Violación: El miedo nunca se va, Laura Neuman, Maryland

Laura Newman es ahora alcaldesa (ejecutiva) del condado de Anne Arundel, Maryland/Archivo MLNews.

Hace dos meses, la trágica muerte de una víctima de violación en India horrorizó a la sociedad y trascendió las fronteras. El eco de ese crimen no ha dejado de resonar por ser una experiencia sufrida por tantas mujeres en el mundo. Seis sobrevivientes de violaciones en seis esquinas del mundo compartieron su historia con la BBC.
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Laura Neuman, de 47 años de edad, vive en Annapolis, Maryland. Cuando tenía 18 años fue violada. Su atacante está en la cárcel cumpliendo una condena de cadena perpetua por esa violación y otros asaltos sexuales contra varias mujeres. Newman fue elegida el pasado mes de febrero como ejecutiva (alcaldesa) del condado de Anne Arundel, donde se ubica Annapolis, la capital de Maryland.
«Yo tomaba clases en un centro de estudios superiores comunitario pero trabajaba como mesera para ganarme la vida. Regresé a casa una noche —el compañero con quien compartía el arriendo, que también trabajaba en el mismo restaurante, había salido con su novia- y estaba sola. Serían más o menos las 12 de la noche o 1 de la madrugada —estaba dormida— cuando escuché un ruido en el apartamento. Presumí que era mi compañero de vivienda regresando y, al despertar, sentí una almohada sobre mi cara y una pistola contra mi cabeza. Así fue como fui violada.

Siguieron días muy oscuros. Desde un principio, me quedó claro que mis padres no creían que había sido violada y que la policía tampoco me creía. Ellos pensaron que no había sido violada, que estaba encubriendo un embarazo o algún tipo de situación dramática y… el caso nunca fue investigado.
Eso me causó un gran estrés porque tuve que enfrentar esto a solas y, por supuesto, no me estaba nada preparada. Me vi obligada a regresar a la casa de mis padres y, como se pueden imaginar, si ellos no creían que fui violada –suponían que algo había ocurrido pero que no era una violación- verse forzada a vivir en ese ambiente fue algo muy estresante.
Al despertar, sentí una almohada sobre mi cara y una pistola contra mi cabeza. Así fue como fui violada.»
No fue hasta que cumplí 21 años que pude mudarme de allí pero tuve que luchar durante muchos, muchos, muchos años. Algunas veces me resultaba difícil comer. Nunca pude entablar relaciones íntimas. Mantenía a la gente a distancia y viví con un miedo constante durante mucho tiempo. Yo diría que eso sigue así, hoy en día; cada sobreviviente de una violación que he conocido me dice que el miedo es constante y que nunca desaparece.
Yo llamo eso una muerte en vida. Es como si me hubieran matado. Es algo muy difícil del cual reponerse y seguir adelante. Realmente no se logra por completo pero pienso que la clave para cambiar la percepción que se tiene de este crimen es que más mujeres que han sido violadas hablen abiertamente al respecto. En algún momento se tiene que tomar una decisión: avanzar o no hacer nada. Yo saqué un máster en Administración de Empresas y, también a través de mucho empeño, tuve una serie de empleos exitosos hasta que, a finales de mis años 30, alcancé mi seguridad financiera.
Así que, 19 años después de mi violación, me obstiné en que mi caso tenía que reabrirse. Aunque había intentado eso a lo largo de los años, no había persistido lo suficiente, pero me di cuenta que la persistencia había rendido frutos en mi carrera y en mis negocios. De manera que inicié una campaña para que la policía reabriera mi caso. Llamé a todo el mundo hasta que, finalmente, conseguí el nombre de un detective que había empezado una unidad de investigación de casos inconclusos. Él tomo el mío y se resolvió en tres días.
La evidencia forense (tomada el día de la violación) había sido destruida pero resultó que la policía conservó huellas dactilares que, durante 12 años, habrían podido pasar por una base de datos pero no lo hicieron. Cuando finalmente se hizo, coincidieron con las huellas de alguien que había pasado por la cárcel muchas veces.
(Cuando el violador fue condenado) me embargó una sensación de libertad. Libertad es la mejor palabra para describirlo porque realmente no hay una clausura emocional. Pero, cuando se hace justicia, uno sí siente que le han quitado una carga de encima. Fue algo muy dramático para mí; simplemente quería echarme a dormir por una semana. Me cambió la vida, fue muy importante.
También se dio que, el día en que instruyeron al acusado de los cargos, conocí a mi futuro esposo. Fue una pura coincidencia. Así que, a los 39 años, me casé y tuve dos hijos: un niño y una niña».
 
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 Fuente: BBC Mundo/MLNews

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