¿Puede monseñor Romero llegar a ser santo por la vía del martirio?

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A poco más de un mes de cumplirse los 35 años de su asesinato, el Vaticano declaró mártir a monseñor Óscar Arnulfo Romero.
Este martes, el papa Francisco autorizó la promulgación del decreto de la Congregación para las Causas de los Santos que reconoce el martirio de quien fuera Arzobispo de San Salvador, muerto el 24 de marzo de 1980.
Un francotirador le impactó directo en el pecho mientras oficiaba una misa en la capilla de hospital de la Divina Providencia, en San Salvador.
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Lo que ha ocurrido hoy es que el Papa Francisco ha dicho que la muerte de Romero fue acto de odio a la fe y ya no van a ser necesarios milagros para su beatificación.
Roberto Valencia – Periodista y autor del libro «Hablan de Monseñor Romero»
En 1994, doce años después de su muerte, se inició formalmente en El Salvador la causa de la canonización de monseñor Romero, para tratar de convertirlo en el primer santo salvadoreño.
Los proponentes de la causa se apoyaron en las valoraciones sobre las características de la vida y muerte de Monseñor.
La iniciativa fue trasladada al Vaticano 1995 y un año después quedo paralizada.
Aún cuando hasta el momento no se le atribuyen milagros comprobados al sacerdote salvadoreño -una de las condiciones establecidas por la Iglesia Católica para avanzar en el proceso de canonización-, la promulgación del martirio supone un paso firme para la causa de la canonización de Romero.

La Causa de la canonización de Oscar Arnulfo Romero se inició en 1994 en El Salvador y fue trasladada al Vaticano en 1995.
La Causa de la canonización de Oscar Arnulfo Romero se inició en 1994 en El Salvador y fue trasladada al Vaticano en 1995.

¿Puede realmente ser declarado santo Óscar Arnulfo Romero?
«Uno de los requisitos que establece la Congregación de la Causa de los Santos es que se le pueda atribuir un milagro, como ocurrió recientemente con Juan Pablo II», dice el periodista vasco-salvadoreño Roberto Valencia, autor del libro «Hablan de Monseñor Romero» (Fundación Monseñor Romero, San Salvador, 2011).
El milagro de Juan Pablo II se «demostró» en el caso de una mujer costarricense, Floribeth Mora Díaz, a quien le habían dado un mes de vida a causa de un aneurisma cerebral: ella le pidió ayuda al entonces fallecido Papa y el mal que la aquejaba desapareció.
«Pero los santos también pueden entrar por la vía del martirio», le dice Valencia a BBC Mundo.
No necesita milagros
La Oficina de la Causa de la Canonización de monseñor Romero sostiene que, en sentido jurídico, para tener un mártir es necesario que se verifiquen dos cosas: que sea un «acontecimiento histórico» donde se es perseguido «por odio, a la fe u otra virtud cristiana (moral)».
Además debe constatarse que se trata de la «muerte de un cristiano que acepta voluntariamente la muerte y soporta pacientemente la misma muerte por amor a Cristo y por serle fiel».
 
Los también pueden entrar por la vía del martirio.
Roberto Valencia
Valencia afirma que hay muchos santos declarados por el Vaticano una vez se estableció que fueron asesinados en lo que se conoce como «actos de odio de la fe».
«Lo que ha ocurrido hoy es que el Papa Francisco ha dicho que la muerte de Romero fue acto de odio a la fe y ya no van a ser necesarios milagros para su beatificación. Eso allana el camino para que esto suceda».
Además de Romero, en el decreto promulgado por el papa Francisco se reconoce el martirio de los sacerdotes polacos Michele Tomaszek y Sbigneo Strzalkowski, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y del italiano Alessandro Dordi, sacerdote diocesano.
Los tres fueron muertos «por odio a la fe» en Perú a manos del grupo guerrillero Sendero Luminoso el 9 y el 25 de agosto de 1991.
«Crucificado como Jesús»
Romero, quien solía denunciar las injusticias cometidas en los años previos a la guerra civil salvadoreña (1980-1992) fue asesinado por paramilitares al servicio del mayor Roberto D’Aubuisson, en un momento de violencia desmedida en el país, tanto de militares como de la guerrilla.
 
En sus homilías dominicales, trasmitidas por radio a todo el país, Romero mencionaba los abusos ocurridos en la semana a manos de las fuerzas de seguridad.
Para entonces el país vivía en un contexto de ejecuciones sumarias, secuestros, desapariciones y torturas.
En sus homilías dominicales, trasmitidas por radio a todo el país, Romero mencionaba los abusos ocurridos en la semana a manos de las fuerzas de seguridad.
Durante sus tres años como arzobispo, Romero pidió insistentemente el fin de esa violencia y defendió el derecho de los más pobres de El Salvador de organizarse para pedir cambio.
Eso lo convirtió en un enemigo de la oligarquía que controlaba el país en ese entonces, y también lo enfrentó con partes de su propia Iglesia Católica.
«El arzobispo Romero era la persona más amada y más odiada de este país», le dijo Ricardo Urioste, asistente personal de Romero, a BBC Mundo en 2014. «Y como Jesús, fue crucificado».
Hay historiadores salvadoreños que sostienen que incluso el asesinato de Romero marcó el inicio de la guerra civil.
Prácticamente desde el mismo momento de su muerte, en El Salvador surgió la devoción hacia monseñor Romero.
Prácticamente desde el mismo momento de su muerte, en El Salvador surgió la devoción hacia monseñor Romero.

Culto desde su muerte
Valencia no puede decir si a Romero -quien es llamado en el país centroamericano «San Romero de América»- se le declarará santo o beato.
«En la práctica son lo mismo. La diferencia básica entre ser beato y ser santo es que el culto sea a escala local -para una región o un país- o a escala mundial», explica.
«Podría ser cualquiera de las dos vías», matiza.
El culto a monseñor Romero en El Salvador es más que notable: en el mausoleo que contiene sus restos, ubicado en el sótano de la Catedral Metropolitana de San Salvador, se realizan misas muy concurridas.
De igual modo, el Ministerio de Turismo de El Salvador inauguró en 2012 una Ruta de Monseñor Romero, un «city tour» de 10 paradas que arranca en el Centro Monseñor Romero y Museo de Mártires, en la Universidad Centroamericana, y termina en el lugar donde ocurrió su muerte.
«La devoción hacia Romero comenzó en los años 80 y siguió en los 90, en plena guerra civil, como ya lo demuestran muchas placas en las que salvadoreños anónimos le agradecen por algún milagro recibido», explica Valencia.
«Muchas de esas placas fueron colocadas de forma clandestina pues esa devoción no la detuvo la cruenta guerra civil ni la represión. De hecho, tener una foto de Romero en casa podría ser causa para aparecer muerto en los años más duros de la guerra».
«Ese culto surgió prácticamente el día de su muerte».

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