“¡Heil a ellos mismos!”

Por El Lector Americano

Desde Burke, 20 de junio de 2024,- Hay personas que escriben con palabras y otras escriben con su vida: Frank Kafka es de estos últimos. Lo mismo a los cuales leímos incluso en otra dimensión, como es el caso de Pablo Neruda. Kafka escribió libros sustanciales que describían desde otro lado la Europa de principio del siglo XX, y su vida está llena de anécdotas confusas, historias que poco importa si fueron verdaderas, o vida en estado puro. También podemos suponer que Neruda quiso ser Walt Whitman, y Frank Kafka quiso ser Fiódor Dostoyevski. Los dos no pudieron, o no quisieron, o no les salió, pero los dos decidieron superar la apuesta de hacer carreras literarias.

Lo de arriba es un deseo de ser diferente, o algo mejor. Un pie forzado para hablar de la realidad de las Nueva Derecha del mundo. Porque los sueños de ser diferente hoy parecen ser una pantomima, como si lo que hubo del deseo humano hoy está desapareciendo.

En nuestro continente, los que adhieren a Bolsonaro, Bukele, Milei, o Trump. En Europa a Georgia Meloni, Geert Wilders en los Países Bajos, Viktor Orban en Hungría, Vox en España, los Verdes/grises de Alemania, y los franceses trasnochados de Le Pen. Todo un universo excluyente, trasladado a la arena política que se fusiona con los autómatas de las nuevas tecnologías de control social. Esos que planifican la agenda de un mundo excluyente en el 2050. “Pensadores Diet” que habitan la Universidad de Stanford, y se afianzan en Silicon Valley. Tipos que ya tienen en vista proyectos inmobiliarios en Marte, y microchips que puedan insertarse en nuestros cuerpos (en una oreja o en otro hoyo del cuerpo) para conectarnos a otros cerebros con ciertos talentos asociados. Imagínense, usted o yo, vertebrando pensamientos con el gordo Rogers, Bill Gates, o Bad Bunny, para replicar poesías con metáforas directas. Un proyecto que promete múltiples usos prácticos: sexuales, políticos, de venganzas pendientes, de dejar de ver gente pesada… Imagínense pensar en plan publicidad todo el día: “¡tomé birra negra y haga pum!”.

Foto cortesía.

Oye, creo que seríamos súper diferentes.

Los grandes escritores del primer párrafo no tienen nada que ver con los “politicastros de cuarta” que abundan el mundo de hoy. Esto lo digo porque la Nueva Derecha ya propuso gobernar a través de la inteligencia artificial. Es decir, desprenderse de todo lo humano, lo cercano, haciendo uso y abuso de la tecnología para hacer política. E incluso ya están hablando de replicar a los grandes escritores con la IA. Gobiernos intervenidos por una dimensión existencial localizada en un algoritmo creado en California American Way Life. Porque la Nueva Derecha universal dice: lo humano ha sido corrompido por el colectivismo. Es decir socialismo, cooperativismo, sindicalismo, mutualismo, todo lo basado en una humanidad más justa, de consensos, que han permitido que surgieran los Estados/Nación y, Revolución Francesa mediante, la noción de derechos humanos, y los delitos de lesa humanidad. O sea, todo lo que implique a personas haciendo algo juntas.

Un mundo feliz. Desde Ray Bradbury pasando por George Orwell, y Aldous Huxley, todos ellos y en diferentes momentos del siglo XX, nos dieron indicios de cómo sería una visión distópica del mundo. Una sociedad distante donde los humanos tuvieran poca o ninguna relación o vínculos entre ellos. Control político para que las personas no se junten. Donde la mala educación, inherente a la violencia y absoluta falta de escrúpulos para decir mentiras, sea un valor. Y así gestar desde la insatisfacción del inconsciente colectivo de la población, el odio y el resentimiento del otro. ¿Qué pasó en Alemania de los años 30? Ah, el germen que pudrió a los alemanes por dentro: un tal Adolfo, de bigotito, y apellido Hitler.

