Los vínculos de Yucatán con una ciudad de EE.UU. a más de 4.000 km de distancia

La ciudad californiana de San Francisco es el destino preferido de muchos inmigrantes de Yucatán.
La ciudad californiana de San Francisco es el destino preferido de muchos inmigrantes de Yucatán.

La península de Yucatán se adentra en el Mar Caribe como un puño desafiante y, desde allá, la Bahía de San Francisco parece su versión en miniatura. Y puede que ambas orillas estén separadas por 4.830 kilómetros, pero dependen una de la otra.

Porque Yucatán necesita trabajo y San Francisco necesita trabajadores.

Esta relación de décadas se ha convertido en una especie de historia de amor, difícil de olvidar para los inmigrantes que regresan.

Pero para los familiares que los esperan en su tierra de origen, los beneficios de la emigración han comenzado a perder algo de brillo.

«Parte de mi vida»

En la ciudad de Oxkutzcab, en el corazón de la península yucateca, la de Fernando Buenfil Góngora es, para muchos, la historia del emigrante exitoso.

Es dueño del Hotel Casino, construido hace 15 años con el dinero que ganó trabajando como mesero en un restaurante asiático en San Francisco.

Fernando Buenfil
Con lo que ahorró trabajando en San Francisco, Fernando Buenfil construyó su hotel en Oxkutzkab.

«Tengo el puente Golden Gate aquí», dice Buenfil señalando uno de los murales del su hotel de 11 habitaciones, un santuario dedicado a la ciudad californiana.

La planta superior es de un amarillo brillante y tiene pintados ventanales con vistas a la bahía.

Gran parte de su familia trabaja en el establecimiento.

Buenfil dice que está bien económicamente. «Puedo sobrevivir», señala. «No gano tanto dinero como en San Francisco, pero estoy feliz aquí con mi familia».

Sin embargo, reconoce que dejar la ciudad fue como renunciar a una amante.

Y la echa tanto de menos que ha cortado el contacto con sus amigos de allá, ya que le teme a la tentación de volver.

«Siento que parte de mi vida está en San Francisco», dice. «Me da la sensación de que si voy me quedaré. Y no quiero dejar a mi familia».

Y es que es la familia la que hace volver a México a muchos yucatecos.

Para Buenfil fue su padre, que se estaba muriendo. Pero ahora está casado y tiene una hija pequeña.

Huellas californianas

Las huellas de San Francisco se encuentran por todo el pueblo de Oxkutzcab, no solo en el hotel de Buenfil.

Puente Golden Gate
San Francisco y sus símbolos viven en el corazón de muchos antiguos inmigrantes.

Muchos restaurantes, por ejemplo, sirven platos asiáticos muy populares en San Francisco, como el pad thai (un salteado tailandés a base de fideos de arroz), además de hamburguesas y tacos.

Y el logo de los Gigantes de San Francisco, el equipo de béisbol de la ciudad californiana, se ve en las ventanas de taxis, en gorras y hasta en forma de tatuaje.

Oxkutzcab está lejos de ser un popular destino turístico como Cancún, que atrae a millones de estadounidenses al año.

El 70% de los habitantes de la ciudad vive entre la pobreza moderada y la extrema, aunque el constante flujo de dólares procedentes de EE.UU. ha permitido el surgimiento de una modesta clase media.

Esta conduce autos más nuevos, usa teléfonos inteligentes.

Además, son comunes las casas con dos pisos, de estilo estadounidense, construidas junto a las tradicionales viviendas de adobe.

Con ganas de volver

De adolescente, Juan Carlos Chable se levantaba a las tres de la mañana para descargar cajas con piñas destinadas al mercado central de Oxkutzcab.

A la semana ganaba el equivalente a US$17, lo que no le bastaba para poder invitar a su futura esposa a un buen restaurante. Y cuando se casaron se mudaron con sus padres.

«Ganaba lo suficiente para comprar la comida», cuenta Chable.

Entonces se fue al norte. Pasó dos años en San Francisco amasando pizzas y lavando platos.

Juan Carlos Chable
La pasión de Chable por los Gigantes de San Francisco es visible en su moto-taxi.

Fanático de los Gigantes de San Francisco, su amor por el equipo es visible en la moto-taxi que ahora maneja en Oxkutzcab.

Y con lo que ahorró en California pudo regresar y construir una amplia casa de cuatro habitaciones, con un patio y un elegante portón de hierro.

Ahora tiene dos hijos y una moto-taxi. En una buena semana puede ganar el equivalente a US$120.

Aunque últimamente ha estado algo inquieto.

«Quiero regresar a San Francisco», dice. «Tengo que pagar una cuenta de hospital y me está costando cubrir los gastos diarios».

Chable conserva sus ahorros en tres tarros de yogurt que están encima del refrigerador. Dos están vacíos, en el tercero hay un dólar.

Chable quiere ganar más y abrir su propio negocio de lavado de autos.

Pero la gente que se queda atrás, especialmente las mujeres y los niños, ya no están tan convencidos de que la inmigración sea la solución a sus problemas de dinero.

Trabajo duro

En la casa de al lado, la mamá de Chable, Sofía, lava un pollo antes del almuerzo vestida con un tradicional tejido maya.

Abiertamente desaprueba la intención de su hijo de volverse a ir.

Sofía, la mamá de Juan Carlos Chable
La mamá de Juan Carlos Chable, Sofía, no quiere que su hijo se vuelva a ir a EE.UU.

«Está loco», dice. «Aquí tiene su casa y la moto-taxi para trabajar. ¿Qué le hace falta? Tiene todo lo que necesita».

Y la esposa de Chable también se opone a la idea de su partida.

Con los dos niños ya en la escuela, se ha ofrecido a buscar un trabajo. Pero su marido no quiere.

«Aquí eso habla mal del hombre de la casa, que la mujer trabaje», explica. «Se burlan de uno por no poderla mantener».

En un barrio vecino, María Juvencia Chan, de 30 años, espanta moscas de los pedazos de cerdo crudo que tiene para vender.

Ella nunca le huyó al trabajo duro. Y junto con su esposo maneja una pequeña carnicería y un puesto de comida. También fabrica su propio jabón para vender.

Con lo que ganan han educado a sus dos hijos, construyeron una casa y manejan un Volkswagen Jetta modelo 2005.

Ninguno de los dos ha emigrado a Estados Unidos. Y Chan está orgullosa de ello.

«No importa donde uno vaya, siempre es difícil», dice.

«Pero si uno le echa ganas y trabaja duro, puede tener éxito en México».

Esta historia fue elaborada en colaboración con Round Earth Media, una ONG que asesora a la próxima generación de periodistas internacionales. Mely Arellano contribuyó a la reportería.

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