Ugly American

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Por Alfonso Villalva P.

A Manuel por su sangre; A Cristina por su empeño.

En las calles del barrio financiero de Nueva York, o sea, los alrededores de la proverbial calle del Muro -Wall Street-, se dicen muchas frases elocuentes, pintorescas, vaya, hasta simpáticas. Una de ellas, quizá de las menos simpáticas por el dramatismo que encierra, es precisamente la que se refiere a la circunstancia de cuando uno se encuentra siendo inadecuadamente representado por un tercero en un lance comercial, jurídico o diplomático.

La ominosa frase que reza: “no hay nada peor que estar mal representado» -en inglés, «nothing worse than being under represented»- que aplica lo mismo para el caso de que un abogado incompetente pierda tu juicio de alimentos, divorcio o arrendamiento por perder un término judicial, por no ofrecer la prueba adecuada o ser negligente en el procedimiento de embargo.

También lo es, quizá aún más grave, cuando le entregas tu nombre, tu reputación, tu futuro y todo tu patrimonio cultural a un sujeto que por el periodo constitucional conducente, represente tus sueños y tus aspiraciones en el intrincado concierto internacional, en el proceso legislativo, en la generación de la política pública, en el apoyo a los niños en la primera infancia, en la administración del presupuesto federal con probidad e inteligencia.

Y es allí hoy, donde nos lamentamos, quizá como hace décadas no lo hacíamos, porque habíamos tenido Presidentes de todo tipo: locuaces, ocurrentes, obcecados, destructivos y más, pero nunca tan entreguistas, humillados, vergonzantemente solícitos a la humillación de la encarnación del proverbial imperialismo yanqui, merced a una audaz estrategia de su delfín, o sus asesores, o quien maldita la cosa le haya convencido que recibir a un enemigo de los mexicanos era una astucia política.

El imperialismo yanqui. Ese que discrimina, que avasalla y depreda, que aniquila y explota. Ese que se acuñó como emblema de aquéllos americanos que sin escrúpulos nos han explotado, igual que los mexicanos y los daneses y los franceses, es decir, aquellos individuos que representan la minoría de tantos países, que no están definidos por nacionalidad alguna, sino por la opresión y el aniquilamiento de la dignidad de personas menos favorecidas, a cambio de jugosas utilidades o el malsano placer de joder al vecino.

Nada peor que estar mal representado. Nada peor que venga el bully a tu casa, y que lo reciba tu padre, y le sirva un trago. Nada peor que haga que tu madre le cocine y te restriegue en el hocico tu indignidad, tu afrenta, tu confirmación de que perderás todo a manos de la incompetencia de quien te representa.

¿Por qué, dime tú, qué puede ser peor en un clima de desconfianza, de crisis económica, de indiferencia total de tus dirigentes que se regodean en las lisonjas del poder y una industria que no debiera serlo -el ser servidores públicos-, y que garantiza fortunas por generaciones; qué sería peor, te decía, que la humillación de recibir con honores y torpeza en la administración de los conceptos, a quien ha advertido sin recato la violación de tus derechos, tus hermanas y tu descendencia?

Es poco relevante lo que haya sido el dialogo real entre el Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y este «ugly american» denominado Donald Trump que vino presurosamente a burlarse de nuestra desgracia de estar mal representados. Es poco relevante, cuando quien representa tu futuro, tu dignidad y tu pasado glorioso, decide trivializar las cosas y hacer un mal chiste de lo que pueden ser los peores cuatro -u ocho- años de tu vida.

Wall Street, el muro infame que propone Trump. Todo superable, a no ser por el hecho de que estamos lamentable y constitucionalmente mal representados por un Presidente que se somete a un vil y ordinario Ugly American.

Twitter: @avillalva_

columnasv@hotmail.com

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