Yecapixtla y Atlatlahucan

Teresa Gurza.

Buscando saber como iba la contienda interna del PAN en algunos municipios morelenses cercanos a mi casa, el domingo pasado hice un pequeño recorrido que finalmente nada tuvo que ver con la votación; que prácticamente todo mundo ignoró.

Fui entre otros a Yecapixtla, famoso por su hermosísimo convento de San Juan Bautista; construido en el siglo XVI por indígenas del lugar mandados primero por frailes franciscanos y después por agustinos; y declarado por la Unesco hace seis años, Patrimonio de la Humanidad.

Para llegar a este templo, que es parte de la Ruta de Conventos morelenses que acaba de sacar el primer premio internacional al turismo cultural en la feria turística de Madrid, se toma una avenida estrenada no hace mucho y que los lugareños llaman pomposamente “boulevard”.

Yecapixtla es también conocido por sus cecinas, longanizas y quesos, a cuya fabricación y venta se dedican decenas de familias.

Me asombra que gobierne un panista; porque teniendo más de 45 mil habitantes, hay sólo 47 militantes activos y 685 adherentes; y había apenas unas 20 o 30 boletas en la urna de votación.

Antonio Sánchez, presidente del comité municipal de ese partido y al mismo tiempo regidor de cultura del ayuntamiento, me platicó que una de las principales tradiciones del lugar es la del Matacuero, personaje que surgió en la Colonia como burla al soldado español y que año con año guía la procesión de Semana Santa.

Entre Yecapixtla y su vecino Atlatlahucan, nombre que significa “lugar de aguas rojizas”, hay pocos kilómetros y decenas de anuncios de venta de lotes, y puestos de comida.

Su alcalde “es del verde”; y la gente está contenta porque ha pavimentado calles, pintado casas, y construido excelentes instalaciones municipales.

En rejas y puertas se ven ya casi totalmente secas, ramas del pericón; que deben colocarse frescas y bien cruzadas cada 28 de septiembre día de San Miguel, teniendo cuidado de que queden señalando los cuatro puntos cardinales «pa’que ondequiera que voltié, el diablo sepa que el santo está cuidando…»

Esta planta silvestre tiene más usos: “quemada aleja alacranes y si mientras arde se reza, evita temblores y cesa lluvias intensas”.

Caminando por aquí y por allá, topé con el Convento de San Mateo de Atlatlahucan; otra preciosa joya colonial y también parte de la ruta morelense de conventos.

“No entre, porque está excomulgado desde hace 43 años…” me dijo una señora; añadiendo que su cura no acepta nada que venga de Roma y que la situación ha dividido al pueblo.

La mitad que no va al convento, asiste al centro Pastoral San Mateo donde estaba a punto de empezar la Misa dominical en medio de cohetes y cantos; mientras ahí cerca, un campesino hacía tiempo, dando a su burro pedazos de cáscara de sandía.

El piso del altar estaba lleno de macetas con flores, helechos, palmas, pinitos y orquídeas “es que le gustan mucho las plantas al padre…”; enfrente sobresalía una tela blanca con un par de enormes alas azules y la frase “salvemos a nuestro ángel”.

Algunas mujeres acomodaban canastas tapadas con servilletas bordadas que olían a comida, y unas 500 personas con ropa dominguera aplaudían, gritaban y estiraban el cuello para ver a un sacerdote que entraba.

Y es que tras dos meses de ausencia regresaba el párroco Luis Angel.

Nadie supo decirme su apellido, pero ese hombre robusto, canoso, sudoroso y medio sofocado por la casulla de terciopelo verde, parecía muy querido.

Abrazó y besó casi a todos, y subió al altar a decir Misa y a contar que de milagro libró un aneurisma; y que aunque no ha sido dado de alta, le permitieron visitar su parroquia por unas horas.

Después de dar gracias reiteradas a su familia y feligreses, por “sus cuidados y chiqueos”; y secarse una y otra vez el sudor de la cara con un paliacate, preguntó si alguien tenía alguna duda sobre su enfermedad.

Se alzaron manos y siguieron las explicaciones; luego, jóvenes de la pastoral leyeron noticias sobre “las violaciones a los derechos humanos de los emigrantes y la complicidad de las autoridades mexicanas”; comulgaron casi todos y al terminar la ceremonia, empezó la comilona.

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