Francisco y “los nadie”

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› Por El Lector Americano

(Burke,  25 de abril de 2025)

Cuando el Papa Francisco miró la TV el último viernes santo, pensó en el niño de Belen. Después, más tarde, miró de vuelta la TV, y vio como una Patrulla Fronteriza al norte de Egipto cargó brutalmente contra cientos de los miles de inmigrantes gazatíes que vienen huyendo de su tierra, en Palestina. Francisco pensó en Jesús, hace dos mil años y más, también, junto a su familia, se exiliaron en Egipto. Murmuró un rezo por la piedad de los hombres. De cómo pueblos enteros se van por desesperación y la TV no muestra nunca el reverso de la justicia poética. De cómo pueblos y naciones castigados por catástrofes naturales, conspiraciones políticas, dictadores, y hambrunas, van y vienen. De cómo el niño de Belén, en el pasado, hoy son los inmigrantes por acción directa de algún Emperador de turno, antes en Roma, y hoy, por la indolencia global como herramienta política.

El Papa Francisco vio esas Imágenes latentes de gente corriendo donde pasa todo y muy rápido. Como un sin sentido de una escena y otra, y por eso de sigue de largo. Francisco pensó en la fotografía documental para rebobinar las imágenes fijas. Pensó en la película Blow-Up de Michelangelo Antonioni, desglosada desde un cuento de Julio Cortázar. Pensó en los detalles. Que la historia se le conoce en profundidad por los detalles. Los gestos. Los músculos tensos. Las piernas que se estiran para escapar. Los ojos abiertos o cerrados de un inmigrante apaleado. La distancia entre un policía con armadura y su víctima. El rictus del guardia fronterizo que evidencia cierto goce cuando apalea al “otro”. En los detalles —pensó el Papá Francisco— donde puedes ver el goce del cruel.

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Así fue como el Papa Francisco, el argentino, el porteño del barrio de Flores, vio una y otra vez las imágenes latentes. De gente que quieren huir pero es retenido por un guardia fronterizo. Gente que vienen del Mediterráneo, de Arizona, del desierto de Atacama, de la Selva del Darién, o desde Rafah. Todos desesperados porque intentan salir desde el lado pobre y desesperado del mundo.

Otro día, el Papa dijo —con su sinceridad habitual— que él era una piedra en el zapato. Fue el primer Papa de la historia que dijo la verdad, y eso irritó a los señores del poder. Un religioso extremadamente antisistema para los pilares del poder real y mundial. Dentro de lo que puede serlo un Papa, un contracultural con gestos anti-hegemónicos. Por eso se lo quisieron sacar de encima, pero no, porque él fue el Papa necesario justo cuando la iglesia se caía a pedazos.

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La contra/historia.  Francisco también fue el Papa que pidió perdón a América Latina, este continente desigual y lleno de sufrimientos, donde la colonización española fue un hecho histórico que incluyó a la Iglesia. Y un día, desde su condición de jefe de la iglesia, pidió perdón en Bolivia. Fue un acto histórico, poco recordado por el establishment mediático latinoamericano, porque Francisco tuvo siempre al aparato de medios en contra. Todo  cuando hizo conocer su mirada en la coyuntura política real. Y muchos católicos comenzaron a entender de qué iba esa mirada cuando hizo su primer viaje Papal a Lampedusa, la isla de la tristeza. Allí, donde llegan y mueren ahogados los africanos. Un lugar donde el hombre pobre es impedido de arribar a Europa, una política aceptable hasta ese entonces en Europa. Gracias a ese viaje la Unión Europea tuvo que gestar una nueva política inmigratoria que duró unos años y fue la época en la que menos ahogados tuvo el Mediterráneo.

Nota color. En tiempos de la Conquista los hombres de la Iglesia eran los que decidían si los indios eran o no seres humanos. Y la historia no oficial gráfica eso cuando Diego de Almagro, el descubridor de Chile, marchaba al sur del mundo con sus soldados, y cientos de indios iban de burro de carga… Así  fue cómo en esa travesía un sacerdote descubrió que los hombres de los pueblos originarios eran humanos. Uno de los indios cargadores estornudó, y eso en presencia del sacerdote, y el Conquistador, les bastó para darse cuenta que los indígenas (palabra que deriva de indigente) era un gesto esencialmente humano.

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La misión. Los desplazamientos forzados de personas por razones políticas, guerras o naturales fueron las prioridades de el Papa. Sus argumentos están anclados en el Evangelio que él creyó siempre. De ahí nació un “corpus” bien anti neoliberal que lo llevó a choques inevitables con el poder global. Eso argumentó en Aparecida, la encíclica que sostiene que el centro de la vida no es integral si solo pesa la concentración del dinero en pocas manos. Y esto también tuvo relación con la elección de su nombre. En el nombre Francisco reside el espíritu del Santo que inspiró su nombre, porque es “un modelo de la iglesia”. Allí reside su punto de vista sobre la naturaleza, que San Francisco de Asís consideraba hermana, y allí está también la esencia de los pueblos aplastados por su misma Iglesia. Un punto de vista de las diferentes cosmovisiones, un pensamiento desplegado en otra encíclica: Laudato Si, que da cuenta que ninguna especie se salvará sola, y la humana tampoco.

Después vino la encíclica, Fratelli Tutti, y todas las respuesta a las preguntas planteadas en sus trabajos anteriores. Allí hay un diagnóstico completo del actual sistema socioeconómico que se quiere llevar puesta a toda la humanidad. Que ningún país, aunque a veces quiera hacer creer que sí, es el peor país del mundo. O que el factor odio de hoy ha sido redescubierto como acción política. Francisco siempre reconoció esto como gran impulso del poder, que se basa no tanto en la autoestima de los imperios de turno, como también en el odio a lo que dialécticamente debía extirparse o dominar para la autoafirmación propia.

Las encíclicas del Papa, para creyentes y no creyentes, son también un corpus antinoeliberal que ya nadie podrá borrar después de su muerte. También nos sirve como contra-relato al discurso monocorde de los grandes aparatos de acción psicológica, que buscan que la mayoría arrasada sea indiferente a su propia destrucción, y que además se les vote.

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Desde 2013, el Papa Francisco hizo mucho más que decir, siempre apurado por su reloj biológico. Yendo y viniendo por el mundo; mediando y uniendo, y proponiendo diálogos de paz. A esta altura de los acontecimientos, Francisco resultó ser “mucho Papa” para una Iglesia que tuvo más para avergonzarse que sumar millones de fieles. Por eso él puso su cuerpo cansado y su voluntad, porque él siempre estuvo al tanto de las injusticias.

Y los inmigrantes ilegales de todo el mundo, sin patria, sin propiedades, sin expectativas y sin revancha fueron su gran lucha. Esos que huyeron porque su destino parece siempre huir, y no lo es: porque siempre alguien se quedó con lo que era de ellos.

El final. Fueron doce años de Francisco, un hombre de la religión que encarnó la compasión, ese sentimiento no necesariamente cristiano, que hace que el dolor ajeno duela en la propia piel en las personas de buena voluntad.

… Larga vida a Francisco, cuyo coraje merece que millones sigan rezando por él, incluso los que no creen en ningún Dios, pero sí en lo gregario y fraterno del ser humano…

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