Cuatro travesías extraordinarias de cubanos a EE.UU.

Foto: Getty/BBC.
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Por Abraham Zamorano

El día en que, hace 20 años, Fidel Castro dijo que el que se quisiera ir que se fuera, se abrió la puerta de la «crisis de los balseros»: cubanos improvisando embarcaciones para lanzarse al mar rumbo a Estados Unidos.

No era nuevo lanzarse a cubrir los peligrosos 150 kilómetros del brazo de mar que separa Cuba de EE.UU., pero sí el tener carta blanca y poder construirse la balsa a plena luz del día en La Habana.

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Ese verano, más de 30.000 cubanos se lanzaron al mar para intentar llegar a EE.UU. Muchos murieron en el intento. En realidad no se sabe bien cuántos.

Según Holly Ackerman, bibliotecaria de la Universidad Duke (EE.UU.), aunque hay estudios que llegan a hablar de que pierde la vida un 75% de los que lo intentan, «un 25% es más realista».

«Los 16.000 que se citan de algún trabajo mío representan ese 25% de los que partieron entre 1959 y 1994», le dijo a BBC Mundo Ackerman, autora del libro «Balseros cubanos, un viaje de incertidumbre».

Pese al riesgo, siguen siendo muchos los que se la juegan: el premio para los que pisen tierra es el derecho a un permiso de trabajo y, tras un año y un día, a la residencia permanente.

Los interceptados serán devueltos: «pies secos, pies mojados», política muy criticada desde La Habana por considerar que estimula las salidas ilegales.

Para muchos, vale la pena jugársela. Y por eso lo intentan por cualquier medio, no sólo en precarias balsas de factura casera, también rebuscando alternativas, algunas bastante insólitas.

Por mensajería

 

De los Santos llegó al aeropuerto de Miami en una caja. Foto: Getty/BBC.
De los Santos llegó al aeropuerto de Miami en una caja. Foto: Getty/BBC.

Probablemente la historia más llamativa es la de Sandra de los Santos, que se envió a sí misma por mensajería desde Bahamas.

Con una botella de agua y un teléfono celular, De los Santos se introdujo en una caja de madera que fue enviada por la empresa de mensajería DHL desde Nassau hasta Miami.

De los Santos, que en mayo de 2004 tenía 24 años, fue descubierta por los trabajadores del turno de noche de DHL, sorprendidos al oír una voz dentro de la caja de madera de 91 centímetros de alto.

La que fuera estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana permaneció en posición fetal durante las seis horas que tardó la caja en llegar a Miami.

La apuesta puso sin duda su vida en riesgo por las temperaturas bajo cero de la zona de carga de un avión y por la falta de oxígeno a la que se expuso.

Después de permanecer en custodia casi 15 meses, De los Santos recibió asilo político.

En cazabombardero

La historia de Orestes Lorenzo es espectacular. Piloto militar cubano, se fugó a EE.UU. a los mandos de un cazabombardero de fabricación soviética del tipo MIG.

Pero ahí no quedó la historia. Una vez en EE.UU., este ahora exitoso empresario de la construcción, inició una campaña internacional para que las autoridades dejaran salir de la isla a su mujer e hijos.

Todo fue en vano. La única respuesta de La Habana fue el desafío del entonces comandante de las Fuerzas Armadas y ahora presidente, Raúl Castro, quien a través de un coronel le hizo llegar a la mujer de Lorenzo un mensaje en términos algo groseros diciendo que si su esposo tuvo el valor de llevarse el MIG, debería tenerlo también para ir a buscarlos personalmente.

«Yo lo entendí como una manera de decirle que no, que nos están castigando, no para invitarme a que vaya a Cuba», le dijo Lorenzo a BBC Mundo.

Pero eso fue lo que hizo. Con ayuda de cubanos en el exilio, compró una avioneta y citó –por medio de unos emisarios– a su familia en la carretera de Matanzas a Varadero el 19 de diciembre de 1992, poco después de las cinco de la tarde.

