Por El Lector Americano
TÚNEZ – ¿Se puede hablar de otra cosa que no sea el divorcio manifiesto entre la campaña electoral y los temas que verdaderamente preocupan a la gente?
Se puede y se debe. Pero primero habría que fijar responsabilidades en torno de quiénes y cómo debieran hacerse cargo de esa separación. Y las empresas encuestadoras parece ser las lideres de esta falencia democrática y, de paso, haber resignificado un antes y después en la vida de un pueblo. Y es que en el Chile de hoy, con las próximas elecciones de este domingo 21 de noviembre, podemos decir suelto de cuerpo, que nadie tiene certezas respecto de lo que Chile será de aquí a fin de año. O más a la derecha que Pinochet, o más a la izquierda que los bolcheviques. O es Antonio Kast, un derechista republicano admirador de la dictadura de Pinochet, o Gabriel Boric, un joven devenido de las marchas estudiantiles, en un país donde la juventud se terminó de desencantar de la Concertación Democrática pos-Pinochet. Y las empresas encuestadoras (verdaderos panópticos sociales) que funcionan últimamente como los meteorólogos en tiempos del calentamiento global. Es decir, la erran como campeones de rayuela corta pero sin tiza, que promueven la relación directamente proporcional con el resultado de las urnas (ni en las primarias la pegaron) con la reactivación en contra de Piñera que comienza a escucharse en las calles de Chile.
El mal del sociólogo. Lo perverso de todo es, que entre quienes reconocen esa incertidumbre se cuentan los propios encuestadores, que vienen de quemarse en forma ostentosa y admiten que la pandemia les recortó todavía más la posibilidad de acertar en general y en particular en las elecciones. Aún cuando sabemos que las encuestas son preeminentemente telefónicas y por línea fija, y que no hay encuesta presencial relevante. A las que se hacen por las redes no les prestan mayor atención ni los propios encuestadores, porque atañen a núcleos duros fanatizados, de un lado y otro, que no reflejan a los dichosos fluctuantes, abúlicos, desencantados y todos los etcéteras que se te ocurran.
La baja de los encuestadores. Según aceptó uno de los consultores más reconocidos de Gallup la semana pasada: si ya ocurría que, en promedio, “la gente” respondía uno de cada cien llamados, ahora contesta uno de cada 250. Y como si fuera poco, tienen que acertarle a qué significa que no respondan los 249 restantes. Además, ya se sabe o conoce que las encuestas dan, en primer lugar, números generalmente favorables a quienes las encargan y pagan. En simultáneo se entregan otras cifras, encuestas reservadas, que no se publican. Y a veces pasa que coinciden las publicadas y las no publicadas. Y a veces no. En las súper primarias de 18 de julio de 2021, recordemos, la patria encuestológica y sus compañeros mediáticos pronosticaron que habría una hecatombe en desmedro de la oposición a Piñera, y mayormente a favor de la ex concertación en las encuestas pagadas por el gobierno. Pero no fue así. Pero ojo, esto no quiere decir que las encuestas siempre se equivocan y, para el caso, es imposible equivocarse en determinar si las protestas en el último año en el centro de Santiago, y en el resto del país, han influido en su decadencia. O así lo creen ellos.
Las protestas. Este hecho muy dramático a fecha de hoy genera toneladas de comentarios de aliados y oficialistas por parte de los esbirros de Piñera. Incluyendo estrambóticos pedidos de juicios sumarios a jóvenes que participan en las protestas sociales o a quienes supieron convocar a marchas colectivas en plena cuarentena (para no hablar de las marchas con sombreros mexicanos que reemplazó a las mascarillas en el concurrido cumpleaños de la viuda de Pinochet, como se pudo ver en vídeos virales, que resultó ser una salida muy ingeniosa de la derecha dura).
Dicho esto, cabe una reflexión de cómo el gobierno de Sebastián Piñera asume la protesta social a través de sus aliados mediáticos. De cómo no sólo cae en la trampa de continuar a la defensiva con el asunto del derecho, o no, a pedir justicia por un número aún indeterminado de jóvenes muertos o mutilados por la policía chilena. Y, de esa manera, se sigue enroscando a través de aclaraciones por parte de voceros del gobierno, ofreciendo incluso ayuda médica e investigadores para compensar las graves violaciones a los derechos humanos en Chile de los dos últimos años. Otra paradoja trabajada desde los operadores mediáticos.
Pan y circo. Más aún, ¿a qué viene, precisamente, el intento de contrarrestar el efecto de cientos de jóvenes heridos y mutilados en las protestas contra Piñera, con el de la exaltación a la unidad nacional? ¿De busca pacificar al país, al margen de que en la derecha chilena no hay autoridad moral para proponer paz y democracia si ni les importó las graves y desoladoras prácticas antidemocráticas en la dictadura pinochetista? Mmm…
Sin embargo, aún en esta sociópata actitud del gobierno de Piñera, y su gente, no debería perderse de vista lo obvio del aspecto prioritario en esta próximas elecciones. Y es que es la oposición, y no el Gobierno, quienes deberían tener la astucia de hacer buena política para discutir el proyecto de país que los chilenos quieren. Desde los derechos humanos hasta el ambiente. Y dejar de lado la campaña de darle espacio a discutir problemáticas baladíes, como propone Don Francisco y todos sus adláteres, en vez de hacer un país más nivelado de abajo hacia arriba en la estructura social. En otras palabras, que la oposición no se convierta más causa que consecuencia en este divorcio entre el marketing del proceso electoral y lo que a la gente le preocupa, y que ya sabemos no requiere encuesta alguna.
