Las heroicas rabonas en la independencia del Perú y de Hispanoamérica

“Valientes en la sombra”. Autor: Neptalí Quezada Alvarado. Tercer puesto IV Concurso «Juan Lepiani Toledo». Foto cortesía.

 

En el Día Internacional de la Mujer, expresamos nuestra solidaridad con las valerosas mujeres conocidas como “Rabonas” o “Sinchi Warmis”, que acompañaban en la retaguardia a los guerreros combatientes y soportaban muchas penurias para prestarles alimentos y apoyo moral a toda prueba.

 

Por: Roberto J. Bustamante

“En cierta medida, el protagonismo de las rabonas, sin tener probablemente conciencia del Perú como patria que tiñe nuestra sangre y como estado-nación que se construye con los latidos del corazón, nos invita a gritar la verdad agrandada de que ellas salvaron la independencia del Perú e Hispanoamérica”. (Dr. Max Aguirre Cárdenas)

 

En el día en que se celebra la enorme contribución de la Mujer en el plano internacional, entrevistamos al doctor Max Aguirre Cárdenas, destacado intelectual y escritor peruano acerca de las valerosas mujeres anónimas conocidas como “rabonas” por lo común, provenientes de las zonas andinas (Sinchi Warmis), que seguían a los soldados de infantería que formaban parte del Ejército Libertador, al extremo de exponer sus propias vidas durante las guerras libradas durante la independencia.

Doctor Aguirre, ¿cómo podemos describir el valor de las mujeres —muchas de ellas iletradas— conocidas como rabonas, que eran las esposas, amantes o concubinas de los soldados? 

El tema de las rabonas, mujeres que en la época de las luchas por nuestra independencia acompañaban en la retaguardia de la tropa —llamadas según las épocas y culturas de Indoamérica— con nombres cariñosos como Adelita, Juanita, o con despectivos como “rabonas”, “cantineras” y muchos adjetivos más, es un universo temático que no ha sido estudiado todavía con la seriedad del caso, porque su contenido, mezclado con ingredientes humorísticos, románticos, chauvinistas, sentimentales y hasta perversos, ha sido excluido o silenciado adrede por los prejuicios machistas de los historiadores, e increíblemente también por las historiadoras, que consideraban el tema propio de las hablillas cotidianas y, por tanto, como secundario, o simplemente como carente de valor. Para nuestra alegría, este prejuicio está cambiando. Y es que el estereotipo ideológico predominante de la historia que se cultiva en el Perú, sigue obstinadamente en sus relatos el paradigma economicista, como determinante hermenéutico de todo hecho o proceso, o como la gente que permite explicar toda la dinámica social con el cartabón de la lucha de clases; por ejemplo, la prédica de que las reformas borbónicas son la causa de toda el proceso independentista del Perú; en el cual el patriotismo y otros valores correlativos como la política o la religión no tienen cabida o son vistas solamente como las pasas de la torta estructural y a veces como las moscas molestas que se posan en la misma (por ejemplo, los intentos separatistas del siglo XVI que no pertenecen al período de dichas reformas).

Esposo agonizante atendido por una rabona. Autor: Guillermo Cornejo Rivera.

 

En el caso peruano especialmente, (no conozco lo de México), no todas las rabonas eran indígenas; las había también mestizas y cascajos de castas; algunas eran preciosas como una joya de mamá, otras ahogaban los instintos con sus mandatos de maritornes. Lo mismo: es casi seguro que constituyeron una mayoría iletrada por las características de la educación colonial, pero debió haber una minoría marcada que tenía alguna instrucción. Infortunadamente no podemos generalizar nada contundentemente, debido a que la historiografía peruana no las ha estudiado todavía con la severidad que el tema exige por su importancia.

¿Podemos hablar de la existencia de un escuadrón auxiliar de mujeres?

