Por Miguel Ángel Álvarez
La semana pasada tuve la oportunidad de reencontrarme con las familia de mi padre en Portland, Oregon, después de treinta años. Fue una experiencia maravillosa ver a mis tíos, primos y a sus hijos.
Además, fue un privilegio estrecharle la mano a Jorge Alberto Umanzor, quien fue mi mentor para ser hoy lo que soy: un reportero gráfico que me ha permitido recorrer varios países y todo Estados Unidos.
“Te felicito por que lo hiciste”, me dijo. Yo le contesté: “eso fue gracias a ti y a la persistencia, primo”.
Pero todas estos emotivos encuentros no hubieran sido posibles sin la ayuda de otro de mis primos, Oscar Alvarado, por las numerosas conversaciones telefónicas que tuvimos por años.

Siempre me decía: “primo, ¿cuándo vienes a visitarnos?” Oscar trabajó manejando tráilers por diez años y ha recorrido como un millón de millas.
Además fue un gran guía turístico durante mi visita, que me permitió tomar hermosas imágenes de Oregon.
Quiero dar gracias a cada uno de mis familiares por cada detalle que tuvieron para hacerme sentir en familia y a la vez por las muchas expresiones de afecto hacia mí. Qué lindo fue recordar esa niñez tan sana en esos tiempos cuando no existían los juegos electrónicos.