Comunidad de Santa Marta en Virginia recuerda el 10 de octubre

Niños miden fuerzas durante un juego en Herndon, Virginia. Foto: Francisco Ramírez.
Niños miden fuerzas durante un juego en Herndon, Virginia. Foto: Francisco Ramírez.

Por Ramón Jiménez

El 10 de octubre es un día especial en la vida de cada persona originaria del cantón Santa Marta, una comunidad muy unida del departamento de Cabañas al norte de El Salvador, que se reunió este domingo en la ciudad de Herndon, Virginia para recordar esa fecha.

Fue el 10 de octubre de 1987 cuando cientos de pobladores regresaron a ese cantón procedente de los campamentos de refugiados de Mesa Grande, Honduras donde a pesar de las inclemencias permanecieron durante seis años, después de que en los años 80 fueran obligados a salir de sus hogares por efectivos militares a mitad del conflicto armado, por considerarlos «colaboradores» de la guerrilla.

La guerra finalizó con la firma de los Acuerdos de Paz en enero de 1992 entre representantes del gobierno de esa época y las fuerzas guerrilleras del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con el apoyo de las Naciones Unidas y países amigos como México, Francia, España, entre otros.

«De ser un grupo de 60 familias retornadas de Mesa Grande a finales de los años 80; hoy son más de mil. Su población ha crecido no sólo en número, el crecimiento más refinado ha sido el de su conciencia. Aquí en Santa Marta —y ellos lo saben— han trascendido del concepto de agrupación humana al más puro socialismo», dijo en una ocasión Tania Handal, ciudadana rusa y viuda del líder político Schafik Handal.

Aunque muchos jóvenes nacieron después del 10 de octubre de 1987 se unen cada año a las celebraciones de sus padres o sus abuelos, pero también para recordar a muchas familias que fueron acribilladas por el ejército salvadoreño al cruzar el rio Sumpul rumbo a Mesa Grande.

En la actualidad Santa Marta es una comunidad muy activa y ha sido mencionada como un lugar donde se vive el verdadero socialismo, ya que todos tratan de compartir lo que cosechan o producen incluyendo a los que viven en el exterior, que siempre están pendientes de lo que hace falta en la comunidad que los vio nacer o que los recibe con los brazos abiertos cuando la visitan.

Con el apoyo de hermanos en el exterior Santa Marta cuenta con un complejo educativo de tres módulos de tres aulas cada uno y un módulo de dos plantas con cuatro aulas cada planta, una dirección con bodega incluida, un laboratorio, una biblioteca, dos centros de cómputo, un salón multiusos, dos aulas de apoyo y una para servicios de higiene básicos.

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