Efectivamente. Lo único cierto es que tras las tropas regulares de los ejércitos —sean estos patriotas o realistas— iba otro ejército auxiliar de mujeres, compuesto —como dices— por esposas, hermanas, concubinas y amantes de ocasión conquistadas o halladas en el camino, que demuestran que el principal valor que motivaban la conducta de las féminas, era la simpatía, la admiración, el amor o la esperanza de construir a futuro inmediato una familia que la proteja, pues, si fuese solamente el patriotismo que no se descarta, los ejércitos exhibirían más o menos simetría numérica con el de las rabonas: recuérdese que para ser soldado se exigía que el candidato capturado en los reclutamientos o aceptado en las incorporaciones voluntarias, fuesen jóvenes y solteros.

Si un marinero tenía en cada puerto un amor; el combatiente tenía también una “querida” en cada pueblo, una hetaira andina de olores embelesados, una almohada cariñosa de trenzas andinas a quien contar sus hazañas diarias entre pellizcos y mordiscos de pasión. Seguro que eran muy fuertes los vínculos bio-psicológicos que generaba el peligro cotidiano de enfrentar la muerte, tanto que algunos varones necesitaban una “madre sustituta” por la que algunas féminas decidían abandonar todo y seguir a su macho-alfa para apoyarlos en las peripecias de la guerra: ellas transportaban la papa, la “cancha”, las “cachipas”, la leña, las piedras redondas para las huaracas, las ollas, la coca, la manteca para los guisados, alguna hierbita medicinal, a veces hasta un hijo gestado en la alcoba del azar; y también el cañazo, el “huarapo” y el charango o la mandolina, pero, sobre todo, agua limpia y remedio espiritual. Y todo ello, sin paga alguna, o, como su “compañero”, por puro patriotismo o el disfrute de la diaria homilía de caricias en un aposento de ichu y cielo estrellado.

¿Puede explicarnos qué sucedió en 1824 cuando el general Sucre prohibió a las rabonas no seguir acompañando a las tropas patriotas?

Un solo ejemplo histórico explica todo lo que deseo decirle: cuando por la ruta del Pampas y la hermosa Quinua, un día de hígado malsano, o picado por malas pulgas, el joven general Sucre prohibió la presencia de las rabonas. Aquella noche desertaron –si no me equivoco- algo de 700 guerrilleros. El inexperto general en cuestiones domésticas y lides amatorias, tuvo que reconsiderar su malhadada decisión, al darse cuenta que la guerra se perdía inevitablemente sin ellas, que las fuerzas del amor y la compañía de un ser suyo en los momentos supremos de peligro, son sentimientos tanto o más poderosos que el patriotismo. No tengo el documento a mano, le demostraré su certeza por simple deducción aritmética.

En el caso de Sucre, su inexperiencia le jugó sucio. Como se deducirá de lo dicho: si la siguiente noche se esfumaron otros 700, la independencia del Perú habría esperado gimiendo las calendas griegas, ya que habríamos perdido inobjetablemente la batalla de Ayacucho. En cierta medida, el protagonismo de las rabonas sin tener probablemente conciencia del Perú como patria que tiñe nuestra sangre y como estado-nación que se construye con los latidos del corazón, nos invita a gritar la verdad agrandada de que ellas salvaron la independencia del Perú e Hispanoamérica.

“Mujeres Valientes”. Autora: Mónica Ccalla Flores.

¿Es cierto que las valientes concubinas además de soportar largos recorridos, eran toleradas por los jefes para facilitar la adaptación de los combatientes y evitar su deserción?

¡Totalmente cierto! Tan cierto como el niño peruano que nació del útero de una rabona colombiana en Matará, que solamente días después tuvo que seguir a su marido hasta Chuquisaca. Esto nos cuenta en su “Memoria” el coronel colombiano Manuel López Borrero que los reconoció juntos en el villorrio de Tocuyito en Venezuela, muchos años después. ¿Cuántos kilómetros habría caminado esta madre con el peso adicional de un niño, sólo en 1825? Claro que los jefes españoles, tuvieron que tener en cuenta cada realidad para evitar las deserciones. Si no lo hacían, pecaban de grave torpeza.

