En las comunidades indígenas de Estados Unidos, los casos de COVID-19 aumentan, pero también aumenta su poder electoral

Foto: medpagetoday.com

Por Amy Goodman y Denis Moynihan

Más de 250.000 personas han muerto de COVID-19 en Estados Unidos hasta el momento, la cifra de fallecimientos más alta de todo el mundo por un amplio margen.

En la actualidad, más de 1.500 personas fallecen por día debido al coronavirus en el país, lo que equivale a que se estrellen cinco aviones llenos de pasajeros todos los días. Al inicio de la pandemia, a Estados Unidos le llevó tres meses llegar al millón de casos confirmados de coronavirus. Ahora, se registran un millón de casos por semana. Estas trágicas cifras marcan el inicio de la semana festiva del Día de Acción de Gracias, que podría acelerar aún más la propagación de esta devastadora enfermedad.

El Día de Acción de Gracias está pasando a ser el centro de todas las miradas en la batalla polarizada sobre nuestra respuesta colectiva a la pandemia de COVID-19. Los expertos en salud pública están suplicándole a la gente que se abstenga de organizar reuniones de celebración con personas que no sean integrantes del mismo hogar o de su burbuja social, al tiempo que los partidarios del presidente Trump condenan las sensatas directivas de salud pública como si fueran privaciones a la libertad de una distopía totalitaria imaginada por George Orwell.

Las comunidades indígenas de EE.UU. ganan terrero en la política. Foto: The San Diego Union-Tribune.

En la actualidad, el estado de Dakota del Norte tiene la peor tasa de contagios y de mortalidad por coronavirus de cualquier nación o estado del planeta. Ya ha muerto uno de cada 1.000 habitantes de Dakota del Norte a causa de la COVID-19. El estado de Dakota del Sur ocupa el tercer lugar en la lista de los estados más afectados. Las comunidades indígenas del país, al igual que otras comunidades de color, se han visto afectadas por la pandemia de manera desproporcionada respecto a otros sectores de la población.

La Reserva Sioux de Standing Rock se extiende a ambos lados de la frontera que comparten los estados de Dakota del Norte y Dakota del Sur y, por lo tanto, se ve perjudicada de manera directa por las políticas negacionistas de la pandemia impulsadas por los gobiernos republicanos de ambos estados. Jodi Archambault, integrante de la tribu Sioux de Standing Rock y ex asesora especial de asuntos indígenas del presidente Obama, dijo en una entrevista en el programa de noticias de Democracy Now!: “Mucha de nuestra gente está pereciendo. Estamos teniendo muchas muertes, muchas hospitalizaciones, y el resto de Estados Unidos no está muy al tanto de la manera en la que nos está afectando la pandemia”.

Archambault contó cuál fue la respuesta de las comunidades indígenas ante la negativa de implementar el uso obligatorio de mascarilla en territorio estatal tanto por parte de la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, una aliada incondicional de Trump, como por el gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum: “Las reservas o naciones tribales, como Eagle Butte, la tribu Sioux del río Cheyenne, la tribu Oglala Sioux, los Sisseton, los Wahpeton y los Rosebud, han instalado puntos de control en las carreteras para detener el tráfico e impedir el ingreso de personas ajenas a las reservas”. El gobernador Burgum, presionado por la abrumadora cantidad de contagios en Dakota del Norte, finalmente tuvo que ceder y establecer una orden de uso obligatorio de mascarilla en el estado. Archambault explicó que, aún así, la gobernadora de Dakota del Sur continuó con sus intentos de castigar a las tribus por haber instalado puntos de control en las carreteras: “Ella coordinó sus esfuerzos con el gobierno de Donald Trump para dificultar que los gobiernos tribales recibieran los recursos federales que les corresponden”.

En el sur del país, la Nación Navajo ha registrado un segundo brote letal de COVID-19, después de sufrir la tasa de contagios per cápita más alta del país durante los meses de mayo y junio. La joven activista de la Nación Navajo Allie Young habló sobre el tema en una entrevista con Democracy Now!: “Algunas de las localidades fronterizas de la zona son bastiones territoriales de Trump, así que pude presenciar algunos de sus actos de campaña. Mucha de nuestra gente viene a estos pueblos fronterizos para hacer las compras porque en la Nación Navajo solo tenemos como 13 tiendas de venta de alimentos. Por eso, tenemos que viajar a estos lugares donde nadie usa mascarilla”.

El día de las elecciones, Allie Young, junto con la organización que ella misma fundó, Protect the Sacred, organizó una cabalgata hacia los centros de votación, para motivar a los votantes navajos a que acudieran a emitir el voto en el estado de Arizona: “La medicina equina es cuando estás en ritmo con el caballo, casi en sintonía, y estás reconectado y concentrado mientras cabalgas recorriendo nuestra nación, y eso te recuerda exactamente por lo que lucharon nuestros antepasados, para que nuestras tierras sigan formando parte de nuestra patria, por nuestra cultura y también por nuestro derecho al voto”.

La población indígena-estadounidense participó de estas elecciones presidenciales en cifras récord. En los estados disputados de Arizona y Wisconsin, donde Trump obtuvo la mayoría de los votos en el año 2016, pero en donde ahora Joe Biden recibió un apoyo abrumador, el voto de las comunidades indígenas podría haber hecho una diferencia crucial. En Wisconsin, por ejemplo, Trump derrotó a la candidata demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 con una ventaja de un poco menos de 23.000 votos. Este 2020, en contraste, mientras la pandemia de COVID-19 devastaba el estado, Biden logró dar vuelta la elección y venció a Trump por un margen de más de 20.000 votos. El abogado Burton Warrington, de Wisconsin, de ascendencia Menominee, Potawatomi y Ho-Chunk, dijo en una entrevista con Democracy Now!: “El voto indígena tiene una verdadera capacidad, por una cuestión puramente numérica y matemática, de cambiar los resultados de las elecciones en el estado”.

Amy Goodman y Denis Moynihan.

 

La celebración del Día de Acción de Gracias se fundamenta en la mentira de que los colonos blancos conocidos como “peregrinos” mantenían una relación de amistad y respeto con los habitantes originarios de la tierra que robaron. Esta fábula de compartir una comida abundante encubre la miseria que acucia a tantas de las comunidades nativas y les causa desde pobreza, alcoholismo, drogadicción y escasez de servicios médicos hasta la epidemia de mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas. Además, pasa por alto las orgullosas y vivas tradiciones de la resistencia indígena, desde su oposición a que se extraigan combustibles fósiles y se construyan oleoductos, hasta su papel fundamental más reciente en la derrota de Trump en las elecciones.

Tras haber sobrevivido al genocidio, la reubicación violenta y a los intentos de asimilación cultural forzada durante cinco siglos, las naciones indígenas de este continente están probando una vez más que son capaces de recuperarse y organizarse. Y este hecho, aún cuando debemos evitar las reuniones de celebración para protegernos los unos a los otros, cuidar a nuestros seres queridos y a la sociedad en general, es algo por lo que debemos estar agradecidos de verdad.

 

 

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