Deseando matasellos

Por Alfonso Villalva P.
 
A la maestra de intuición,
Etelvina Pocamonta Fartmaker, nombre ficticio por supuesto, pero que ante la realidad abrumadora de personas reales con nombres tan improbables como «email», «Anivderev», «Usnavy», «Cacerolo” o «Gordonia», podría sonar con legitimidad y prosapia en cualquier circunstancia y
Etelvina, decía, cumple la singular función en la vida, -e imagino yo que de por vida también-, de despachar, atender, o administrar la ventanilla de atención y orientación ciudadana de una dependencia gubernamental en la ciudad de México.
Además de otras razones que motivan al arriba firmante a acuñar un nombre artístico o seudónimo de brega a Etelvina, la universalidad del nombre ficticio permite colocarla también, como es natural en nuestras latitudes, en la dependencia federal, municipal, departamental o incluso de empresa de servicios masivos de su preferencia. Me atrevería a decir #TodasSonEtelvina. Usted, querido lector, elija a su propia y entrañable Etelvina.
La gestión de Etelvina Pocamonta Farmaker parece una misión cargada de misticismo y una pincelada mayor de fanatismo religioso. No sé si a personas como ella se les aparece alguna suerte de emisario divino, alado y empuñando alguna espada o tridente, y la empoderándolas para cumplir su misión con ceguera absoluta de distracciones y sin posibilidad de hacer alguna excepción.
Ella tiene un instrumento sobrenatural que articula magistralmente con unos labios carnosos atestados de plastas semi sólidas de colorante carmesí y una caída de sus párpados que acentúa muy bien sus copiosas arrugas con los polvos oscuros que portan y que parecen ser ya parte de su piel. Así, y quizá hasta con ánimo de buen humor podría adivinar la gracia: NO. NO. NO. NO. Y mil veces NO.
Parece ser que esa palabra que ella utiliza como herramienta principal de trabajo representa aproximadamente el setenta por ciento de su baraja lingüística, de su efectivo vocabulario.
Es una misión sacra que imagino conyeva el beneficio para el resto de sus compañeros que, como ella, pululan en la oficina pública auspiciados por el erario, hablando de fútbol, chismes sentimentales de otros compañeros y de figuras públicas, la vida privada del jefe y de la esposa del jefe de su jefe, en fin, revisando obsesiva y constantemente su teléfono inteligente.
Y digo beneficio porque, por cada NO articulado por esa boca rellena y ostentosa, se reduce proporcional e inmediatamente la carga de trabajo del personal. Se aligera el pesado destino de trabajar para desquitar el estipendio.
Quizá Etelvina Pocamonta Fartmaker podría alegar en su descargo que ella es hija del sistema, que ella solamente anima al diseño burocrático gigantesco que llegó para dar cobijo a la gran familia mexicana que decide libre y responsablemente «agarrar un hueso» como método de generación de riqueza individual. Quizá.
No importa el trámite o la urgencia, verá Usted. Por favor o sin favor. Con demanda y exigencia ciudadana llena de energía. Con sonrisa congelada y ojitos pispiretos. NO. NADA, RIEN, NIET, NEIN, NIGUAS, NIMAIZ.
No se puede, es de otra dependencia, tiene mal la dirección, su credencial de elector es ilegible, no se parece Usted al de la foto y además sale muy mal, ni fotogénico es. Le faltan requisitos, no llenó el formato con tinta negra, ¿y el acta circunstanciada de la superintendencia con el sello del subdelegado que firma en ausencia del jefe mayor que hoy se encuentra en gira? La copia es en tamaño oficio y no carta, señor, y me va a perdonar Usted bastante pero mis funciones conllevan la garantía de la seguridad jurídica para todo el pueblo que confía en que yo haga un trabajo adecuado, y esos deslices, verá, no los voy a
No sé cuánto cobrará mensualmente Etelvina Pocamonta Fartmaker, ni mucho menos cuantos años lo ha hecho. No sé si lo verdaderamente rentable para ella es ocupar esa posición estratégica desde la que también administra una comercializadora casera que desplaza desde medallitas de la Virgen de Guadalupe en chapa de oro de catorce hechas en china, tortas ahogadas legítimas con la receta original de Guadalajara, suéteres de Chiconcuac, pants Abercrombie, hasta llegar a los cargadores pirata para los teléfonos inteligentes de sus compañeros de oficio.
Etelvina, o la mujer que tiene cara de Etelvina Pocamonta Fartmaker, que no se llama así pero cuyo nombre real jamás revelare por el miedo, el pavor que me pone la carne de gallina de que en represalia, la siguiente vez que el destino me lleve a realizar un trámite a la dependencia que ella representa frontalmente y con ostentoso cinismo, me vaya a exigir por duplicado  y su reglamentaria mica, una copia certificada y apostillada del acta de nacimiento de un tal Maximiliano de Habsburgo que, para mayores señas, ella tenía colgado en una especie de calendario obsoleto de alguna carnicería de la zona, precisamente sobre el sitio donde resguarda el matasellos tan anhelado del acuse de recibo oficial que escasamente da inicio a algún trámite ciudadano.
 
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