Madero y los espíritus…

Francisco I. Madero
Francisco I. Madero

Por Teresa Gurza

Pensando en que como van las cosas, este año aumentarían las respuestas que recibí otros noviembres cuando pregunté que se conmemora el día 20 y contestaron, “¿el puente largo?… ¿el buen fin?…”

Y para no repetir lo escrito sobre el hombre que no se levanta pensando cómo joder a México, pero lo jode igual y ante las amenaza de Trump está como pasmado y nos pide mandar buena vibra y mentalizar un México positivo, para que nos vaya bien, sin advertir que no podremos estarlo mientras haya desigualdad y corrupción, diputados que recortan el gasto y aumentan sus dietas, gobernadores que roban miles de millones durante seis años con la complicidad del gabinete entero y luego huyen, y partidos políticos que nos cuestan dinerales y no pagan ni sus impuestos, decidí dedicar este artículo a una de las 38 cartas que sobre la comunicación que decía tenía con espíritus, envió Francisco Ignacio Madero a mi bisabuelo Antonio Gurza López Negrete, entre 1900 y 1909; un año antes de que el 20 de noviembre de 1910, encabezara el levantamiento armado contra Porfirio Díaz, que inició la Revolución Mexicana.

Además del parentesco de sobrino a tío que los unía, Madero mantenía con mi bisabuelo muy cercana relación y llegaba con frecuencia en su casa de Durango, donde incluso formó el Partido Antirreleccionista, para pedirle su opinión sobre diversas cuestiones; entre otras, los seres del otro mundo.

Y en una carta que tengo a mi vista, y que fue incluida en la edición hecha en 1963, por la Secretaria de Hacienda para conmemorar el cincuentenario de su muerte, Madero le da las gracias por su hospitalidad en una reciente visita a Durango y lamentando haber tenido que dejarlo, ruega por volver a verlo; y le recuerda que desea seguir por correspondencia, la “discusión” sobre la comunicación de los muertos con los vivos.

Años después, Madero manifestó estar convencido de que los espíritus le habían ordenado hacer una revolución, para terminar con el mal; pero por el momento es el 21 de noviembre de 1901, y tras los queridísimo tío y demás frases de rigor, Madero escribe:

“Empezaremos por decir cuáles son los puntos en los que estamos conformes, a fin de llegar lo más pronto posible a descubrir en su origen la causa de nuestro desacuerdo y a discutirla.

Primero. Ambos creemos en la existencia de Dios eterno, infinitamente grande, bueno, justo, etc etc.
Segundo. También estamos conformes en la existencia del alma o espíritu, en su vida eterna y en que al separarse del cuerpo tendrá penas o recompensas según las haya merecido.

Tercero. En que se pueden comunicar con nosotros los espíritus de las personas que han dejado de existir, ya sean buenas o malas.

En esto último no estábamos muy de acuerdo, pero el domingo antes de ir a Misa, me dijo usted que sí admitía que se pudieran comunicar los espíritus buenos…

Estando asentados estos tres principios, la discusión viene a quedar reducida a lo siguiente:

Si Dios no hace nada inútil, y ha permitido que se generalicen las comunicaciones de los vivos con los muertos en esta última época, ¿debemos entonces creer que lo ha permitido para que se aprovecen únicamente los malos espíritus…?

¿Debemos de creer que Dios, que es infinitamente más cariñoso con nosotros que el padre más tierno, venga a ponernos más obstáculos en nuestro camino, en vez de mandarnos más luz para que lo veamos más claramente?

No y mil veces no; sería mejor no creer en Él, que creerlo capaz de hacer tal cosa.

Me parece mucho más lógico creer que Dios ha enviado a los hombres otros medios para acercarse a Él; otros dones que pueden emplearse para bien o para mal, y es la causa por la que muchos no sacan del don de la `mediumnidad`, el provecho que debían sacar…”

Continúa la carta en el mismo tono, hasta concluir “la cuestión queda pues reducida a lo siguiente:

¿Qué objeto ha tenido Dios al permitir que se comuniquen con nosotros… lo ha hecho para poner mayores trabas a nuestro adelantamiento moral o por el contrario para ayudarnos a avanzar por el penoso camino de la virtud?
Espero pues tío se sirva resolver mis dudas, contestándome esas dos preguntas que considero la principal diferencia en nuestras creencias…»

Dicho esto, se despide Madero con mucho cariño, dándole de nuevo las gracias y mandando efusivos recuerdos para la parentela.

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