Salvada gracias a Chespirito

Teresa Gurza.

Siempre me sorprendieron el júbilo y la admiración que causaba Chespirito en los televidentes de América Latina.

No sé porqué nunca había visto sus programas; pero prácticamente en todos los países que visitaba como reportera y entrevistara a quien entrevistara, me preguntaban por los personajes que hacían Roberto Gómez Bolaños y sus acompañantes.

Y durante los años en que viví en Moscú y Praga, el Chavo del 8 y Chespirito salían a relucir a cada rato en las pláticas y risas de latinoamericanos comunistas y socialistas que representaban a sus partidos ante el Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS.

Eran también tema de los corresponsales de los mismos partidos en la revista que sobre la paz y el movimiento obrero y socialista, se editaba en Praga.

Lo que me sorprendía aún más, porque nunca pensé que el Chavo del 8 pudiera interesar a esos hombres a los que sentía preocupados casi únicamente por las revoluciones y poco afectos a las bromas y a las que llamaban “banalidades burguesas”; y sin embargo les causaba admiración, sonrisas y conversaciones.

Pero el colmo fue cuando ya viviendo en Chile, me detuvo una carabinera pidiéndome mi carnét de identidad y demás documentos.

Íbamos camino al rancho, luego de una operación de cataratas a mi esposo; y yo manejaba porque él llevaba un ojo vendado.

Justo en esos momentos me doy cuenta con bastante susto, que mi bolsa no estaba en el coche; y tampoco su portafolios con sus papeles.

Además, para que pudiera yo manejarlo Matías acababa de cambiar el coche estándar por uno automático que íbamos estrenando; y del que no habíamos recogido ni los documentos, por la prisa de esa mañana para llegar a tiempo a la clínica para la operación.

Al constatar que nos faltaba absolutamente todo; licencia, permiso de circulación, carnét y comprobante del seguro obligatorio, la carabinera se enojó muchísimo; y llamó a un superior para ver que debía hacer conmigo.

Llegó el oficial y tras de oír de su subalterna el rollo de todas nuestras carencias e infracciones, me preguntó algunas cosas.

Estaba yo respondiéndole, cuando de repente sonrió y dándome la mano, me dijo “puede irse dama; y no vuelva a salir sin documentos porque entonces sí, la remitiremos al juzgado de policía”.

Muy contenta, pero intrigada por su cambio de actitud le pregunté la razón.

“Es que advertí que usted es mexicana porque habla igualito que el Chavo del 8 y a mis hijos les encanta y nunca nos perdemos sus programas porque nos reímos mucho”, contestó, dejándome aún más asombrada.

A los pocos meses Roberto Gómez Bolaños y doña Florinda visitaron Chile, y el padre de las telenovelas mexicanas Valentín Pimstein y su esposa Victoria, le hicieron una comida a la que nos invitaron porque Valentín era muy amigo de Matías.

Fui con curiosidad y encantada de conocer a ese personaje que me había salvado del juzgado; y me encontré con una persona totalmente diferente a la que imaginaba: serio, callado, modesto acerca de sus éxitos, y dejando que su mujer llevara el peso de la conversación; sin molestarse siquiera cuando finalmente se decidía a hablar, y ella lo interrumpía.

Le conté entonces el episodio del carabinero y le di las gracias por ser tan famoso.

Y como notó mi sorpresa por el incidente y porque fuera tan conocido, me dijo algo así como que no me sintiera mal por la comparación, porque en la Universidad de Austin, Texas, su español era objeto de estudio y análisis; y los alumnos de castellano, usaban como texto un libro con sus frases.

Todo eso he recordado estos días, con motivo del merecido reconocimiento con el que convocados por Televisa, 17 países de América celebran su carrera profesional.

Y tras leer en El Universal, la excelente columna que le dedicó Jacobo Zabludovsky por el que considera su mayor logro: “haber entrado a millones de hogares latinoamericanos sin valerse de símbolos o imágenes religiosas”, me uno con más gusto aún al homenaje.

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