Caudillos decadentes mediáticos, que lo integran personas que solo se mueven de acuerdo a sus propios intereses y, en muchos casos, a sus fracasos flagrantes. ¿Y cómo los reconocemos? Ellos siempre te dirán: “no entiendo de política, o no me interesa”. Con ese típico desdén del zorro que desprecia a las gallinas que están fuera de su alcance. Los mismos que te dirán que no se puede seguir manteniendo vagos, a sabiendas que la economía doméstica nunca miente. O se tiene hambre o no. O se tiene trabajo o no. Casi siempre estos vagos tienen los estómagos vacíos. Sobretodo mujeres y niños. Nada que nivelar en el desnivel de nuestra sociedad. Donde lo popular este asociado al pecado, al tabú, a la desmesura de los pobres aspirando a vivir como seres humanos. Y desconocer, por ejemplo, que la gran clase media argentina proviene de padres y abuelos obreros que se promocionaron socialmente en tiempos de Perón.

En la vida de las personas, o los pueblos, cambiar de opinión tuvo siempre en cuenta algo superador. Es algo normal. Pero hoy estas concepciones chocan de frente, y son técnicamente irreconciliables. Y el desconcierto social alrededor de los cambios, que incluye a especialistas en economía y analistas de todo tipo, es hablar casi de perogrullo. Por eso conviene repasar algunas cosas, aunque parezcan obvias.

La pos verdad. La operación de sentido que se ha hecho del pasado reciente, sobretodo después de la implosión de la comunicación concentrada y las redes sociales. Y esto sólo funciona cuando se desprende de una verdad a medias, dejando en claro que en una sociedad sana nadie debería tener tanto poder. Demanda que siempre se advirtió desde la comunicación participativa. Hoy sabemos que tanto poder es incompatible con la democracia.

Quién dice qué. En muchos países de América Latina los grandes medios son los voceros de los grupos de poder para controlar lo que vemos, o lo queremos saber. Esto encaja perfectamente en la narrativa del tipo Netflix y las Agencias de Seguridad. Todo acompañado por la máquina de impedir y leyes aprobadas por Jueces Supremos corruptos, o de partidos políticos que llevan 70 años atornillados en el poder. Y sumémosles a esto un Poder Legislativo de un nivel intelectual bajísimo, que hacen que estas líneas parezcan una entelequia para no pensar nada. Los grandes medios de comunicación como factoría de propaganda de gobiernos de facto, segmentando y atrofiando a la sociedad. Los nuevos “Mass media” niegan y mienten, que incluye montajes televisivo de fuerzas de seguridad, actuando como terroristas quemando el Metro de Chile en 2019. O los esbirros de Bolsonaro que se tomaron el parlamento brasileño, o el intento de toma del Capitolio en Washington en enero de 2021, o la desinformaron supina a la ciudadanía tras la fuga de los Capos de las Maras en El Salvador.

Foto cortesía.

Idem. En los grandes medios de comunicación y la justicia, residen los males de hoy, y desde allí se gesta una realidad paralela que una forma política violenta que va por todos. Si no, basta con recordar los muros del Facebook cuando ganó Bolsonaro o Trump. Eran un desfile infinito de imágenes e insultos a homosexuales, pobres, negros y mulatos en Brasil, o a los inmigrantes latinos representados detrás de un muro al sur de la frontera, como pervertidos y ladrones. Toda una exhibición de odio que los votantes de Bolsonaro y Trump acumularon durante todos estos años de gente.

Un sueño eterno. Nacimos para vivir en sociedad. Somos personas que si no nos aman nos morimos. Si no nos cuidan, morimos. Y la nueva derecha universal quiere borrar esa noción amorosa del otro y que seamos, por ahora, sujetos a olvidar nuestro capital humano.

Esto es lo que hay. Y en medio de estas realidades contrastantes, esta nueva realidad de la ‘política real’, a dejado al mundo absorto, y lo verdaderamente vigente es la renovada pregunta de, cómo se llegó a esto…

Soñar por una independencia económica y justicia social no puede ser una quimera. Reemplazar a la clase política es dable, lo mismo que rechazar de forma urgente a esa gente de mierda que género este fracaso en democracia. Una sociedad más justa no puede estar sujeta a unos fríos agorismos para hacer una sociedad amorfa e insípida.

Están los que escriben con sabor a vida, y nosotros, los que leemos evitando sin ser los primeros en olvidar. Del agravio de volver a explicar todo de nuevo que hoy

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