Represión y solidaridad

Por Teresa Gurza

La solidaridad de la gente con los reprimidos, es la gran lección que de su vida en la izquierda sacó Elba Pérez Villalba, amiga de décadas y una de las personas a las que más admiro por su valentía y congruencia.

Vivió represión y tuvo solidaridad de niña, joven y adulta, como se puede leer en su testimonio Recordar el Olvido, instantes de realidades, sueños y utopías volátiles y eternos, publicado por la Universidad de Chapingo como parte de un estudio sobre las mujeres en los movimientos sociales; y en el que Elba escribe sobre sus primeros años.

La participación política la aprendió de sus padres.

Su madre Amelia Villalba Alvarado nació en Villa Juárez, Durango, en una familia villista que perdió cinco tíos en la Revolución.

Maestra y directora de escuelas rurales en el norte del país, Amelia se involucró en las luchas sociales de la época; vivió la Guerra Cristera y la llamada Educación Socialista, 1934-1946; estuvo en las Misiones Culturales y en tomas de tierras en la Laguna para el reparto agrario; ingresó al Partido Comunista Mexicano y se casó con José Encarnación Pérez Gaytán, “casorio al estilo comunista es decir aprobado por el PC al que se consultaba incluso, para esos asuntos”.

Cuenta Elba, que su madre y su bisabuela “eran de armas tomar… mi mamá tenía un carácter tan fuerte que me daba miedo, pero ante mi padre se quebraba”.

Y que su abuela en cambio, “era llorona y religiosa”; y como no toleraba que su hija fuera atea y comunista, intentó matarla para sacarle el diablo del cuerpo; “mi rechazo a ella, me volvió atea”.

También políticamente activa fue la familia de Chón, originaria de Nuevo León y vinculada al Partido Liberal.

Al terminar la escuela normal, Chón empezó a estudiar Derecho; pero no terminó, porque se unió a las luchas estudiantiles universitarias y se incorporó al PCM.

Conoció a Amelia en Torreón, y tras casarse pasaron estrecheces económicas y presiones políticas; porque el partido comunista del que Chón sería uno de los primeros diputados y donde llegaría a los más altos puestos de dirección, era entonces ilegal, pobre y perseguido.

Por hacerse cargo de la familia  y trabajar para sostenerla,  Amelia dejó de participar directamente en la política; “fue algo que siempre le reclamé a mi papá, dice Elba, ¿por qué mi mamá dejó de ser quién era?”, Chón le contestaba que por circunstancias y disciplina partidista.

Queriendo conocer los porqués de la represión que sufrían, del mal trato que le daban en las escuelas, de los lanzamientos de las viviendas al no tener para pagar la renta; en fin, la razón por la que les pasaba todo eso, Elba interrogaba mucho a sus padres sobre lo que hacían; y al comprender que tenían razón, empezó a asumir sus propios compromisos.

Y si de chica fue testigo del movimiento del 58, que considera más trascendente para la historia de México que el 68 por la gran cantidad de trabajadores involucrados, muy joven fue brigadista del 68 y estuvo detenida unas horas en Tlatelolco; participó en la marcha por San Cosme del 10 de junio; y tiempo después, fue baleada por porros en la UNAM.

El testimonio evoca su paso por la Juventud  Comunista, la escisión de quienes optaron por la guerrilla; su vinculación a luchas por la tierra en Puebla y Tlaxcala; su militancia y cargos medios en el PCM, PSUM, PMS y PRD, del que se retiró “porque no me gustaron varios rasgos clientelares”.

Y sostiene convencida, que “la conducta del Estado ha sido siempre la misma: primero la cooptación y luego la represión”.

Pero recuerda también, la buena recepción que había a las colectas que hacían los familiares de los presos; y especialmente la solidaridad del general Cárdenas, la comunidad judía y los sindicatos de la Ánfora y Euskadi, “había que sobrevivir económicamente y al mismo tiempo, lograr que fueran reconocidos como presos políticos, porque estaban acusados de delincuencia”.

Y concluye, “Para mí lo más impresionante es la ayuda que nos dio tanta gente… la gran solidaridad humana”.

Ahora es doctora en Ciencias, tiene ya 23 años como profesora en Chapingo y poco tiempo para escribir; pero ojalá nos cuente sus impresiones sobre la Unión Soviética donde vivió varios años y cuya gloria y caída, conoce de primera mano.

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