Por Grego Pineda (*)
Las redes sociales en particular y los diferentes medios de comunicación en general, reflejan la angustia y exasperación del pueblo salvadoreño por ver, finalmente, un poco de justicia aplicada a los tradicionalmente impunes y poderosos. El caso que genera la indignación nacional es el ex presidente de la república Francisco Flores Pérez.
Este caso delictivo ha venido creciendo tanto en complejidad como en cantidad del dinero apropiado, desaparecido, desviado, distribuido “en saquitos” y/o entregados a “sus destinatarios”. Se hablaba de diez millones de dólares pero ahora hasta de casi cien millones. Y hasta el momento no hay una acción legal directa y efectiva para llevar este caso escandaloso ante los tribunales. Es el fiscal general quien tiene la potestad para hacerlo. Y la ciudadanía espera ansiosa que este funcionario haga su trabajo por el cual fue nombrado, es decir, defender los intereses del Estado y de la sociedad.
Se dice mucho sobre los nexos que han existido entre el fiscal Luis Martínez y el prófugo ex presidente de la republica Francisco Flores Pérez. A través de los diferentes medios noticiosos la población se entera de esos vínculos cercanos entre el perseguido y el perseguidor. Y la prensa en general registra el lenguaje sibilítico del fiscal para referirse “al caso Flores”. La población en general y los Diputados en especial están siendo testigos de esta anómala situación entre el perseguidor y el perseguido. Hay poco tiempo para actuar contundentemente contra Flores pues su caso prescribirá en breve y hay demasiado dinero de por medio. Demasiado.
La población ha sido contrariada con la agilidad y eficiencia del fiscal general en contra de personas que se ganaban el sustento diario vendiendo en las calles, es decir, trabajando y sudando al calor del sol. Ellos saciaban el hambre del pueblo pobre con sus panes y salchichas. Y con los escasos dólares ganados, a su vez, llevaban alimento a la mesa familiar. Pero el fiscal les aplicó “el peso de la ley”, los capturó y los llevaron ante los tribunales. ¿Por qué no actuar con esa misma agilidad contra un caso hartamente más importante para la nación, para el sistema financiero, para el fin de la impunidad, y por último, para la Dignidad de la Nación?
Hay mucho dinero de por medio y es tan grave el caso que hasta los mismos del partido ARENA ya comenzaron a replegarse y alejarse del prófugo Francisco Flores. Quizá nunca sepamos “los destinatarios” de esos saquitos con dinero, ni adonde ni cuando los entregó. Quizá nunca sepamos que hay algunos otros, por allí, que están esperando el mes de mayo, para ser entregados. Quizá nunca lo sepamos. ¡Quién sabe!
Ahora debemos presionar a la Asamblea Legislativa para que sea ella la que rectifique y corrija el error de haber nombrado al fiscal general: No ha cumplido su trabajo, hay que despedirlo.
(*) Columnista de ContraPunto y residente de la region metropolitana de Washington.