Vergonzoso, injusto e indignante

Teresa Gurza.          

 

Después de tanto cacareo y tantas autoporras por lo que supuestamente hicieron en el sector salud; de tanta alharaca y publicidad acerca de que el equipamiento del IMSS en el sexenio que acaba de terminar no tiene parangón en la historia de México, es indignante, injusto y vergonzoso, comprobar que Felipe Calderón y Daniel Karam mintieron.

Esta no es una crítica al IMSS como institución, porque se trata de un invento maravilloso y de una conquista laboral; ni tampoco a los médicos y enfermeras que dan lo mejor de sí mismos a pesar de sus enormes cargas de trabajo y carencias.

Lo es a la indiferencia del gobierno ante la falta de los implementos y medicinas; y al pésimo servicio que el déficit de profesionales de la salud, ocasiona.

Un descuido de mi parte, sumado a los desniveles y roturas de muchas calles de Cuautla por las que apenas se puede caminar, indignantes también porque muestran el desprecio de los alcaldes por los que ahí transitan, me provocaron una caída y la rotura de una parte del pie izquierdo.

Acudí como a las dos de la tarde al servicio de Urgencias del IMSS, de la Subdelegación de Cuautla.

Antes que yo estaban unas cuarenta personas; entre ellas una mujer que trabaja como recamarera y lleva tres idas al seguro en mes y medio porque se quebró le pierna y las férulas que le han colocado se le aflojan; y dos mamás con sus niños de 3 y 4 años que no paraban de llorar, por un brazo y una pierna fracturados.

Llegaron a Urgencias desde las 10 de la mañana, sin que a las 7 de la noche les hubieran hecho nada más que radiografías; “y nos faltan las colonas pa´que nos den los remedios”.

A pocos metros, frente a los consultorios de Cirugía y Medicina Interna, un armario repleto de comida chatarra, más cara que afuera, da cuenta de la incongruencia gubernamental que por un lado gasta en programas contra la obesidad y por el otro expende dentro del mismo IMSS, frituras saladas o azucaradas y otras porquerías que los pacientes compran y comen para aligerar, masticando, la larga espera.

Luego de SEIS horas de haber llegado a Urgencias, que fueron DIEZ para las mamás, pasó un doctor que alguien reconoció como traumatólogo y fuimos detrás; de prisa malrevisó nuestras radiografías y nos mandó al cuarto de yesos.

Cuando reclamé por la tardanza respondió “antes de llegar a Urgencias, pasamos consulta y vamos al hospital a ver a los internados; y hoy tienen suerte porque hay pacientes a los que les ha tocado esperar más de 36 horas por falta de vendas”…

A todos nos pusieron férulas; el médico dijo que porque era lo indicado, pero la enfermera que los puso y usó para el mío como mesa de apoyo el muslo de la muchacha que me acompañó porque no había camillas ni mesas ni bancos disponibles, explicó que ponían férulas y no yeso completo “para que alcance el material”.

¡Y que material! algo flojo, que no daba suficiente soporte y con bordes molestos.

El médico me advirtió que no podía pisar durante las seis semanas que debía estar en reposo; y me entregaron seis pastillitas envueltas en un pedacito de gasa.

Luego me enteré que tenía que tomar dos tabletas al día durante 10, que debía ir a los dos días a recoger las otras 14; y a los cinco, a pedir una cita, para que en cuatro semanas me chequeen el yeso.

¿Pues qué no dice usted que no puedo pisar y debo estar en reposo? le pregunté al doctor, y pedí las medicinas completas y la cita de una vez.

“Las medicinas están hoy agotadas… y las citas se dan en la mañana; así que venga en muletas o que alguien la traiga, porque así es esto  acá”,  contestó de mal modo.

Ahora entiendo porque a los funcionarios de alto nivel no les gusta pasar por “esto” y prefieren curarse en hospitales privados o fuera del país.

Pero quienes por sus recursos no tienen otra opción, no deben seguir padeciendo las deficiencias ni recibiendo tratos indignos, porque ni es justo ni es digno; y porque están pagando o han pagado cuotas durante décadas.

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