Jorge Rafael Videla, sin adiós y sin olvido

Por Ignacio de los Reyes
«El dictador, el tirano, el genocida…» Los argentinos tienen muchas formas de referirse a Jorge Rafael Videla, fallecido este viernes a los 87 años.
Incluso algunos todavía le llaman sólo «expresidente», como si Videla no hubiera muerto en la cárcel de Marcos Paz con una cadena perpetua a sus espaldas por la desaparición de opositores y el robo de niños.
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Pero hay algo en lo que cualquiera podría coincidir: Videla era probablemente el hombre más detestado del país.
Tanto que pocos en Argentina quieren despedirle.
Ni siquiera la presidenta, Cristina Fernández, hizo mención a su muerte.
A pesar de haber impulsado junto a su fallecido esposo Néstor Kirchner el enjuiciamiento de los miembros del régimen militar, haciendo de la «recuperación de la memoria» uno de los pilares de sus gobiernos.
«Si alguien quiere llorar…»
Con su rostro aguileño, el semblante imperturbable y un bigote perpetuo, el exgobernante de facto llegó al poder en 1976 a través de un golpe de Estado y se quedó en la Casa Rosada hasta 1981.
Pronto se convirtió en símbolo de la era de los gobiernos militares y la mano de hierro que aterrorizaron a Sudamérica en los años 70 y 80.
Y, como recuerdan sus detractores, murió sin mostrar un atisbo de arrepentimiento por ello.
 
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«Si alguno quiere llorar, que lo haga, pero que sepa que no llora a una buena persona, sino a alguien que mató, robó y violó la Constitución», dijo sobre su muerte la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Sin celebración
Las madres y abuelas de los activistas desaparecidos y de los bebés robados durante los años de la Junta Militar que inauguró Videla fueron las más activas a la hora de rememorar el historial de crímenes que se le atribuyen.
Pero en la Plaza de Mayo, donde durante décadas han acudido para exigir justicia e información sobre el destino de sus hijos desaparecidos, este viernes sólo había turistas y algún que otro vendedor callejero.
Como si todos los días se muriera en Argentina un exgobernante condenado por crímenes de lesa humanidad.
En algún momento de la mañana resuena a lo lejos lo que parece el estallido de fuegos artificiales. ¿El festejo de quienes descubren que Videla murió en su celda? No, en realidad, el ruido habitual de una de las muchas obras en el centro de Buenos Aires.
«El Estado no debe celebrar la muerte de nadie, sí consagrar que hubo justicia», dice el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda.
Secretos a la tumba
A diferencia de otros gobernantes de facto acusados de violar derechos humanos en otros países de la región, Videla murió en prisión, después de haber sido condenado.
A cadena perpetua en 2010 por la desaparición de 31 detenidos y a otros 50 años en 2012 por el robo de niños nacidos de prisioneras en centros de detención clandestinos.
Muchos secretos de las atrocidades cometidas por el régimen militar se irán a la tumba con Videla.
Mientras esto es motivo de satisfacción para algunos, otros argentinos recuerdan que Videla se lleva consigo los más oscuros secretos sobre los años que traumaron a Argentina.
«Lo que más me sorprende es que no llegó a decir lo que la sociedad, las abuelas o las madres de la Plaza de Mayo están esperando», cuenta Muriel a su paso por la plaza.
«En realidad nunca reveló lo que realmente sabía», cuenta esta joven.
 
El último de la Junta
Videla era el último de los militares que formaron la primera Junta Militar, integrada también por el comandante Orlando Agosti, fallecido en 1997, y el almirante Emilio Massera, muerto en 2010.
Con su fallecimiento, Reynaldo Bignone se convierte en el último líder de facto de los años del régimen cívico-militar argentino, «el último dictador», como le recuerdan en su país.
«Me genera un poco de paz y alivio por las nuevas generaciones», dice Gastón Priano al conocer la noticia.
«Mis padres militaban y lucharon por la libertad, yo podría haber sido hijo de desaparecidos», cuenta.
Otro porteño, a su paso por la Plaza de Mayo, asegura que la muerte del excomandante en jefe del Ejército no le genera placer ni rechazo.
«A mí no me hizo nada y a mi familia tampoco -sostiene Carlos Vidal-. Esa época fue nefasta para el país, pero creo que la gente que se vio afectada tenía algo que ver con problemas».
 
Sin adiós, sin olvido
Aunque por ahora no se conocen detalles sobre la inhumación del exgobernante de facto, Videla no recibirá honores militares en su funeral.
En 2009 fue destituido del Ejército y la ley argentina prohíbe las honras a los militares involucrados en causas por violaciones a los derechos humanos.
Así que Videla se va sin que sus víctimas hayan lanzado fuegos artificiales. Con la Plaza de Mayo como cualquier otra jornada. Y sin pompa militar.
Es como si las calles de Buenos Aires, las familias de los desaparecidos o los gobernantes quisieran mandar un mensaje:
Que Argentina no despide a este tipo de «expresidentes». Pero tampoco los olvida.
Los juicios y las condenas de Videla

1985 En el juicio a las Juntas, Videla es condenado a prisión perpetua.1990 El entonces presidente de Argentina Carlos Menem le otorga un indulto.
1998 Pese al indulto Videla regresa a prisión por causas que habían quedado al margen de la amnistía: el robo de bebés nacidos en centros de detención y el Plan Cóndor. Pero después de 38 días, le conceden el arresto domiciliario por motivos de salud.
2007 El juez Norberto Oyarbide falla que el indulto es «inconstitucional» y lo anula. La Corte Suprema confirmó la anulación en 2010.
2008 Es trasladado a una cárcel militar cerca de Buenos Aires después de que la justicia le revocara el privilegio de vivir bajo arresto domiciliario por motivos de edad.
Diciembre de 2010: condenado a prisión perpetua y cárcel común en un juicio en Córdoba por crímenes de lesa humanidad, entre ellos el fusilamiento de una treintena de disidentes detenidos en la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba, en 1976, y varios casos de secuestros y torturas.
Julio de 2012: condenado a 50 años de cárcel por el «plan sistemático de robo de bebés», hijos de detenidas desaparecidas.

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30.04.12
Fuente: BBC Mundo

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