La catástrofe climática, de Kentucky a Kampala

Después de los devastadores tornados en Kentucky. Foto: greekreporter.com

Por Amy Goodman y Denis Moynihan

En Estados Unidos, una serie de tornados devastadores azotaron Kentucky y los estados vecinos el viernes por la noche. La mega tormenta, llamada “de supercélulas”, recorrió más de 320 kilómetros y dejó muerte y destrucción a su paso.

El Servicio Meteorológico de Estados Unidos había estado emitiendo advertencias y alertas de condiciones climáticas extremas durante más de 36 horas. En la fábrica de velas Mayfield Consumer Products, los trabajadores del turno de la noche estaban asustados. Si bien el dueño de la empresa lo desmiente, la cadena NBC News informó que los supervisores amenazaron a los trabajadores con que iban a ser despedidos si se retiraban más temprano de lo habitual para buscar refugio en otro lugar.

Ocho trabajadores murieron y varios resultaron heridos cuando un gran tornado de fuerza EF4 arrasó las instalaciones de la fábrica. En el estado de Illinois, seis trabajadores de un centro de distribución de Amazon perdieron la vida tras el derrumbe parcial del edificio. El número total de muertes en seis estados del país ha ascendido a 90. Los daños materiales y la pérdida de vidas a causa de esta tormenta es otro síntoma más de cómo nuestra adicción a los combustibles fósiles continúa calentando el planeta y generando desastres.

Vanessa Nakate. Foto: dazeddigital.com

La directora de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos, Deanne Criswell, dijo a la cadena de noticias CNN: “La severidad y la cantidad de tiempo que estos tornados permanecieron en tierra no tienen precedentes. […] Esta será nuestra nueva normalidad. Los efectos que estamos viendo del cambio climático son la crisis de nuestra generación”.

Michael Mann, director del Centro de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad del Estado de Pensilvania, reforzó ese último punto durante una entrevista que mantuvo con Democracy Now!:

“Lo que ocurrió no fue un desastre natural. Fue un desastre impulsado por el cambio climático causado por los humanos. Se registraron vientos de más de 480 kilómetros por hora. Se encontraron escombros a más de 9.100 metros de altura en la atmósfera y el tornado recorrió una distancia de unos 320 kilómetros, algo que nunca antes habíamos visto”.

Mientras el presidente Biden visitaba la ciudad de Mayfield este miércoles, una enorme tormenta de viento se desplazó desde las Montañas Rocosas hasta los estados de las Llanuras, envolviendo a los viajeros en nubes de polvo que los dejaron sin visibilidad y provocaron que varios camiones volcaran sus acoplados en medio de la ruta.

Las altas temperaturas récord que se registraron en varios estados exacerbaron la potencia de la tormenta, que dejó a medio millón de personas sin electricidad y causó tornados en el estado de Minesota, un fenómeno meteorológico que nunca antes se habían registrado en diciembre en ese estado.

Mientras tanto, a unos 13.000 kilómetros de distancia, en Kampala, la ciudad capital de Uganda, la activista Vanessa Nakate está al frente de la lucha por la justicia climática.

Nakate fundó el movimiento Youth for Future Africa después de participar en el movimiento de huelgas estudiantiles por el clima Fridays for Future, liderado por la joven activista ambiental sueca Greta Thunberg.

Durante el Foro Económico Mundial de Davos que se desarrolló en enero de 2020 en Suiza, Vanessa posó junto a Greta y otras jóvenes activistas contra el cambio climático, pero la foto que se publicó en la prensa solo incluyó a las cuatro adolescentes blancas, dejando afuera a Vanessa.

La agencia de noticias Associated Press afirmó que una casa que aparecía detrás de Vanessa hizo que ese lado de la foto quedara abarrotado y se tuviera que recortar, pero Nakate lo tomó como un ejemplo más del racismo profundamente interconectado con la crisis climática. El título del nuevo libro de Nakate, “A Bigger Picture: My Fight to Bring a New African Voice to the Climate Crisis” (Un panorama más amplio: mi lucha por hacer oír una nueva voz africana frente a la crisis climática) está inspirado en ese incidente.

“Por primera vez en mi vida entendí la definición de la palabra ‘racismo’”, explicó Vanessa en un video publicado en redes sociales, y agregó en Democracy Now!: “África es el continente con menos emisiones de dióxido de carbono, pero somos los más afectados por la crisis climática. Eliminar nuestras voces no cambiará nada. Muchos creen que nuestras voces están ausentes, pero no estamos ausentes. Simplemente no nos escuchan”.

La trayectoria de Vanessa como activista ha sido meteórica. Pasó de organizar una pequeña protesta en Kampala en enero de 2019 con cinco hermanos y primos a hablar ante 100.000 activistas en la gran manifestación que se llevó a cabo en la ciudad de Glasgow en noviembre en el marco de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático.

Su libro no es solo una arenga apasionada por la acción climática, sino también una guía práctica sobre cómo el movimiento por la justicia climática puede y debe aunar las voces de los más afectados por la emergencia generada por el cambio climático.

En su libro, en las redes sociales y en sus discursos públicos, Vanessa Nakate amplifica los nombres y las voces de otros jóvenes activistas africanos contra el cambio climático, revelando un sector vibrante pero en gran parte ignorado del movimiento.

En su entrevista con Democracy Now!, Vanessa afirmó: “No podemos tener justicia climática si las voces de las comunidades más afectadas son continuamente acalladas. No se trata solo de borrar mi historia o mi experiencia; se borra, literalmente, la existencia de las dificultades que atraviesa mi país y los problemas que enfrentamos las personas que vivimos allí debido a la crisis climática”.

Amy Goodman y Denis Moynihan

Un fracaso clave de las conversaciones sobre cambio climático de las Naciones Unidas sobre el que escribe Vanessa ha sido el incumplimiento por parte de los países ricos de la promesa de crear un fondo de 100.000 millones de dólares al año para ayudar a las naciones más pobres a adaptarse al cambio climático y a construir economías basadas en el uso de las energías renovables. El profesor Michael Mann coincide con Nakate al respecto:

“No queremos que [los países en vías de desarrollo] impulsen su desarrollo económico a través del uso de los combustibles fósiles. No podemos permitirnos que eso suceda. Por tanto, tenemos que proporcionarles el financiamiento y los recursos para desarrollar tecnologías de energía limpia. Eso significa que Estados Unidos, la Unión Europea y otros países industrializados deben apostar y liderar el esfuerzo para que eso suceda”.

La emergencia climática está generando catástrofes en todas partes del mundo, desde tornados en Kentucky hasta inundaciones en Uganda. Detener el cambio climático irreversible es aún posible, pero solo si se toman medidas urgentes y coordinadas que nos incluyan a todos.

 

 

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