Gabriel Boric presidente electo de Chile: los niños primero

Por el Lector Americano 
Desde Túnez

Una de las alocuciones persistentes del Partido Convergencia Social, agrupación base de izquierdas de Gabriel Boric que conforma la alianza que lo llevó a ser hoy el presidente electo de Chile, es el destaque de los derechos de los niños. Y ese gesto, traducido en una promesa electoral, el presidente electo Boric resume en el plano de la vida real, la cotidiana, la que contiene a nuestros deseos emotivos, que arrancar de una vez por todas la nivelación social de todo un pueblo desde la niñez no es una falacia. Solo por eso es dable destacar porque los chilenos después del 19 de diciembre le dijeron NO, al neofascismo encarnado por José Antonio Kast. Que el deseo de la pulsión de la fraternidad en un país, por fin se abre paso al discurso individualista de los últimos 30 años, que hoy es —y esperamos será—, el último aliento pérfido de cómo Chile se proyectó ante nosotros, y el mundo.

Y esto ha sido trascendental en la Campaña presidencial de Gabriel Boric; el candidato hablándole a un niño de barrio popular, prometiéndole que todo el sacrificio de dos y tres generaciones de jóvenes chilenos está dedicado a él, y a que las cosas cambien. Así es: muy lejos del odio, y más cerca de la condición humana, está el deseo del vivir de un niño, su vitalidad, que es generosa, porque conjuga lo que se tiene, se disfruta y se comparte.

El escritor Francis Scott Fitzgerald decía que: “el único sentimiento intransferible es la vitalidad”. Y es cierto: uno se siente impotente ante quien la ha perdido, porque las palabras de aliento o las más racionales chocan contra el frontón que es el desaliento vital. Y el establishment chileno ha inventado este mundo como un artefacto de apatía, y quiere instituir, aquí y en todas partes, ese invento como “lo normal”. Quiere que las grandes mayorías pierdan su vitalidad.

Es la nueva gran herramienta que no paran de usar. Así es la derecha antidemocrática de Chile, y creo en casi todo el continente. La maquinaria constructora del sentido común (grandes medios de comunicación) se encarga, junto con la realidad económica y social, que lastiman, castigan y expulsan, ayudan a inocular el autodesprecio. Quien se autodesprecie no se rebelará nunca, no luchará, no opondrá resistencia. Así es esta nueva etapa del cuerpo político. Pues bien, la buena política se hace cargo de eso, desde abajo, desde los niños. Digo, educación de calidad, las cuatro comidas diarias, vivienda digna, en fin, lo real de un mundo mejor.

La campaña de Gabriel Boric tuvo éxito porque los que pertenecemos a la generación, 70 u 80, en plena dictadura pinochetista (recuerden que duró casi 18 años), salieron corriendo a votar en recuerdo de los niños de ayer. Porque Pinochet no solo “ninguneo”, al 75 por ciento del país, reprimió y mató a cientos de miles, sino también con su neoliberalismo a raja tablas, mandó a la pobreza a dos y tres generaciones de niños, que son los que este ultimo domingo 19 de diciembre no olvidaron.

Boric no solo alimentó recuerdos, sino también los deseos recónditos básicos de quien quiere vivir bien, carajo! Y después simplemente enumeró de gestos la campaña: la leche para todos los niños de Chile, el recuerdo del primer beso de las marchas estudiantiles, un asado con amigos, acariciando a un perro sin pedigree, un buen meme, un abrazo cuando más lo necesitas, llorar de risa, un té calentito, gritar un gol, que te reconozcan el esfuerzo, un día de sol en vacaciones, un amanecer en la montaña, nuestra bandera, un país con futuro. Ufff, cosas sencillas. Cosas que se perciben, se saborean, se recuerdan, se planifican, se comparten, se esperan. Cosas que nuestra memoria reciente nos indica que están cerca, que no son “ambiciones” ni “sueños” ni “ilusiones” ni “ficciones” sino ingredientes de una vida vivible para todos.

