcaldes. Pero el principal responsable es él mismo, porque él los escogió, él les quitó la iniciativa y los fondos, y él toleró su ineficiencia y corrupción. La centralización y el autoritarismo no admiten escapatoria. En este sentido, los derrotados han sido víctimas de una gestión presidencial que los despojó de motivación e iniciativa, de creatividad y ejecución. Excusarse ahora diciendo que les negó su apoyo por considerarlos un fracaso, no lo libra de responsabilidad. La maniobra no es más que un hipócrita lavado de manos.

En todo caso, si la gestión municipal de sus peones era tan pésima, por qué no hizo uso del autoritarismo, tal como lo hace en otras áreas de la administración pública. No lo hizo porque no le importó y porque pensó que la población es totalmente dócil a sus designios. Calculó mal. Entretenido con los grandes espectáculos, la diversión y los megaproyectos de gran aceptación entre turistas y admiradores del exterior, olvidó algo fundamental: la vida de la gente. Tal vez no haya que aguardar mucho para que esta relacione su situación con el responsable último. Cuando sea insoportable la contradicción entre lo que el mandatario predica y promete, y el heroico esfuerzo de la mayoría para sobrevivir, el final de la dictadura no estará lejos.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

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Baja participación electoral

Por José María Tojeira*

SAN SALVADOR, El Salvador, 13/03/2024.- Las elecciones municipales y del Parlacen, realizadas el domingo 3 de marzo, tuvieron menos incidentes que las presidenciales y legislativas. Sin embargo, sufrieron un fuerte descenso en la afluencia de votantes; prácticamente acudió a las urnas solamente el 30% de las personas censadas. Al analizar la escasez de votantes se puede decir que no es extraño que haya más personas con deseo de participar en las elecciones presidenciales que en las municipales. Pero el hecho de que se haya registrado la más alta abstención de los últimos 20 años nos dice algo más que el “es normal” al que acuden algunos. La desorganización y mal funcionamiento del Tribuna Supremo Electoral en las primeras elecciones tuvo sin duda algo que ver en el desánimo ciudadano, a pesar de que en las elecciones municipales se deciden temas de importancia muy concreta para la gente.

Además de la incapacidad y el desorden del Tribunal, hay otros factores interesantes. La centralización del poder ha impulsado la idea de que solo el gobierno central es operativo y que, por tanto, las elecciones municipales son insustanciales. Concentrar el antiguo Fodes en una agencia del gobierno central hace pensar a algunos que si se logra tener a la Presidencia en buena relación con una alcaldía concreta será más fácil tener acceso a los fondos de financiamiento para proyectos municipales. La ganadora de la alcaldía de La Libertad este sabe eso y dedicó tras su triunfo unas palabras de cariñosa amistad al presidente, a pesar de pertenecer a un partido de oposición.

Alex Torres, del partido PDC, fue elegido alcalde de San Miguel Centro, donde el alcalde Will Salgado, del partido Nuevas Ideas buscaba ser reelecto por séptima vez. Foto Google.

Hay también en la baja participación una señal de que las cosas no caminan en el día a día del ciudadano, habitante de municipios en el que todo el mundo se conoce. La mala gestión de algunos alcaldes del partido en el poder era evidente y la nueva distribución municipal desorientaba a la hora de elegir. La reducción de municipios y el aumento de territorio deja al votante en una situación de pérdida de referencias personales. Crea un cierto malestar, porque resulta más fácil que solo los poderosos compitan, con frecuencia desconocedores de los problemas del municipio más pequeño absorbido en una estructura a veces notablemente más grande.

Y finalmente tenemos que ver la ausencia de votantes como una aviso. Hay descontento. Y el descontento municipal puede convertirse en descontento nacional si la nueva organización de los municipios no resulta más operativa que la anterior. El descontento puede motivar la ausencia de votos, pero puede también, en determinadas situaciones, convertirse en aliciente para votar en contra del poder. Las elecciones municipales han demostrado que la situación del país no despierta el mismo entusiasmo que levanta el presidente. Aun con todos los éxitos conseguidos, sería inteligente dialogar un poco más con la sociedad civil y escuchar las críticas a la situación que vive El Salvador.

*José María Tojeira, exrector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas *UCA).

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