¡Oh, si pudiéramos narrar la historia de cada rabona!; por ejemplo, la de doña Jacinta, natural de Huamachuco, amante del cabo José Chuquillán a quien el historiador Cortegana dedicó un párrafo de su Historia del Perú, afirmando que estuvo en todas las batallas velando por la comida y la salud de su “general”, asistiendo en plena batalla con bocanadas de agua y caminando sin inmutarse transportando en su equipaje su riqueza de esperanzas por ver un Perú libre. O el otro modelo de amor y patriotismo, que la llamaremos María de Quirós, mujer querendona del gran guerrillero de marras, Cayetano Quirós: la sensual morocha que en la punas heladas de Paras, cayó blasfemando a la esclavitud y blandiendo el sable contra los áulicos de Carratalá, mientras le daba tiempo para que su héroe huya hacia Ica.

 ¿Puede explicarnos acerca de su hipótesis de la numerosa deserción de las filas del ejército libertador previa a la batalla de Ayacucho?

Claro que sí. Tengo una predilección especial por el tema de la batalla de Ayacucho desde que visité dos veces el escenario donde ocurrió; desde que ascendí peldaño tras peldaño el cerro Condorcunca para verificar aquello que las fuentes narran seguras de su verdad; constatar desde la cumbre que la versión que había tejido en mi imaginación después de leer casi todas las fuentes originales y lo aprendido en la universidad, se resistían a coincidir materialmente en muchas de sus partes claves.  Creció por mi insatisfecha curiosidad de recorrer a pie el corredor Ocros-Quinua siguiendo la cadeneta orográfica del Pumaqawanqa y no poder hacerlo hasta ahora; estoy interesado en el por qué de la equivocación de confundir el topónimo Quinua con quinoa, o por qué los españoles bautizaron aquel lugar con el nombre de la chenopodium que nos sirve de alimento, con el nombre del arbolito del piso ecológico suni llamado en quechua queuña o queñua. Las incógnitas que me devanan los sesos son incontables.

¿Cómo el Ejército Patriota venció en Ayacucho a un enemigo muy poderoso?

Esta es la pregunta recurrente que me salta al pescuezo dejando sin aire mi curiosidad es: ¿Por qué el Ejército Realista fue vencido sin atenuantes, después de haber salido triunfante en casi todas las lides precedentes? o ¿Qué milagro hizo el Ejército Patriota para vencer en Ayacucho estando en la situación de desventaja marcada y más aún en el estado crítico en que se debatía el Perú?

Ansioso por respuestas lógicas, después de todo lo leído y me dejó insatisfecho, inicié con la sospecha de que tuvo que haber un factor más que complemente o refute las explicaciones propuestas por los diferentes historiadores. Este factor hipotético que emerge de las descripciones parece emparentarse con una maniobra táctica definitoria, organizada y ejercida desde el interior mismo de las filas realistas. Y en ello estoy tratando de demostrar su verdad. Mis primeras tentativas prometen, pero carecen todavía de vigor lógico después de haber estudiado la fuente decisiva, aunque no neutral, del Conde de Torata. Luego debo emprender y vencer el segundo escollo de mi investigación: hablar con los expertos militares en estrategias y tácticas de guerra. Pero antes le digo algo al oído:

A mi juicio la derrota realista en la batalla de Junín se debió a dos yerros técnicos fundamentales de Canterac: el no haber previsto la intervención de la infantería y el exceso de confianza en la caballería realista (a su decir: la mejor de los tiempos aquellos, tanto en número, alimentación y preparación). La derrota de los realistas en la batalla de Ayacucho se debió a otra negligencia del Estado Mayor o de quien correspondía de no haber evaluado correctamente la orografía del cerro Condorcunca, razón que impidió la oportuna instalación de toda la artillería y simultáneamente el despliegue total de la caballería. Lo cierto es que cuando ya se había iniciado la batalla, recién se dieron cuenta que gran parte de la caballería y la artillería no había acabado de descender, como asevera Fernando Valdés, Conde de Torata, e hijo del mariscal Jerónimo Valdés.

Rabonas en todas las batallas”. Autor: Eleuterio Zeballos.

¿Es posible hablar de otros factores como el “rompan filas” en las tropas enemigas?