Mes culpa de ellos. El derrape del gobierno de Piñera hace de sí mismo todos los días. Y es lógico que sea así, e implica la “confesión” oficialista de que únicamente pueden plantarse mediante provocaciones y usufructuar de los traspiés ajenos.
Si se hace una lista de las fallas del Frente Amplio de Gabriel Boric, por diferencias dentro de la alianza, se advierte enseguida que son errores intrascendentes acerca de asuntos nunca ligados a la economía, por ejemplo. Nunca. Porque el eje en esta elección es justamente eso, cambiar y enterrar el neoliberalismo finisecular.
Puede ser importante la opinión de un dirigente de la Alianza apoyar o no la última re re elección de Daniel Ortega en Nicaragua?
¿U opinar a favor o en contra de las protestas en Cuba?
¿O de elegir la vacuna cubana por sobre la Pfizer, o destacar los amoríos de Boric de cuando era un joven estudiante universitario?
¿Se debe enganchar la Alianza a la polémica bochinchera, y después a lo que viniere en el horizonte mediático? Mmm…Tarea para el votante ideal.
Y por el otro lado, porque los medios de comunicación se preguntan por todo esto, ¿como si el gobierno de Piñera no tuviera complicaciones bastante más graves que lo que hace o no un opositor?
Digo, han tenido éxitos como la llegada contundente de vacunas, la administración de la crisis del Covid-19 sin un gran número de muertos, como en otros lados del continente sudamericano, y no se destaca. Y a pesar de todo, Piñera siguió en el poder ante tanta ignominia política.
De eso no se habla. Y los problemas persisten, como el escenario de pobreza ampliada del que probablemente no se tenga exacta dimensión, y las reactivaciones parciales que no alcanzan de llena el bolsillo de los sectores populares ni a la clase media, pos Covid-19. O el problema de la inmigración ilegal venida desde Colombia y Venezuela principalmente, que ha despertado una xenofobia vergonzosa en la TV chilena. De todo eso y más, los analistas políticos del establishment no dicen ni una palabra como no sea para explayarse desde sus mini análisis en Twitter o en las entrevistas cómplices a funcionarios de gobierno por parte de los periodistas amigos. De que hay más pobreza porque se persiste en divagar sobre la República amenazada por los inmigrantes pobres. Y nada se dice, por fuera de las humoradas de los opinadores seriales por el tráfico de los inmigrantes pobres en la industria agrícola por parte de los señores feudales de Chile. O, aunque sea reírse, hace unos días, de la presentación surrealista del Presidente de la Sociedad de Agricultura, quien habló de recuperar la educación que contribuyó a hacer crecer la economía nacional, una gran paradoja dicha desde un gremialista que se nutre de mano de obra barata y semianalfabeta, en donde no se respeta casi ningún derecho laboral.
Los otros. Es sabido que en estas elecciones conviven visiones y posturas diferentes, sobretodo en el Frente Amplio, sobre qué conceder, y qué rechazar, si se llega a ser gobierno. Y lo más probable es que estas diferencias se ajusten al ritmo del pragmatismo necesario para construir poder con el apoyo de la gente. Lo importante es que la disputa interna sea siempre vista como una buena noticia. Lo que se arregle, si es por el bien común, que se arregle, entre otras cosas, después que se finalice la nueva Constitución, y que sean considerada Ley de Estado, para plasmar los cambios que las protestas sociales han demandado desde octubre de 2019.
Todo cambia. La dirigencia del establishment, y las empresas encuestadora a la cabeza, a esta altura de la historia reciente de Chile, más temprano que tarde no podrán seguir especulando de las responsabilidades compartidas en la crisis social en el país.
Hoy en día, las cosas que pasan en Chile,
se dirimen en el cambio del régimen neoliberal para resolver el problema de desigualdad del país. Ya no se vale ni con fotitos, ni con frases presidenciales, ni con incendiar las redes, ni con Katz endilgándole a Boric de ser un comunista de mierda, ni con Piñera pretendiéndose un marciano al que ahora usan obscenamente para contener fugas por derecha, y enfrentamiento frontal en los asuntos económicos/sociales por izquierda. Sí, el debate ya salió a la calle y lo extraordinario sería que este emergente punto de vista baste para ganar las elecciones a cualquiera de los dos candidatos. Eso se espera. Así entonces se habrá evitado chocar de nuevo contra la misma piedra, y se espera reconstruir en algo el tejido social de solidaridad que en dictadura era un hecho, pero que el Chile Neoliberal borró de un plumazo. Y así, solo así las empresas encuestadoras esta vez tenga pleno conocimiento del Chile profundo que el milagro chileno le dio la espalda los últimos treinta y un años de macroeconomía for export.