George Floyd, Cariol Horne y el deber de los agentes de policía de intervenir ante casos de brutalidad policial

George Floyd. Foto: antiguaobserver.com

Por Amy Goodman y Denis Moynihan

El Día de los Caídos del año pasado, cuando el sol del atardecer se posaba sobre la intersección de las avenidas 38 y Chicago de la ciudad de Mineápolis, el oficial de policía Derek Chauvin presionaba su rodilla contra el cuello de George Floyd. Esposado y respirando con dificultad, Floyd llamaba “señor” al oficial.

Floyd repitió la frase “¡no puedo respirar!” más de 20 veces. “¡Mamá, te amo!”, gritó luego. Minutos después, murió. Chauvin mantuvo la presión de su rodilla contra el cuello de Floyd durante tres minutos más, tiempo en el cual George Floyd podría haber sido reanimado. En total, la rodilla de Chauvin permaneció sobre el cuello de Floyd durante nueve minutos y 29 segundos, el tiempo suficiente para apagar los 46 años de vida de George Floyd.

Por unanimidad, los doce miembros del jurado encontraron a Derek Chauvin culpable de asesinato en segundo grado, asesinato en tercer grado y homicidio involuntario. Es la primera vez en la historia del estado de Minesota que un oficial de policía blanco es condenado por matar a un afroestadounidense.

George Floyd podría estar vivo hoy, si alguno de los otros tres agentes que se encontraban en la escena hubiera intervenido. Esos tres policías, Alexander Kueng, Thomas Lane y Tou Thao, pronto enfrentarán sus propios juicios por “instigar y asistir” a Chauvin en el asesinato de George Floyd.

Cariol Horne. Foto: aussiecelbs.com

El caso de George Floyd fue mencionado en un fallo reciente de la Corte Suprema del estado de Nueva York. “Citando las palabras del Dr. Martin Luther King, Jr., ‘siempre es el momento adecuado para hacer lo correcto’”, escribió el juez de la Corte Suprema del estado de Nueva York Dennis Ward al fallar a favor de la oficial de policía de la ciudad de Buffalo Cariol Horne en una demanda por su despido de la fuerza en 2008.

En 2006, Cariol Horne, una oficial de policía afroestadounidense de la ciudad de Buffalo, estado de Nueva York, respondió a una llamada para ayudar a otro oficial en un arresto que se estaba llevando a cabo. Lo que sucedió después cambió su vida de forma radical.

“Fui a la casa de Neal Mack, ubicada en el número 707 de la avenida Walden”, contó Cariol Horne a Democracy Now! esta semana. Allí vio que un compañero estaba tratando con brutalidad a un hombre afroestadounidense. “Cuando entré a la casa vi cómo lo esposaban y le daban un puñetazo en la cara. Luego de que sacamos a Neal Mack de la casa fue cuando [el oficial de policía] Gregory Kwiatkowski comenzó a estrangularlo.

Ahí fue cuando impedí que siguiera con la maniobra de estrangulamiento y cuando [Kwiatkowski] me golpeó en la cara […]. Luego fui a la comisaría e informé al jefe sobre lo ocurrido. A partir de ese momento comenzó una investigación interna y me convertí en el objetivo”.

Cuando Horne tomó a Kwiatkowski del brazo para evitar que continuara estrangulando a Mack, el agente Kwiatkowski la golpeó con tanta fuerza que Horne tuvo que recurrir tiempo después a una cirugía reconstructiva. A pesar de eso, después de la investigación interna, fue Horne quien fue despedida, no Kwiatkowski. En ese momento, a Horne le faltaban solo unos pocos meses para alcanzar la antigüedad necesaria para jubilarse con la pensión completa.

Quedarse sin empleo siendo madre de cinco hijos y justo cuando había estallado la crisis económica mundial fue catastrófico. Se quedó sin hogar y terminó viviendo en su auto. Neal Mack afirma que Cariol Horne le salvó la vida. Años más tarde, [el oficial] Kwiatkowski fue a la cárcel por golpear a cuatro adolescentes que estaban esposados.

Horne organizó una campaña en apoyo a la aprobación de la denominada “ley de Cariol” en la ciudad de Buffalo. Esta ley dispone que los agentes de policía tienen el deber de intervenir, ya sea que estén en servicio o en su tiempo libre, cuando ven a otro agente hacer uso de la fuerza de forma irrazonable o excesiva contra un civil.

La legislación también protege contra cualquier tipo de represalias a los agentes que intervienen ante casos de brutalidad policial. Mientras las manifestaciones por la muerte de George Floyd a manos de la policía se extendían por todo el mundo, el Concejo Municipal de Buffalo aprobó la ley de Cariol y el alcalde la promulgó.

La ley de Buffalo también permitió que los oficiales de policía que habían sufrido represalias por intervenir soliciten una compensación, que fue lo que hizo Cariol Horne. Ella entabló una demanda y la ganó. El fallo del juez Dennis Ward ordena que se le devuelva su derecho a recibir la pensión y que se le pague retroactivamente.

Refiriéndose a George Floyd, Ward escribió en el fallo: “Uno de los problemas en todos estos casos es el papel que asumen los otros agentes que se encuentran en la escena y, en particular, su complicidad al no intervenir para salvar la vida de una persona a la que se le está aplicando una fuerza física irrazonable”.

“El mérito de la oficial Horne es que no se limitó a permanecer al margen, sino que tomó la decisión de intervenir, a pesar de la sanción que terminó sufriendo por haberlo hecho”, continúa el escrito del juez Ward. “Si bien los Eric Garner y los George Floyd del mundo nunca tuvieron una ‘segunda oportunidad’, al menos aquí se puede hacer algo para enmendar lo ocurrido”.

El ritmo de las muertes a manos de la policía en Estados Unidos, con un promedio de tres por día, no ha disminuido desde que estallaron las protestas tras la muerte de George Floyd. Cariol Horne está promoviendo que la “ley de Cariol” se apruebe en ciudades y estados de todo el país.

Amy Goodman y Denis Moynihan.

Mientras tanto, el Congreso de Estados Unidos debate la “Ley George Floyd de Justicia en la Vigilancia Policial” de 2020. Esta ley, entre otras cosas, prohibiría las maniobras de estrangulamiento y establecería el deber de los agentes de la policía federal de intervenir ante casos de brutalidad policial.

Derek Chauvin va a ir a prisión por el asesinato de George Floyd en gran parte debido a las acciones y los testimonios de quienes pasaban ocasionalmente por la zona, desde una niña de nueve años de edad hasta la adolescente que grabó el video del crimen.

Ojalá que la valentía de esas personas inspire a que se adopte en todo Estados Unidos el deber de los agentes de policía de intervenir para evitar la brutalidad policial, en lugar de instigarla y ser cómplices de ella.

 

 

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