El mundo de las Mujeres

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Por El Lector Americano

Túnez, 9 de marzo de 2023.- ¿Existe un tipo de feminidad a fecha de hoy? Digo, las mujeres de hoy ciertamente son más coquetas de cuando yo era niño, a decir verdad. Y si bien esto lo fui advirtiendo a medida que iba creciendo, también es cierto que las mujeres siempre tuvieron que defender su “coquetería”, y no solo ante los hombres, sino también de otras mujeres que veces eran más conservadoras que el Papa. La coquetería como un derecho personal, digamos, o la postura de millones de mujeres que usan zapatos bajos, y no por ello dejan de ser coquetas. Donde no hay nada intrínseco en la elección femenina de un par de zapatos. Pero lo que sí hay, son opiniones sobre cómo se usan los zapatos en un contexto determinado. Y esas lecturas, y esos contextos, generalmente no están bajo el control de la mujer, sino en los administradores del sentido, y los sexistas que hay en la vida.

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En Madame Bovary, de Gustave Flaubert, que habla de cierta insatisfacción intrínseca de las mujeres y su vida. Allí se narra la relación de las mujeres con el tiempo y el deseo: una chica desea algo, pero no lo disfruta en su totalidad porque prefiere dejar algo de ese goce para mañana. Es decir, que en las chicas (futuras mujeres y madres), se hace una especie de trampa con las circunstancias y el tiempo con el fin de disfrutar las cosas, lo que pasa, para más adelante, o desarrollan estrategias para sostener el placer/futuro. Como una maniobra dilatoria de la vida femenina que funcionaria como una clave para sostener los deseos, entre otras cosas, para que les guste más, y así puedan llegar a un fin, al profundo deseo de la satisfacción total. Una Madame Bovary, que también nos remite a la ternura y a la piedad –como Emma– muchas mujeres, incluyendo a mi propia madre, a veces o no saben o nunca supieron, re enfocar la pulsión de sus deseos. Casi una entelequia pues esa misma mujer insatisfecha, pese a todo, también puede reconocer que la vida, de nosotros los hijos, sí podemos cambiarla y salir adelante en la vida, y con la vida.

Desde que vivo en Túnez, a parte de observar y catar la vida en el norte de África, me he obsesionado con las bodas en este país. Del significado que tiene en la base familiar del mundo tunecino. De cómo sacrifican años, y recursos económicos para aparecer “bien” para el resto del clan. No importa si después, para la mayoría de las mujeres, el esposo viva más hacia afuera que para adentro. Y ese DÍA, el más feliz de la vida de una mujer (con luna de miel, como aún se le llama), donde comienza su vida íntegra, con esos momentos para saborear las dulzuras, y la más suave languidez, días después solo es rutina y rezos por la mañana, tarde y noche. Y esos deseos: vacaciones idílicas con sillas de playa bajo toldos de seda azul, pasan a ser la proyección de algo incierto. Y ella por las noches, estará con su esposo, y con los dedos entrelazados hará proyectos mirando las estrellas. Soñando despierta un hogar sin mal. O quizás ella haya hecho ciertas confidencias antes de casarse, pero ¿cómo podría hablar de un malestar inaprensible que cambia de apariencia como las nubes? Pues bien, Emma, o Madame Bovary, nos da cuenta de eso, y empieza a descubrir que en su luna de miel las cosas no eran como le habían dicho. También descubrirá que ella jamás viajaría a países de nombres sonoros, donde la felicidad florece espontáneamente, como le han dicho.

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Emma lleva adentro de sí la ilusión sin límites por esas experiencias, y países que ya no son territorios externos, sino sentidos internos, lugares que le estaban vedados por vivir con mucha ilusión, ¡baja de esa nube chiquilla!

Emma lleva adentro de sí la ilusión sin límites por esas experiencias, y esos países que ya no serán territorios externos, sino sentidos internos, lugares que le estaban vedados por vivir con mucha ilusión, algo así como; ¡Bájate de esa nube chiquilla!
Emma era tunecina, ahora lo sé. Pues ella descubre que esa ilusión, ubicada en un lugar preciso de su cuerpo, se ahonda a medida que la vida va transcurriendo, como ahora, que se ha casado con un médico. Ya no es la joven casi campesina, atada a lo rústico, condenada a la exclusiva alegría de la sencillez. Ha tenido un golpe de suerte y es la mujer de un médico. Y aun así, ascendida socialmente, su crecimiento está aún lejos. Descubrirá que esa ilusión, mientras se ahondaba, también se va frustrando. Porque ella no sentía nada de lo que “la gente” le decía que pasaba cuando se estaba en una luna de miel. No era su vida la que ella quería vivir, sino la de otra cuando no era nadie, pero que habitaba en un lugar preciso de su cuerpo. En Emma, esa ansiedad, esa palpitación, es provocada por el deseo de ser amada apasionadamente por un hombre rico y cultivado, que le devuelva el espejo de ella misma en estado de refinamiento. Un deseo que nunca fue satisfecho pero –incluso si lo hubiera sido– no habría garantizado que Emma pudiera sentir felicidad. Porque ella misma no era un país en el que la felicidad crecía. Ella era un país en crisis. Una tunecina de Gammarth.