Algo más: analizando los documentos primarios, me asaltó la inferencia de que el factor que explica las derrotas de Junín y Ayacucho habría sido la introducción en las filas enemigas de quinta columnistas que provocaron el caos o el “rompan filas” en las fuerzas enemigas, aprovechando de que la mayoría de sus efectivos eran campesinos reclutados a la fuerza y detestaban combatir en alianza artificial con aquellos que jamás los respetaron y trataron como a seres humanos. En otras palabras: conciencia de que luchaban contra sí mismos, pues, todo conduciría a mantener, a lo sumo, el status quo de su gente. Que el famoso Rey del que tanto hablaban era solamente una ficción para engañarles como siempre. Aunque dicho al oído todavía: Todas las fuentes permiten deducir sin mucha confrontación la racionalidad de esta solución que debe verificarse a través de testimonios más contundentes. Le adelanto algo más:

Recordemos que la campaña bolivariana se había iniciado con alrededor de 10,000 hombres (una mayoría de reclutas y caballos costeños) y casi todos los que escriben sus “Memorias” afirman que el ejército patriota en la batalla de Ayacucho sumaba solamente 5,780 combatientes. La pregunta que surge espontánea es: ¿Qué pasó con el resto sí se perdió –grosso modo– unos 350 hombres en Junín, unos 500 en la persecución de dispersos entre Jauja y el Apurímac, 120 en Talavera, entre 350 o 400 en Qollpawayqo, y unos 700 campesinos que desertaron para ir al encuentro de sus rabonas excluidas por Sucre, aprovechando  además la ocasión para integrarse a sus labores de siembra en el campo si no deseaban la muerte por hambre de su familia?¿Cómo explicar la diferencia que falta si no por una deserción masiva? Y recíprocamente: Si el Ejército Realista había salido de Limatambo con 12,000 combatientes, y en la batalla de Ayacucho, estuvieron apenas 7,000 hombres y 1,200 caballos, como asevera el Conde de Torata: ¿Qué pasó con los 3,800 restantes?

En el caso del ejército patriota se puede ensayar las siguientes respuestas:

  1. a) Que tuvieron que haber huido en busca de sus rabonas desamparadas por Sucre (A nadie se le ocurrirá pensar que aquellas retornaron solas a sus pueblos de origen: Orinoco, Panamá, Bogotá, Trujillo o Piura); b). Que murieron en los combates de Junín, Talavera y Qollpawayqo, y por enfermedades; c). Que después de la batalla de Junín se evadieron -entre Jauja y Cusco- muchos perseguidores patriotas y perseguidos realistas.
  2. En un ensayo reciente, usted aseveró que las heroicas rabonas lloraron a sus seres queridos caídos  y les dieron cristiana sepultura después de la batalla de Ayacucho ¿Puede darnos alguna otras referencias?

Aunque suena a una verdad de Perogrullo, la tradición mantiene todavía el recuerdo de que las rabonas fueron las primeras interesadas no solamente en curar las heridas de sus concubinos y familiares, sino de enterrar sus restos siguiendo las costumbres de sus pueblos de origen. Por ejemplo, los caídos de Acos Vinchos fueron trasladados a su tricentenaria iglesia y enterrados en el campo santo de su alrededor. Aparte, hubo piquetes dirigidos personalmente por O´Connor, para el recojo de heridos y cadáveres, ayudados por las rabonas que buscaban a sus seres queridos caídos, algunos de los cuales fueron auxiliados en la iglesia de Quinua que funcionó como un pequeño hospital de emergencia y seguramente también como tumba de los jefes caídos. A estas alturas del debate histórico, su pregunta es relevante e invita a la investigación multidisciplinaria de historiadores, arqueólogos, geógrafos, antropólogos, etnólogos, genetistas y quizás hasta geólogos e ingenieros.

  1. ¿Está a favor de un justo reconocimiento en memoria de las rabonas con una placa conmemorativa en la Pampa de Ayacucho, así como lo hizo el Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú, en la Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879, con los nombres de las rabonas que acompañaron a los soldados peruanos?

