Reencuentro en San Miguel

Por Miguel Angel Alvarez

En el reencuentro que tuvimos a principios de este mes en El Salvador, mis compañeros del Grupo del Instituto Nacional Isidro Menéndez (INIM) me recibieron como si nunca hubiera salido de San Miguel. En cada abrazo y apretón de manos, compartimos la alegría de encontrarnos con los compañeros de aquellos años de colegio y los amigos de infancia. Hace 28 años salí de El Salvador y parece que el tiempo nunca pasó.

Fue una gran fiesta donde recordamos muchas anécdotas de juventud, como apodos, chistes. Además bailamos, brindamos. Tampoco faltó la barbacoa, de dos lechones cocidos al mismo tiempo.

 

En los años de juventud, uno tiene siempre un grupo de amigos que se frecuentan todos los días. Ahí te das cuenta que el tiempo solo cambió la fisonomía, pero el recuerdo de los tiempos mozos está vivo.  Valió la pena esas noches de desvelo de los organizadores para lograr el reencuentro del Grupo INIM.

Quiero enfatizar mi más sincero agradecimiento a Jesús Ernesto Loza Álvarez, por su fina hospitalidad en su acogedora  residencia, que brilla como un espejo del patrimonio de sus padres.

Además me encontré con otro compañero que éramos, como se dice, «uña y carne». Roberto Antonio Garay Saravia, quien voló veinte y seis horas  desde Taiwán junto a su esposa, para encontrase con el grupo de compañeros que llegaron de distintos puntos de la Unión Americana.

También tuve la oportunidad de saludar, entre una larga lista de amigos, a Jesús Ernesto Loza, Roberto Antonio Garay Saravia, Soriano Wilfredo Silva, y amigos de infancia que algunos no tuve la oportunidad de compartir con ellos, como Mauricio Godoy y Pablo Edwin Guatemala.

Con Miguel Sánchez tuve una larga conversación y me puso al tanto de cada uno de los amigos que no llegaron y de los que se que ya partieron de esta vida.

En compañía de mi esposa Peggy Espejo, tuve la oportunidad de visitar la catedral donde empecé muy joven a tomar fotos.

Asimismo pasamos por la Iglesia Santo Domingo junto a Jesús Ernesto Loza, quien pidió al párroco cerrar la reunión con una misa, para dar gracias a Dios por los compañeros que asistieron y orar por los que ya no están con nosotros.

San Miguel, la tercera cabecera departamental de El Salvador, es muy famosa por su Carnaval y por su calor, ha cambiado mucho.

La Perla de Oriente ha crecido aceleradamente, pero todavía adornan la avenida algunas paredes gruesas de adobe, para las cuales parece que el tiempo nunca pasó.

Quisiera mencionar a cada uno de los presentes pero la lista es larga. Fue un reencuentro inolvidable. Mi esposa Peggy viene encantada de la hospitalidad de mis compañeros de colegio y de su caballerosidad.

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