La que podría ser la “última cena” en una casa ícono de eventos benéficos

Foto: Ramón Jiménez.

Por Ramón Jiménez

Hablar de Francisco Castro y su esposa Sonia es hablar del arduo trabajo que durante treinta y tres años ha realizado la Comunidad Unida de Chinameca en Virginia, una organización fundada en el condado de Fairfax, que se dedica a recaudar fondos benéficos, muchas veces en su propia casa en la ciudad de Fairfax, que está en proceso de venta.

El dinero que reciben y otras donaciones en especie como equipo médico y materiales de otro tipo, son distribuidos no solamente a personas de escasos ingresos económicos en los alrededores del municipio de Chinameca, en el departamento de San Miguel sino en otras comunidades del territorio salvadoreño.

Por muchos años, esa organización aporta todos los meses fondos al Hogar Padre Vito Guarato, un orfanatorio que funciona en Los Planes de Renderos de San Salvador, donde viven más de 125 niños, jóvenes especiales, y algunos adultos, a quienes surten de comestibles de todo tipo, bebidas, golosinas y otras necesidades.

¿Será esta la ultima cena comunitaria en la casa de la familia Castro? Foto: Ramón Jiménez.

También en la ciudad de Chinameca aportan víveres, medicinas y algunas veces vivienda a personas de la tercera edad que adolecen de alguna discapacidad y no cuentan con los recursos para sostenerse ellos. Los beneficiarios llegan desde los diferentes barrios y cantones, algunos con mucha dificultad.

Ese programa empezó con ocho personas, pero en poco tiempo el número se ha multiplicado diez veces, por lo que necesitan de varios miles de dólares todos los meses, para entregarles los paquetes solidarios, que son preparados por un equipo de voluntarios que lo hacen con mucho esmero.

De igual manera han estado presentes cuando ocurren fenómenos naturales en su país, que dejan muerte y destrucción así como en otros casos especiales, ahí están presentes con su aporte.

Cuando el huracán Mitch afectó Centroamérica en 1998 y causó grandes pérdidas en vidas humanas y materiales, la Comunidad de Chinameca ya tenía siete años de fundada, y ahí estuvieron tendiendo la mano amiga.

Un pastel por los 33 años de trabajo comunitario y por que siga la unidad de todos. Foto: Ramón Jiménez.

Durante los terremotos en enero 10 y 11 de 2001 en El Salvador la ayuda que llevaron no solamente fue en efectivo, alimentos y otros enseres de emergencia sino también materiales y mano de obra para construir viviendas.

Para agilizar la reconstrucción de las pequeñas casas viajó un equipo de expertos, que en poco tiempo dejaron a decenas de familias viviendo bajo techo, después que sus humildes casas fueron destruidas como en San Agustín, departamento de Usulután, en el oriente salvadoreño y en otras comunidades del país.

Tareas que no les fue fácil terminarlas por algunas incomodidades que tuvieron que afrontar. Donde surgieron algunas anécdotas que las cuentan en serio y en broma.

“Algunas veces pasamos el día solo tomando agua porque no había nada que comer. Teníamos dinero en nuestros bolsillos, pero no había donde comprar alimentos. Sin embargo, eso no nos detuvo para cumplir nuestro objetivo: que las familias que perdieron todo tuvieran su casita nueva”, narró Castro.

Pero en días recientes los esposos Castro confirmaron lo que ya era un secreto a voces: que la casa de su propiedad en la ciudad de Fairfax —que fue testigo mudo de muchos eventos benéficos que ahí tuvieron lugar— está a la venta, y tan pronto encuentren un comprador se mudarán permanentemente a la ciudad que los vio nacer.

“Hoy, con el corazón lleno de gratitud quiero agradecerles en nombre de la Comunidad Unida de Chinameca en Virginia por sus generosas donaciones. Su apoyo es fundamental para que podamos continuar con nuestra labor y hacer una diferencia positiva en nuestra sociedad’, dijo Castro a los miembros de esa organización que asistieron a la cena, que podría ser la última, aunque muchos desean que no.

“Si bien es cierto que tenemos planeado trasladarnos a Chinameca, eso no quiere decir que no voy a estar pendiente de lo que hemos estado haciendo durante muchos años”, remarcó Castro.

Sus palabras fueron secundadas por su esposa Sonia, quien a pesar de haber sufrido por varios años de insuficiencia renal, así siguió adelante a la par de su esposo, hasta que recibió un trasplante de riñón.

Milagrosamente, el donante de ese vital órgano fue un miembro de ese mismo grupo comunitario.

Los esposos Sonia y Francisco Castro (de pie), prometen seguir colaborando aunque se encuentren lejos. A la izquierda Elmer Reyes, el donante que se siente satisfecho de haber salvado la vida de una amiga. Foto: Ramón Jiménez.

“Supe que varias personas se sometieron a la prueba para ver si eran compatibles con el cuerpo de Sonia, pero no eran de su tipo. Entonces yo me hice la prueba y la respuesta fue que podía donar un riñón sin ninguna presión”, recordó Elmer Reyes, un conductor de autobuses en el norte de Virginia.

Reyes es miembro del grupo comunitario al que pertenecen la familia Castro y otras familias que entre todos forman un buen grupo de trabajo benéfico. Pero la cosa no fue tan fácil para el donante, quien también tiene su anécdota que contar.

“Cuando me confirmaron que éramos compatibles, hablé con el cirujano que iba a dirigir el trasplante y él me recomendó que tenía que bajar de peso. Entonces empecé con una dieta estricta y a hacer mucho ejercicio físico hasta que logré bajar como 40 libras en dos meses”, recordó Reyes, a quien no le importó los comentarios negativos de otras personas al saber que iba a donar un riñón.

Llegó el día del trasplante, que en su caso le tomó algunas horas; mientras que la recipiente del órgano (Sonia Castro) tuvo que pasar muchos más tiempo en el quirófano.

“Al principio me sentí raro con un hueco a un lado de mi cuerpo, que era donde estaba mi riñón izquierdo, pero luego me fui acostumbrando y después de trece años [2011] que hice la donación, me siento en perfectas condiciones y satisfecho que mi donación salvó la vida de una persona a quien conozco”, aseguró Reyes, quien es originario del departamento de La Unión.

Durante la cena y recepción en la casa de las múltiples actividades a través de los años, Castro como presidente de la Comunidad Unida de Chinameca en Virginia, agradeció a los demás miembros fundadores y colaboradores que se han ido agregando, por su valiosa ayuda.

“Quiero que sepan que su generosidad no pasa desapercibida. Ustedes son una pieza esencial en este esfuerzo colectivo y su apoyo nos inspira a seguir trabajando con más fuerza y dedicación”, puntualizó Castro, quien se comprometió a seguir activo en la comunidad, aunque se encuentre lejos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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