¡Las tardes al Sol… aló!

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Por El Lector Americano

Desde Burke, Virginia, 25 de mayo de 2024.

Atención al cliente. Lo digo en serio: aunque no me llamen al celular o a la puerta, de gratis, yo siempre atiendo la puerta, incluso si me tocan el timbre por las redes… Me gusta saber qué pasa y el por qué ocurren algunas cosas. De cómo se vive la gran voltereta un país para pasar de un Proyecto Político Popular y Nacional, a uno Nacional Individualista Universal.

Realidad, Espectáculo y Fe. En un mundo distópico, incluso mejor que la ciencia ficción que se ve en Netflix de títulos imposibles de recordar, la «politización» siempre es un argumento más o menos frívolo, como un episodio consuelo de una nueva ARD (Artificial Regeneración Democrática). Pero si esta nueva e  inminente regeneración es con Taylor Swift, oye, no tenemos de qué preocuparnos: las entradas se venderán como pan caliente. Lo mismo con esas auroras boreales fuera de lugar, que tal no son más exclusivas de Islandia y que yo no vi; o el temor a una moda magnicida como coda histérica, de un nuevo gobierno en un país ultra endeudado donde se come buen asado; o esos milagros olvidados, como el de 1994, cuando vieron la cara de la Virgen María en un sandwich de queso a la plancha, allá Bologna: o a fecha de hoy, el mismísimo Papa Francisco haya dicho que «regulará» las apariciones divinas para que no decaiga la franquicia del Vaticano.

Más tarde, yo mismo mirándome al espejo y, ¡caramba!, ya no me reconozco después de un mes sin beber cerveza y darle a la natación como Michael Phelps, pero con flotadores propios.

Toc toc, abro la puerta. Recién esta semana me di cuenta que hace años que siempre abro la puerta con entusiasmo, porque comprendí que la vida se trata de “atender al otro”, y abandonar la consabida creciente falta de atención y la capacidad para mantener la concentración de pensar en nada.

Quizás por eso es que la aparición de los “caudillos” antisociales de la vida política en nuestro continente, en el verosímil del mundo de hoy, se hable mucho de nada para abarcar todo. Por eso provocar al lector con una nutritiva provocación a los razón, no sea después de todo un delirio. Como lo hizo Giovanni Papini en Historia de Cristo”, donde cuenta que Jesucristo escribió “algo” con una madera en el suelo. Pero sus discípulos no le prestaron atención, pero enseguida le pidieron que él devolviera su atención, porque su atención para los “otros” era muy importante.

Foto cortesía.

Dignos y firmes. Los antiguos griegos, los estoicos, hablaban de una alerta previa e indispensable para perseguir y alcanzar consciencia moral para poner atención. Por eso el castigo no era mal visto por despistarse y andar al divino botón por ahí. Quizás algo difícil de comprender, a fecha de hoy, porque sería atrofiarle el ego a una persona, o su noción de lo individual, pero era así: el ser era más peligroso que el hacer.

Todos estos años de gente. Hace muchos años alguien dijo una idea debía exponerse no en línea recta sino en párrafos disgresivos y abstractos, deslizándose sobre la experiencia más personal que universal y sin preocuparse demasiado por la exactitud o precisión de los hechos que recordabas. Esto fue el año 1570, y ese hombre se llamaba Montaigne, quien postuló la idea de solo poner atención a lo imprescindible. Descubrir esto tarde nos ha empantanado y embotellado en una guerra feroz en donde va ganando, siempre, la falta de atención por, justamente, no prestar atención. Esa sensación de aceleración de vida sin misterio, de tiempo en suspenso, o de no saber expresar sensibilidad ni sentimientos. Como cuando los mineros ingleses no le daban atención al Canario avisador, en las minas de carbón, en plena Revolución Industrial, para alertar ante el peligro de exceso del gas metano. Un canario vigilante ahorraba unos cuántos muertos bajo tierra.

Quizás por eso, hoy está en baja la capacidad de estudios de los jóvenes estudiantes del mundo libre de hoy. Porque leen libros cada vez más simples, o escuchen canciones cada vez más burdas, o ven películas con ritmo veloz y explosivo, y los exámenes de las escuelas son cada vez más acotados, y se nivela lo académico hacia abajo. O que haya tanto desorden de atención, del tipo: ¿qué dijiste?, ¿cómo?, ¡mmm claro!, todo auspiciado por expresiones del tipo: “Para muestra, un botón”.

El tiempo es veloz. Los expertos lo dijeron en 2004: el tiempo promedio frente a una pantalla de TV era de 2 minutos y medio. Hoy, 20 años después, apenas son 52 segundos. Ya nada es como antes. Se desaparece la capacidad humana de volver a ver a alguien digno de tu cariño y atención. El amor carnal es un “touch and go”, por el sólo hecho de pagar y prestarle atención a alguien o algo en el acto, y enseguida debes sobrentender que te han dicho no quieren verte más.

Y la ingente verdad es: ¿cómo le vas a dedicar tanto interés y tiempo a alguien más allá de ti mismo?

Papini también lo dijo. Dijo Jesucristo: «amaos los unos con los otros», pero a lo mejor simplemente se mal entendió —reflexiono antes de reflexionar en otra cosa—, y los que estaban con Jesús ese día solo pensando en dónde servir la cena, o cuántos eran los invitados. Y, a su vez, él mismo Jesús (también Cristo o el Mesías) dijo lo que dijo, y dibujó con un madero en el piso de tierra, mientras pensaba en los perdidos al convite, los infiltrados o colgados, o los desinvitados a degustar esos sabrosos postres de la sobremesa que tenían, donde la virtud de atender y, sobretodo, estar atentos al maestro que hay adentro de cada uno de nosotros, era el toque del gong interior.

Nirvana o Introspección. A lo mejor ese día Jesucristo sabía que el producto final de esa jornada iba a ser su inmolación, y quiso morirse lo antes posible. No ceder al objetivo de los romanos lenta y blandamente. Entonces, la siguiente mañana, en el baño, escuchando la orden para ser buscado, sintiendo en cada célula de su cuerpo el cinismo, la crueldad, la estupidez, y la orden de su caza, se sentó en el piso y empezó a morir. A morir a conciencia. A morir a propósito. A desobedecer para ser clavado por la cruz de la vergüenza, o ser golpeado por las calles, o ahorcado en la plaza frente al resto de los igual que él, esclavos sin conciencia.

Dame un talismán. Negar nuestro consentimiento a ser “parte del otro”, intercambiando una sonrisa cada mañana para que el tiempo no sea una masa de minutos y horas al divino botón, es generar alegría ahí donde gobierna la tristeza y la miseria del desamor colectivo. La Fraternidad, así con mayúscula, se ha vuelto de un tiempo a esta parte en un gesto de tontos.

Cuando hacer es muy difícil, debemos tener siempre en cuenta que ser sigue siendo peligroso para el fatuo y la gente sin swing. No lo olvidemos. Por eso es dable que la buena memoria no sea sólo del mal que nos hicieron, sino también de quienes resistieron antes que nosotros y aún desde ese lugar definido nos tiran gestos de dignidad.

Hola, sí…

 

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