«Había poco tráfico, gracias a Dios. Era la época de la crisis y había poco combustible. En mi libro lo cuento con memoria fresca, había un automóvil al que le pasé por arriba y de frente venía un camión, y detrás del camión venía un autobús que estaba tratando de pasar el camión. Aterricé entre ellos».

Lorenzo recogió a los suyos. Y emprendió el vuelo, a toda prisa. «Díganle a Raúl Castro que le tomé la palabra y fui personalmente a recoger a mi familia», le dijo a periodistas, ya de vuelta en EE.UU.

En balsa pero con visado

 

Las autoridades determinaron que el Puente de las Siete Millas no calificaba como territorio estadounidense. Foto: AFP/BBC.
Las autoridades determinaron que el Puente de las Siete Millas no calificaba como territorio estadounidense. Foto: AFP/BBC.

Uno de los casos que más repercusión tuvo en los medios fue el de los «balseros del puente de las siete millas», el viaducto que une la península de la Florida con los cayos.

A los pilares del puente se encaramó en enero de 2006 un grupo de balseros que pensaron que habían llegado a suelo estadounidense.

Pero una semana después de haber llegado fueron devueltos a Cuba alegando que los soportes de hormigón no contaban como suelo estadounidense a efectos de migración, es decir, no eran considerados «pies secos».

Mercedes Hernández, balsera que había llegado a Miami en 1992 y tenía a su sobrina en el grupo, inició junto a otros cubanos del exilio una campaña que incluyó una demanda contra el gobierno y las autoridades de migración, así como visitas a políticos y hasta huelgas de hambre.

«Hicieron una injusticia con ellos diciendo que el puente de las 7 millas no es parte de EE.UU., cuando la Estatua de la Libertad que está en medio del mar sí lo es», le dijo Hernández a BBC Mundo.

Hernández consiguió alcanzar un acuerdo para que 14 de los 15 que habían llegado al puente obtuvieran un visado: «Quito la demanda y no pasaron ni siete días para que le dieran la visa a 14 porque el otro había mentido».

Pero nunca les dieron permiso para salir de Cuba y, tras meses de espera, decidieron volver a lanzarse al mar. En su segundo intento, sí lo consiguieron, y llegaron a tierras estadounidense en una lancha en la que casi todos los «balseros» ya tenían visa para vivir en el país.

En tabla de windsurf

Al menos siete cubanos han logrado llegar desde Cuba hasta Florida a bordo de una tabla de windsurf.

En 1990, lo hizo Lester Moreno, que aunque no completó la travesía, fue rescatado a 30 millas de la costa, obtuvo su visado ya que por entonces todavía no regía la política de «pies secos, pies mojados».

 

Jorge Armando Martínez ha sido el último cubano en llegar en tabla de windsurf.
Jorge Armando Martínez ha sido el último cubano en llegar en tabla de windsurf.

Cuatro años después, ya en plena crisis de los balseros, hizo lo mismo su amigo Eugenio Maderal. Y poco después, el grupo formado por Alexander Morales, Carlos López y Roberto González.

Pasaron casi 20 años para que lo volvieran a conseguir Henry Vergara y Jorge Armando Martínez, el pasado mes de febrero.

Martínez le contó su historia a BBC Mundo al poco tiempo de haber llegado. Según su relato, fue después de que fracasara su intento de convertirse en balsero, tras comprar un motor, que adquirió una tabla de segunda mano y comenzó a prepararse físicamente.

«Nadaba, corría para preparar la resistencia, hacía ejercicios con pesas en el gimnasio y cada vez que había viento, iba al agua para perfeccionar la técnica», afirmó.

«Estuve sobre los nueve meses entrenando muy fuerte casi sin alimentación (…). Pasaba muchas horas en el mar. Desde medio día que subía el viento hasta casi por la noche».

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