Por supuesto que sí. No hay emoción más profunda que verlas en una escenificación o en un desfile cívico. Conocer sus desvelos por el ser y la patria que amaban tiene gran valor pedagógico y psicoterapéutico, pues es fecundadora crónica de nuestra identidad nacional y goma mágica que mantiene la integridad de nuestro espíritu de cuerpo, condición indispensable para enfrentar los desafíos del futuro que cada vez se torna más compleja y angustiante. En la escenificación de la primera jura de la independencia del Perú, ocurrida en la ciudad de Cangallo el 7 de octubre de 1814, en el desfile de una batallón de ellas, no pude reprimir mi emoción de verlas como si fuesen las históricas rabonas redivivas; las pupilas me quemaban con la humedad frágil de una lágrima furtiva, experimentando aquello que los poetas sienten y recitan en voz metafísica de que la patria duele.

Por supuesto que sus nombres deben vivificarnos cotidianamente como el sol matinal y el oxígeno que nos garantiza la vida. Un nombre que no debe faltar es la de la heroína Eulalia López, la cangallina que, emulando a Ventura Qalamaki, dirigió a más de un centenar de mujeres que enfrentó a la ruda soldadesca del jefe realista Ricafort, tan solamente con un huracán de huaracas y tunas espinosas, profiriendo a gritos se marchen del Perú independiente.

¿Considera usted que las valerosas rabonas aún siguen siendo ignoradas en los textos de historia y no se reconocen sus sacrificios?

Me parece que sí, pero últimamente ha salido una buena cantidad de trabajos acerca del papel de la mujer peruana en las luchas independentistas del Perú, y ello es un magnífico signo en un escenario nacional revuelto y mandataria con la brújula estropeada. Vos, Roberto Bustamante, periodista de fuste magisterial, ha abierto un sendero de solidaridad para que por él transiten fácilmente todos los hombres que tienen la costumbre de amanecer y santiguarse por la Patria y el Altísimo. Algunos deseamos emularte. Y por ello respondo encantado a sus preguntas, seguro de que, conociendo a estas mártires de virtudes cotidianas y nuestras madres abuelas al fin, ayudaremos a las nuevas generaciones a seguir bregando por nuestro país. El suscrito, transitando por aquel camino que ha abierto y contagiado por su vocación patriótica, también ha dedicado un modesto libro: “Héroes de la Revolución Independentista Huamanguina” (Nov.2024) que estudia con mayor objetividad a los Auqui,Ventura Qalamaki y María Parado de Bellido. Les invito a leerlo.

¿Explicó las evasiones de los combatientes patriotas, pero de las rabonas y las deserciones realistas qué puede decirnos?

Como dije al inicio, este es un universo temático que permanece virgen o no se ha estudiado sistemáticamente. No olvidemos que la gran mayoría de combatientes del ejército realista fue el de campesinos reclutados a la fuerza y disciplinados durante un año, pero que aun así muchos pugnaban por fugarse; preferían a sus hetairas andinas que también les seguían en mancha como en el caso de los patriotas, o engrosar el ejército de forasteros, cargadores y plebe sin identidad de las ciudades populosas. Los españoles, europeos y americanos realistas en la batalla de Ayacucho, apenas sobrepasaron los 500 individuos.

Disciplinar quiere decir que fueron instruidos, sonsacados, remunerados con una paga simbólica y, sobre todo, ideologizados, para al final advertirles que la deserción era un grave delito contra el Rey español; que sólo el intento era castigado con la tortura y la pena de muerte, pero aun así, exceptuando a los guerrilleros que habían abrazado sanguíneamente la causa realista como los iquichanos, huandos, talaveranos, algunas etnias de la sierra ecuatoriana y la norte peruana, para mencionar algunos ejemplos, el resto nunca desaprovechó la oportunidad de marcharse, razón una que nos permite sostener que la revolución independentista no fue una guerra civil: “unas cuantas golondrinas no hacen el verano”. Recordemos los partes de guerra que dicen que los jefes realistas tenían que poner en la ruta hacia Quinua cientos de centinelas, y formar todas las noches cercos humanos, o adoptar una “formación en cuadrados” en el lenguaje castrense, con soldados españoles o americanos de mucha confianza.

¿Y qué puede decirnos de las rabonas morochucas en la batalla de Ayacucho?

