-¿Viste que murió José?
-¿Cuál José?
-El de acá a la vuelta, el que tiene 8 hijos y la mujer es esa negra flaquísima, la que anda con los pibes caminando detrás de sí como una mamá-pata, mamá-gallina.
-Ah, sí. Esa mamá de ojos tristes como los días de verano cuando el sol hace un paro sorpresivo impidiendo que los turistas gocen de la playa. El albañil.
-Era de todo. Albañil, jardinero, hacía algo de plomería, lo que venga, decía. Todo me sirve.
-¡Cómo que no! Recuerdo que trabajaba mucho, fue uno de los que levantó el edificio de la calle 2, ese que de pronto quedó abandonado y hace que se yo cuántos años es como un esqueleto erguido frente al mar, bañado por la bruma, recalentado por el sol del verano, azotado por los vientos que te calan hasta los huesos. ¡Qué cosa esa obra! ¡Como quedó abandonada en el tiempo!
-José también trabajó en la construcción de dúplex, casitas de veraneo con el techo a dos aguas. Contaba que no paró desde que llegó de un Chaco donde los capangas expulsaron la alegría, pensando que por otros confines la vida sería más fácil.
-Es que la crisis pegó fuerte, dejó un tendal de hombres y mujeres a la deriva como el barco hundido de la otra playa.
-¡Sí, pobre tipo! Y era joven, dicen que tenía cuarenta y dos años.
-¿De qué murió?
-De empacho.
-¿Qué?
-Sí. Murió empachado de ganas. Atragantado de sueños irresueltos, de ganas compulsivas de alcanzar unas monedas como para poder parar la olla.
Ganas de poder mandar a sus hijos a la escuela. Sobre todo a los mayorcitos que dejaron la primaria para ayudar al padre en las tareas.
Murió atorado de ganas de poder comprarle zapatillas nuevas, esas que no tienen agujeros. Tenía ansias de no ver más cómo asoman los deditos de los niños por la lona rasgada.
Murió empachado de tantas ganas irresueltas.
Empachado de impotencia, de pobreza; empachado de bronca contenida.
-Deja como herencia ocho pequeños, una mujer y un par de perros famélicos con los que compartían migajas. Nadie hablará de él dentro de un rato.
-Tampoco nadie reclamará esa herencia.
Murió José, un hombre como tantos. No hay obituarios que relaten recuerdos, murió sin club de fans, sin lágrimas ajenas. Fue apenas un fantasma en vida y a partir de hoy ya será nada.
-Ah, hablando de fans ¿viste que murió también el empresario devenido en actor sin arte, en hombre del espectáculo que muestra el colapso televisivo en un medio que se convirtió en alienante?
-Sí, lo escuché hoy por la radio. ¡Pobre José!
Ilustración: Obra de la artista visual argentina Beatriz Palmieri «Albañil»
Nechi Dorado escribe esde Buenos Aires, Argentina
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL