Anónimo
Presidente, en su discurso me quedó claro que usted confunde la rendición de cuentas con la narración de cuentos; confunde los gritos con la firmeza, la popularidad con la democracia y la aprobación con la razón.
En su magna arrogancia ha llegado a creer que en 200 años de historia, a El Salvador lo mejor que le ha pasado es haberlo visto a usted nacer. Usted a la oposición les llama enemigos, al disenso le llama traición, a la deuda le llama ingreso, al abuso de poder le llama liderazgo, a la venganza le llama justicia, a su opinión le llama verdad, y lo peor: A los paquetitos de comida les llama progreso.
¡Que grande es su arrogancia y que pequeño es su intelecto!