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Vivir pendiente de mañana y no de hoy. Quizás, paradójicamente, mujeres y hombres, con esto nos garantizamos algunos de nuestros deseos que están en la puerta de atrás. Y también la frustración. Y las personas (de mayoría absoluta) no son capaces de perseguir y realizar sus deseos, y por eso se vive preguntándonos… “¿y cuándo será eso”? Pero el eterno retorno de nuestra propia represión se encargará de ajustar nuestra ansiedad. Algunos se animan, otros corren riesgos, pero luego siempre comprueban que lo que emprendieron no era “exactamente” lo que deseaban, pues algo se corre de lugar, o no estaba tan bueno como para colmar el vacío, o el hoyo. No es fácil ser consciente de nuestros deseos. El deseo simplemente es un pálpito sin guion ni libreto. Y en esto, hombres y mujeres, tampoco somos iguales. O más bien son pocos los hombres y mujeres que, sin estridencias, están más y mejor dotados para la felicidad. O eso es lo que nos dice Facebook o Instagram. Por eso vivimos pendiente –menos yo– y nos extraña toda esa vida que tienen algunos, en blanco y negro, o color, con y sin filtro. Pero como dije, las mujeres son diferentes. Porque ni con esto o lo otro, ellas sí se baten a duelo con la parquedad, la melancolía, y ciertas angustias. Incluso, en las sucesivas épocas en las que el patriarcado, el machismo, que ni siquiera se concebía como algo distinto como lo es hoy, y las cosas eran mucho más cuesta arriba, dejaban de pelearla. La abnegación, esa operación emocional y psíquica que les hace retroceder con el ego, y mantener en equilibrio los pilares de su carácter, no es algo de lo cual salgan indemne, sino que es un destino irrevocable, cuyo desvío al final provocan la gran culpa. Claro, para una mujer embarazada, que sigue siendo la servidora de la especie, estas palabras le sonarán pésimas, pero es dable decir que el patriarcado justamente es eso. Una construcción basada en la competencia con ellas mismas, donde si son madres las ubican en el bien, y si lo postergan, por querer atenderse, escucharse y a veces darse valor, se las ubica en el lugar del mal.

¿Las mujeres nacen así? ¿Son siempre así? ¿Esto es natural? Ya sabemos que no. Lo que pasa es que muchas veces no registran esa postergación en ellas, pues se hace carne, y esa repetición a lo largo de los años les estalla adentro. Los hombres sabemos poco de esto. Somos demasiado cerrados e íntimos. No somos Emma Bovary. Porque si Emma fue Madame Bovary, y su historia marca no solo un hito en la novela moderna, y también es el registro de la psiquis femenina, porque Emma, la gran descarriada, la buscadora de pureza en el barro, después de todo era una criatura en acción. Y a las mujeres les han metido en la cabeza, desde el principio de la civilización, que ellas solo existen para acompañar, alimentar, criar y calmar, no para actuar ni llevar las riendas, incluso con sus más profundos deseos. Y así descubrimos que Flaubert no solo fue Madame Bovary porque era un insatisfecho, y no porque le faltara algo, sino porque le sobraba mucha pulsión de lo real. Por eso hay mujeres así…

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¿Y? Así también fue la vida de nuestras madres. Ellas muchas veces no podían explorarse y descubrir que en esencia eran la tierra fértil o la piedra angular de lo que entendemos como la felicidad. Ellas nos criaron, y nos metieron valores a veces insoportables donde no solo no puedes tener algún exceso, ni posibilidades de elección, sino que nos configuraron como un territorio de otras renuncias. Donde las decisiones intangibles, la opinión generalizada sobre el goce, no tuvieron cabida. Solo reproducirse y cuidar a los críos (esto incluye a los hombres), y aguantar malos matrimonios, hizo que nuestras madres se hayan mantenido enojada/os mucho tiempo. Siempre defendiéndose y reaccionando contra toda clase de injusticia, y lo peor, convencerse de que todo esto es cierto. Que la vida es así.

¿Y lo femenino? Dale, está aquí y allá, como la vida misma… pero eso sí insatisfecho como la gran Madame Bovary.

Por todo esto: ¡Madres del Mundo, uníos! Dejen de criar soquetes…

¡Feliz día de las mujeres!

(Para todos los días del año)

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