La privatización de las prisiones en EE.UU.: El negocio de encerrar gente

Presos-us

Por Miguel Guaglianone

El capitalismo es en algunos aspectos un sistema socio-económico muy peculiar. Evolucionando más allá del profundo análisis que realizó Carlos Marx en el siglo XIX, en los últimos tiempos viene mostrando más que nunca una cualidad de adaptabilidad y cambio que parece ser la característica que le permite mantenerse a pesar de su arribo sistemático a crisis recurrentes.

Y el cambio más significativo del sistema, producido a lo largo del siglo XX, ha sido su transformación desde el originario capitalismo industrial (que se desarrollara en los siglos XVIII y XIX incorporando a la producción las innovaciones tecnológicas crecientes de la Revolución Industrial) hasta convertirse en el actual neocapitalismo corporativo, algunos de cuyos aspectos son más conocidos popular (y mediáticamente) como neoliberalismo.

El capitalismo industrial basaba la acumulación de capital en la producción industrial de las factorías, y de allí la constatación de Marx que en ese momento el proletariado (la clase obrera) era el explotado y su plusvalía robada para esa acumulación. La clase beneficiada era sobre todo la dueña de las factorías, los “grandes cacaos de la industria” o sus familias.

En el nuevo neocapitalismo corporativo, la generación de capital se ha desplazado desde la producción industrial hacia la especulación financiera. La primitiva ecuación producción=dinero se ha convertido en dinero=dinero. La acumulación de capital se ha desplazado desde los grandes dueños de los centros de producción industrial hacia las corporaciones. Instituciones anónimas que comenzaron siendo regionales y se han ido convirtiendo progresivamente en transnacionales. Estas corporaciones se han ido relacionando entre sí (gracias al régimen accionario anónimo), entrelazándose y formando conglomerados corporativos cuyo número total tiende -en la medida que crecen las fusiones- a ser cada vez más reducido. Así, las corporaciones actuales no están especializadas en un sector, manejan simultáneamente todo tipo de áreas (como por ejemplo la Casa Disney y sus intereses en fábricas de armas, petróleo y producción industrial) y son cada vez más, socias entre sí.

Una de las características destacadas de este nuevo tipo de capitalismo en su asombrosa búsqueda de explotación a todos los niveles, es el cada vez más predominante fenómeno de la “mercaderización de la cultura”. Más allá de la elaboración de “productos”, el neocapitalismo transforma en mercancía todo tipo de hecho cultural. La literatura, la música, el deporte, se transforman en “industrias”, y se les incorporan todo tipo de actividades (en su mayoría tradicionalmente a cargo del Estado). Este es el origen de la “ola privatizadora” neoliberal, que desde hace más de 35 años viene pregonando la “reducción del Estado” y el pasaje de todos los servicios y actividades sociales a manos de la empresa privada (léase corporaciones).

En este caso vamos a analizar el fenómeno de las prisiones en los Estados Unidos y su privatización. En otras ocasiones podremos hacerlo en otras áreas donde está campeando el paso a manos privadas de los deberes del Estado.

Este proceso de privatización del sistema de prisiones comenzó hace unas tres décadas, y ha tomado un auge y una importancia que hizo hace ya más de quince años que la investigadora y activista social Angela Davis acuñara para describirlo el término de “Complejo Industrial Carcelario”, comparándolo con el poderoso y temido “Complejo Militar-Industrial” tempranamente denunciado por el general y presidente Dwight D. Eisenhower.

 

El sistema carcelario en Estados Unidos

El sistema carcelario estadounidense es el más grande del mundo. Tiene un número de reclusos total que supera los 2.4 millones de personas. De cada 100.000 estadounidenses, 716 están presos (países definidos como “autoritarios” por Estados Unidos, tienen cifras muy menores, como Ruanda -527 de cada 100.000- o Rusia – 490 de cada 100.000-).

Estados Unidos tiene cerca del 5% de la población mundial, sin embargo tiene el 25% de los presos del mundo. Uno de cada cuatro presidiarios en el planeta está recluido en los Estados Unidos. Desde 1980, el número de personas encarceladas en prisiones de este país se ha cuadruplicado.

Por otra parte este monstruoso sistema alberga en su seno situaciones terribles, como por ejemplo que gracias a él los Estados Unidos son el único país del mundo donde existen más hombres violados (1 de cada 10 reclusos) que mujeres , o que el régimen de aislamiento ampliamente utilizado en las prisiones estadounidenses sea considerado internacionalmente como tortura. Esta forma de castigo se ha convertido en algo cada vez más común en los EE.UU. Los presos recluidos en régimen de aislamiento pasan hasta 23 horas al día en una pequeña celda sin ventanas, con un mínimo acceso a abogados, familiares y guardias. El número de presos actualmente en solitario se estima en alrededor de 80.000, aunque el número está creciendo más rápido que la población total de la prisión, lo que indica que el método está cada vez más estandarizado.

Igualmente, el sistema es absolutamente racista, “En promedio, los negros e hispanos suponen alrededor del 60% de la población carcelaria del país. Para los hombres negros en sus treinta años, uno de cada diez está en la cárcel o prisión en cualquier día dado.”  Hay más hombres negros en prisión hoy en día que esclavos en 1850, de acuerdo con Michelle Alexander, profesora de leyes del Estado de Ohio, quien citó el último censo inmediatamente anterior a la Guerra Civil americana. Uno de cada diez hombres negros estadounidenses está en prisión, en el caso de los latinos, la cifra es uno de cada 25, en el caso de los hombres blancos, la cifra es uno de cada 140.