Ganó Gabriel Boric, y el lunes empezó una semana febril: se reunió con Sebastián Piñera, y más allá de los contrastes notables, el joven presidente fue amable con “Piraña, perdón! Piñera”, y siguió avanzando con sus gestos políticos que tomará cuando comience su gobierno en marzo 2022. Y prefirió hablar de los niños y los jubilados, de la educación pública a los bancos, de la salud a los bancos, de los abuelos y niños en vez de el armado ministerial. Toda una muestra ideológica contundente de los muchos consensos que su gobierno tendrá por delante. Donde podrá haber chispazos en la gestión y es previsible que los haya, porque así funcionan los frentes. Discutir, negociar, opinar en contra y a favor, en fin, qué otra cosa podría pasar en un conglomerado amplio y heterogéneo que hasta hace unos meses antes de la primaria con el candidato comunista Daniel Jadue se pensaba complicado. Y sin embargo la alianza llegó. Y apareció porque en Chile vastos sectores sociales, incluyendo la fatua clase Media, está tocando fondo, y porque la derecha blanqueó en su campaña la pulsión del odio y la muerte. Por eso es bueno no olvidar nunca, aunque se gane, que un día vendrán por todos si nos dejamos llevar por la campaña anti comunista deplorable que esgrimieron el candidato Kast y los grandes medios de comunicación.

Y Gabriel Boric, astuto y político en el mejor de los sentidos, nos dejó claro que hacer política para el futuro de los niños no es una reminiscencia del peronismo que Evita legó a los niños en los años 50. No, sino más bien el uso del sentido común de un político que apunta a que millones de nosotros queremos un país en que esas cosas sencillas, posibles, alegres, gustosas, mágicas, emocionantes y estimulantes nos sucedan, y le suceda a la mayor cantidad de gente posible.
¿Quién no quiere una vida tranquila -aun atravesada por contingencias- pueda tomar leche, gritar un gol en familia, comer en la casa, tener un techo, tener trabajo, acceder a los medicamentos necesarios para cualquier integrante de la familia, todas esas cosas sencillas que deberían ocupar nuestros días? Y no la incertidumbre, la caída de la bolsa de comercio, el aumento de tarifas, el fraude de las pensiones privadas, el Kast, el Piñera, la estaca clavada en el alma cuando no se sabe si el mes siguiente se podrá pagar una cuota o si se podrá alimentar a los hijos. Pues bien, los votantes de Boric – incluyendo a los niños- creemos que la política existe para que todas esas cosas estén presente en la vida cotidiana del pueblo.

Porque en la sumatoria de sabores y paisajes, en la expectativa de conocer un lugar, en las ganas de reírse con los demás, en esas multitudes que conocemos en las marchas y contramarchas a las cuales nunca hemos tenido miedo de ir, radica la cultura de un pueblo. En el tejido de todas las cosas que nos gustan, o en el acceso a algunas de ellas, está la gracia de vivir. No podemos tolerar que se nos hable de la vida como un estado macroeconómico de sufrimiento. No es soportable. Y ya sabemos de qué aleja la leche de los niños, y lo vuelve como algo suntuario, a veces pretencioso cuando ya ni siquiera hay pan, porque eso señores es una decisión política, “porque en la vida nada es gratis”, como dijo Piñera en plena crisis de octubre de 2019.

Como Boric presidente tenemos que aferrarnos como lapas o almejas a las cosas que nos gustan. Como ver sonriendo a un niño arriba de la tarima en pleno acto político. Porque eso es el disfrute. Y tenemos que defender a los dirigentes que tendrán la voluntad y el coraje de que nuestras vidas vuelvan a ser las que queremos vivir, y no la incertidumbre del pobre jubilado de hoy, que ayer fue niño, y hoy sueña para sus nietos, “los niños Boric”, que la política no sea una entelequia sino más bien la piedra angular del futuro que no fue, y mañana también.

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