Patriotismo de San Pedro de Hualla en la Independencia del Perú

Nuevo libro de Max Aguirre Cárdenas analiza sacrificios del pueblo huallino en las guerras andinas 

Roberto Bustamante (*) 

Perú está próximo a conmemorar el Bicentenario de su Independencia nacional. Su historia no es completa en todos sus aspectos. Han surgido acuciosos historiadores con nuevas interrogantes para dimensionar y educar a las generaciones de jóvenes.

El interesante estudio de la Benemérita Villa de San Pedro de Hualla, del investigador peruano natural de Cangallo, Max Aguirre Cárdenas, quien acaba de publicar su libro “Etnicidad e Historia en la Independencia del Perú en Huamanga»(1815-1823).

Está dedicado a estudiar la contribución del pueblo huallino en la región de Ayacucho, en el proceso de la Independencia del Perú.

Han transcurrido 199 años desde la Independencia del Perú proclamada en Lima y 206 años desde la primera jura de la independencia del Perú celebrada en la capital de la Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo y, sin embargo, la nación no le ha brindado todavía el justo reconocimiento que merece esta importante contribución en el logro de la independencia que el próximo año celebra su bicentenario.

En Hualla, una ciudad enclavada en los andes peruanos, durante las guerras por la independencia, sus pobladores han enfrentado con estoicismo y valentía las agresiones históricas, con el sacrificio de centenares de sus hijos encabezados por sus mártires independentistas como: Pedro Tomaro, Tomás Yanqe, Tomás Vílchez y Miguel Yupanki, a quienes el autor recuerda y les rinde su más fervoroso homenaje.

Reproducimos a continuación los comentarios del mismo autor Aguirre Cárdenas, invitando a los lectores informarse mejor de los sacrificios ocurridos durante las guerras libradas en la región de Huamanga a favor de la independencia peruana.

Acomete la tarea de seguir contribuyendo a la reconstrucción de la memoria histórica regional ayacuchana, pero esta vez refiriéndose al proceso de la lucha independentista del Perú operado en el horizonte huallino, añadiendo las vicisitudes de la provincia de Cangallo para impedir su fraccionamiento territorial por intereses políticos censurables que finalmente perjudicó también a San Pedro de Hualla, su par patriótico, que aspiraba a ser capital de una nueva provincia. Para ello, el autor ha lidiado con el dilema de usar el paradigma epistemológico de los estudios subalternos que parece ser la herramienta ad hoc para aprehender y difundir la visión de los vencidos, marginados y/o excluidos de las élites social y cultural, o usar el modelo modernizante de los “annales” franceses puesto casi hegemónicamente en vigencia en el Perú hace unos cuarenta años –entre los más visibles- por Thimothi Anna.

La historia tradicional y la nueva historia 

Aguirre Aguirre Cárdenas, procedente de las tiendas lógico-matemáticas y la filosofía, ha preferido retroceder un poco a la epistemología histórica tradicional para empatizar con la mentalidad étnica de las comunidades rurales y entonar con la sencillez narrativa de las microhistorias que cultivan los pueblos en los andes peruanos, a través de sus líderes pertenecientes a sus estratos sociales mejor instruidos. Y ello porque la nueva historia peruana, que en estos últimos quinquenios ha obtenido la dinámica teorética necesaria para renovarse fructíferamente, parece, sin embargo, detestar los estilos discursivos que satisfacen las necesidades populares o entonan con su cultura, y más bien parece refugiarse en fraternidades secretas de ultraespecialistas que espantan a los marginados, reduciéndose a una suerte de logias fracmasónicas. Si algo caracterizaba a la historia tradicional como ciencia –a diferencia de las demás en bloque- es que ella podía ser el pan que nutría cotidianamente a los hombres, sin miramientos de géneros, confesiones religiosas, credos políticos e incluso a los iletrados, persiguiendo todos aprehender la verdad de un pasado leído con sus propias categorías cronológicas y éticas, con las categorías de su inteligencia y mentalidad concretas como en el caso de los Hualla.

El papel del historiador -maestro 

Ello explica por qué en cada aldea, en cada villorrio, en cada pueblo del ande, siempre hubo y hay por lo menos un historiador-maestro que asume la función de dar sentido a la existencia de sus pobladores y su escenario geográfico y cultural. Antes la historia era pariente (de parir) de la identidad de un pueblo. Hoy está próxima a renunciar a esa virtud y auto condenarse al exilio, a la orfandad popular, faltando a su función primordial de ser una brújula que mitiga la soledad y la incertidumbre de sus hombres (la historia –ayudada por los currículos escolares- se ha divorciado del pueblo facilitando que este caiga en las redes de la anarquía).

Y todo, porque equivocadamente se presume que debe ser una ciencia como las demás, globalizante, aunque paradójicamente patrimonio de muy pocos, codificada o cifrada para que no accedan ni comprendan las mayorías. Ya dijimos alguna vez: la claridad debe ser la cortesía de los historiadores, como reclamaba Ortega y Gasset para los filósofos. Y la pregunta emerge nuevamente como el Ave Fénix de sus cenizas: ¿Qué es la historia y para qué sirve? Esta interrogante es un desafío en las investigaciones del autor Max Aguirre Cárdenas, a quien pueden escribir y ordenar este interesante libro, al correo electrónico maxaguirrec@gmail.com

(*) Roberto Bustamante es periodista y científico social en los Estados Unidos 

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