 

El negocio de encerrar gente

Desde 1979 en Estados Unidos se autorizó la operación de cárceles por las empresas privadas. Estas tienen como principal fuente de ingresos los pagos que por cada preso hace el Estado, sea el Gobierno Federal, los gobiernos estatales o los municipales (en la actualidad este pago oscila en los 55 dólares diarios por preso). Las características de todo el sistema penitenciario hacen que la cifra de dinero que cubren estos costos esté cercana a los ¡60.000 millones de dólares anuales! una cantidad que desde el principio despertó el interés de lucro de las corporaciones.

Así se ha creado el Complejo Industrial Carcelario. La mayor empresa de cárceles en Estados Unidos, Corrections Corporation of America (CCA), fue también la primera de esta innovadora industria. La creó en 1983 Jack Massey, el mismo hombre que a fines de los años 60 fundó Hospital Corporation of America, hoy la mayor empresa de hospitales y centros de cirugía privados de Estados Unidos. Al año siguiente, Wackenhut Corrections Corporation apareció en el mercado, una empresa que más tarde sería comprada por el Grupo Geo, la segunda compañía más grande del complejo industrial. Para mediados de los 90, CCA era una de las empresas que mejor cotizaba en Wall Street.

El negocio es tan grande, que estas dos compañías han llegado a edificar por su cuenta “prisiones especulativas” en zonas pobres o lejanas de algunos Estados de la Unión, para luego ofertarlas a los gobiernos locales como una solución al problema carcelario, y una rebaja de costos del mismo. Como todas las corporaciones, el negocio de la construcción también es parte de sus ganancias.

Esta situación de rapacidad corporativa, promovida y creciente gracias al poder económico y la influencia política de las corporaciones, ha logrado que el número de estadounidenses presos en prisiones privadas se haya incrementado en un 1600% entre 1990 y 2010.

Como aquí lo que las guía es el afán puro de lucro, el racismo general del sistema se incrementa. En las cárceles privadas el número de reclusos negros y latinos llega al 90%. Este último dato no es fruto de la casualidad, según una investigación elaborada por la Universidad de California-Berkeley, se descubre que las prisiones estadounidenses gestionadas por compañías privadas seleccionan a reclusos de estas minorías porque son más baratos de mantener, ya que en general son apresados más jóvenes que los blancos y están más sanos.

Para acrecentar y asegurar el negocio, en los contratos que los gobiernos firman con las compañías privadas, se comprometen a mantener la ocupación de esas prisiones siempre cerca del 100%, así sus sistemas represivos incrementan el envío de reclusos a su detención.

Y la rapacidad desbordada no termina allí. Son 37 los Estados que tienen legalizado el contrato de mano de obra presidiaria con las corporaciones privadas. A toda la monstruosidad vigente se agrega como nueva fuente de ingresos la creación de una mano de obra semi-esclava, ya que los reclusos trabajan produciendo bienes y servicios por salarios ridículos (o a veces gratis), sin ningún tipo de protección laboral y sin más restricciones de horario que las que imponen las administraciones privadas de cada prisión.

Se calcula que este personal semi-esclavo, desplaza a más de un millón y medio de puestos de trabajo en los Estados Unidos, y el volumen y la importancia de su producción los dan las siguientes cifras:

Las prisiones de los Estados Unidos producen el 100% de los chalecos antibalas y cascos de guerra que utiliza el país; el 98% de los equipos para cadenas de montaje, el 93% de las pinturas y pinceles que se consumen en el territorio de los Estados Unidos; el 92 de los hornos caseros, el 36% de los electrodomésticos, el 30% de los micrófonos y auriculares y el 21% de los muebles de oficina del mercado interno estadounidense.

Además de las propias operadoras de las prisiones, otras grandes corporaciones están asociadas o pagan por la producción de bienes y servicios, algunas de ellas son IBM, Boeing, Dell, Compaq, Microsoft, Revlon, Intel, Compaq (la flor y nata del poder corporativo).

 

El poder corporativo

Este análisis nos deja otra muestra más de la forma como se manejan hoy las cosas en el mundo. El poder final está en manos de las grandes corporaciones, cuyo único interés en todos los casos es el lucro a corto plazo. Esto da una pista de por qué todo el sistema parece ir directo al suicidio, depredando y volviendo inhabitable el planeta, consumiendo todos los recursos no renovables y aplastando todo tipo de progreso social. La única ideología del complejo corporativo es la dominación para la explotación y el beneficio directo, no hay siquiera visiones a mediano o largo plazo como tuvieron aún las ideologías más regresivas como el nazismo o el fascismo. La huida hacia adelante del neocapitalismo corporativo continúa a máxima aceleración.

Solo nos queda a aquellos que estamos conscientes y creemos un deber enfrentarla, estar cada vez más conscientes de la situación, y poner todos nuestros esfuerzos en lograr soluciones creativas para ir generando un futuro mejor.

Fuente: BAROMETRO INTERNACIONAL/ARGENPRESS.Info

 

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