Por ahora poco, pues la táctica guerrera predominante de los morochucos era la sorpresa en piquetes o grupos entre 20 a 200 jinetes, seguida de una rápida retirada. Ello explica su supervivencia durante más de catorce años de lucha por la libertad del Perú. La historia oficial siempre los ha excluido o silenciado, pese al reclamo de ilustres historiadores como Manuel Pozo, Germán Leguía y Martínez, y protagonistas directos como los generales San Martín, Domingo Tristán y Juan Pardo de Zela. Pero respondiendo a su pregunta, debo decirle que en los combates morochucos nunca faltaron sus mujeres por la facilidad de los caballos especiales con que contaban. No eran strictu sensu rabonas, pero sí tuvo que haber habido en las batallas masivas como Huanta, Matará, Chupascunca, Rucumachay, Seqchapampa, etc., sólo que no están historiadas.  Está demás insistir sobre la presencia morochuca en la batalla definitoria de Qeñuapampa o Ayakuchupampa (nombre autóctono del escenario de dicha batalla) desde Talavera y Qollpawayqo, por lo menos. En la batalla de Ayacucho fue el factor fundamental para que La Mar no fuese arrollado definitivamente. Si los morochucos no salvaron la primera y exitosa embestida de Valdés destinada a tomar el flanco izquierdo de la división La Mar, y luego la retaguardia patriota, hoy, pese a la táctica del “rompan filas” o de la deserción masiva provocada adrede, no quepa duda de que otra hubiera sido la historia de la célebre batalla. Con decirte que en ella no solo estuvieron jinetes como uno de los nietos de Basilio Auqui o infantes como el sobrino de Valentín Munárriz*, uno de los actores de la primera jura de la independencia del Perú que hizo jurar por primera vez la independencia del Perú en la Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo, sino también oficiales como el teniente 1° del Batallón N° 1, el heroico Felipe Rossell, (el vencedor de la famosa Sorpresa de Paras contra las huestes de Azpiroz, y probablemente el único que recibió un auxilio dinerario por sus servicios como la pensión que cobraba su viuda, a título de vencedor en la batalla de Ayacucho). Finalizo estas apuradas respuestas con un interrogante: ¿Sabía Ud. que la casa de la heroína cangallina María Parado de Bellido, sirvió de hospedaje del virrey La Serna cuando fue trasladado a Huamanga, después de la batalla? ¿No cree que el destino los unió para algo supremo, como cuando San Martín habitó al retirarse del Perú en la casa de su esposa Remedios Escalada, ubicada en la Avenida. Cangallo de Buenos Aires?

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(*) Compañero de José Mariano Alvarado en la jura citada de Cangallo y que estuvo también en la batalla de Ayacucho viendo el problema de los caminos por donde debía transitar nuestro ejército.Dependía directamente de Sucre. Tenía el grado de capitán de caballería y murió como Teniente Coronel. Era huamanguino. 

Talentosos artistas del IV concurso pictórico “ Juan Lepiani Toledo”.

 Ilustramos esta entrevista con los trabajos de los artistas peruanos que participaron en el IV Concurso Pictórico de Historia Militar “Juan Lepiani Toledo ( 2024) organizado por la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, con la finalidad de fomentar y estimular el arte para promover la difusión de la memoria histórica. Algunas de estas obras de arte destacan el rol de las rabonas, como una forma de rendir un justo homenaje a estas mujeres que se desvelaron al seguir a sus esposos, padres, hermanos, parientes, en la retaguardia del ejército. Nuestras felicitaciones a los artistas: “Valientes en la sombra”. Autor: Neptalí Quezada Alvarado.(Tercer puesto);“Mujeres Valientes”. Sinchi Warmy”. Autora: Mónica Ccalla Flores;“Heroínas de la Independencia”.Autor: Guillermo Cornejo Rivera; “Rabonas en todas las batallas. Autor: Eleuterio Zeballos Velásquez.

El artista Miguel Arias Calzada, obtuvo el primer puesto en este concurso con su obra “Camino de Libertad”; Adrián Reyes Terreros, ocupó el segundo lugar con “la Llegada de Simón Bolivar al Callao. Elizabeth Peña Segovia, tuvo destacada participación con su obra: “A los héroes olvidados”. Para más información pueden visitar en Facebook: Concurso Pictórico «Juan Lepiani Toledo»‘s Post.

 

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